América en el imaginario occidental siempre será ese lugar en el que los sueños pueden hacerse realidad, un nuevo mundo en el que se abren infinitas posibilidades. Algo de ese mito está latente en la nueva película del madrileño Alfonso Albacete (Murcia, 1963), el director que junto a Davids Menkes y Miguel Bardem causó un terremoto en España con su primera película juntos, Más que amor frenesí (1996).
Allí veíamos un Madrid nocturno y joven con ganas de fiesta en un filme que generó mucha polémica por la famosa escena sexual en la ducha entre Javier Albalá y Gustavo Salmerón, la primera secuencia homosexual tórrida en la historia del cine patrio. Albacete dice que hoy vivimos tiempos más puritanos que entonces.
El mundo de los jóvenes, y con frecuencia también el de la noche, han sido protagonistas de algunas de las películas más conocidas de Albacete, solo o en compañía de Menkes, como Atómica (1997) o el taquillazo Mentiras y gordas (2009). Siete años después de Solo química (2015), una comedia juvenil, Albacete se inspira en su propia vida para realizar La novia de América, una gozosa apuesta por la comedia pura y dura en la que explota las diferencias entre los españoles y nuestros primos mexicanos.
[Eduardo Casanova, el director más kamikaze]
El enredo arranca cuando Ana (Miren Ibarguren), una joven madrileña cuyo novio acaba de plantarla para casarse con su mejor amigo, y su hermano Tono (Pol Monen), felizmente casado con un chico (Eduardo Casanova), reciben la noticia de que su padre (Ginés García Millán) va a casarse con una mexicana veinte años más joven (Diana Bovio).
Los hermanos viajan a Centroamérica para asistir, mosqueados, a la boda porque tienen miedo de que la mexicana pretenda quedarse con el patrimonio familiar. Acompañados de una tía excéntrica (divertidísima Pepa Charro), el contraste entre los europeos, más bien reprimidos y un tanto arrogantes, respecto a los más expansivos mexicanos es cultural pero también social, ya que surgen prejuicios clasistas. De jolgorio en jolgorio, La novia de América es una apuesta de Albacete por “la comedia a lo bestia”.
Pregunta. ¿Cómo surge esta película?
Respuesta. Cuando me llamó mi padre hace 15 años y me contó que se casaba con una chica que había conocido por internet, 20 años mas joven. Me fui con mi hermana a la boda a México y ese es el germen. Me dije en ese momento que había una película sobre la necesidad de acercarnos más a los demás y quitarnos prejuicios. Se trata de querer más a las personas y defender la diversidad en el amor y las relaciones.
P. El hijo homosexual es discriminado por el padre pero también discrimina a la novia mexicana. ¿Los seres humanos no tenemos remedio?
R. En parte es lógico ese prejuicio, ¿quién es esta mujer? No solamente es la edad, es la clase social y es la cultura Al mismo tiempo, el padre no acepta al hijo. Ese enfrentamiento entre unos y otros es constante en la vida. El prejuicio contra la homosexualidad a veces parece como que ya no existe, pero no es así. Quizá en el centro de Madrid, en un mundo muy pequeño, sea distinto, pero en cualquier pueblo pequeño siguen sin ser aceptados. Otra paradoja es ese padre que acepta a la chica trans como hermana de su novia pero no a su hijo “porque es su hijo”, contesta. Se trata de qué aceptamos y en qué condiciones.
"El prejuicio contra la homosexualidad parece que ya no existe, pero en cualquier pueblo pequeño siguen sin ser aceptados"
P. ¿Cómo explota las diferencias culturales entre España y México?
R. Lo que me parecía complicado era, por un lado, unir la forma de entender el humor en España y en México porque tenía que funcionar en ambos países. Por una parte ese humor de Miren Ibarguren, fino, seco, directo, que luego va a reventar la boda de su ex diciendo verdaderas barbaridades y se sale de tono. Luego están esos contrastes culturales, los mexicanos dicen cosas a las mujeres como “te arrimas”, que en España las vemos sexistas y nos ofenden. Eso lo viví y las mexicanas se partían de la risa.
P. La película arranca con un sketch y sigue con otra secuencia que funciona como gag. ¿Quería apostar por la comedia pura y dura?
R. Me he lanzado a hacer una comedia sin prejuicios. Decidí no quedarme en el molde, sacarlo todo y hacer comedia a lo bestia. Hay verdaderos gags. Como buen cinéfilo está repleta de homenajes.
P. Hay slapstick y hay un homenaje a Tarantino con esa escena del secuestro. Y luego un tributo a Almodóvar con ese momento del jamón serrano como arma.
R. Hay un optimismo porque es lo que me apetecía y lo que sentía después del confinamiento. Hemos vivido una época tan encerrados, tan gris, sin podernos ni mover y sin poder viajar que poder rodar en México una película me ha llenado de un optimismo brutal. Ese optimismo que tenía también el equipo y todo el reparto se refleja absolutamente en La novia de América.
Me he lanzado a hacer una comedia sin prejuicios. Decidí no quedarme en el molde, sacarlo todo y hacer comedia a lo bestia
P. ¿Cómo recuerda la controversia que causó esa escena homosexual de la ducha de Más que amor frenesí en 1996?
R. En ese momento se podían hacer cosas que iban a romper, ahora la sociedad se ha vuelto más conservadora. En este momento sería imposible hacer una Atómica, conseguir financiación para una película que hablaba de prostitución, de drogas, de corrupción de menores. Ahora eso es más complicado y mas si es en comedia. Me siguen gustando esas películas y estoy orgulloso de ellas. El otro día en la ceremonia de los Goya pasaron algunos fragmentos con otras de Almodóvar y me sentí orgulloso de haber dejado alguna huella.
P. ¿Cuál es su relación con el cine?
R. Estoy enamorado, mi amor es el cine. Le doy todo, al amor de mi vida a lo que es el cine, el poder contar historias y a través de ellas escapar del mundo real, llevar a la gente en esos viajes, cuando una película logra que te olvides de tus cosas, hacerte mas feliz, reflexionar, hacerte reír, hacerte sentir, eso es maravilloso.