Cuando nadie, o casi nadie, hablaba ya de Ucrania tras el Euromaidán (2013-2014), Elie Grappe (Lyon, 1994) se quedó impresionado con la historia de una joven violinista de ese país que formaba parte de la orquesta de su ciudad natal. Francés pero instalado en Suiza, donde estudió cine en Lausana, a Grappe le gusta retratar ámbitos exigentes que requieren de una entrega absoluta como esa orquesta de música clásica de su primer corto, Répetition (2014) o el de la danza que refleja en el siguiente, Suspendu (2015).
Su primer filme está protagonizado por la Olga (Anastasiia Budiashkina) del título, una adolescente que vive en Kiev y destaca por su talento para la gimnasia rítmica. Su madre es periodista y sigue con atención la debacle del presidente prorruso Víctor Yanukóvich. Cada vez más comprometida por las noticias que publica sobre la corrupción del régimen, la madre decide que es mejor que la brillante atleta se traslade a Suiza, país de origen de su difunto padre, por el riesgo para su seguridad. Según Grappe, “la guerra que vivimos ahora no empezó en febrero de 2022, sino en ese momento”.
En el país helvético, Olga por una parte se someterá a la dura disciplina del equipo de gimnasia rítmica de ese país. Por la otra observará, entre la esperanza y el temor por la propia vida de su madre, cómo la revolución que se desencadena en Maidán en 2013 promete cambiarlo todo en Ucrania. Algunos años después, como es sabido, el país vive una guerra atroz desencadenada por los rusos y la experiencia de Olga se ha convertido por desgracia en la de cientos de miles de sus compatriotas. Dice Grappe que con este filme ha querido “retratar el exilio”.
Pregunta. ¿Por qué decidió contar la historia de una exiliada ucrania mucho antes de que se desencadenara esta guerra?
Respuesta. Mi primer corto fue un documental sobre una orquesta juvenil de Lyon. Una de las protagonistas era una violinista ucrania que me contó cómo llegó a Francia antes de la revolución de Maidán. Trabajé mucho con academias de música y de baile y me interesaba mucho esa idea de cómo puedes conciliar una práctica que requiere tanta disciplina y concentración cuando existe un contexto más amplio tan complicado. Fue una historia que me afectó mucho y no supe muy bien por qué, así que quería estudiarlo más a fondo.
P. ¿Occidente cometió un error al olvidarse de lo que pasaba en ese país después de la revolución?
R. Nadie hablaba de Ucrania en ese momento. Sí se habló mucho cuando sucedió la revolución de Maidán y luego la invasión de Crimea y la guerra de Donbass. Pero luego llegó el silencio. Como francés me impresionó mucho esa lucha entre liberales proeuropeos y ultranacionalistas de izquierdas contra un enemigo común. Esa alianza me pareció apasionante. Y las imágenes de las protestas me parecen fascinantes. Son imágenes de YouTube, no son realistas, están muy pixeladas, son reales pero al mismo tiempo se ven lejanas. Me gustaba mantenerme en el punto de vista de una persona en el exilio que las ve de esa manera.
"El Maidán era como un jeroglífico, no entendía nada, pero era muy cinematográfico"
P. ¿Por qué decide ambientar su película en el mundo de la gimnasia rítmica?
R. Ya traté el tema de la danza y no quería volver al mismo asunto. Al principio era como un jeroglífico, no entendía nada, todo es muy específico en ese mundo. Estaba muy intrigado. Era muy cinematográfico, hay movimiento, sonido, los vestidos por supuesto… Me planteaba cómo poner la cámara para retratarlo desde el punto de vista de la experiencia de la protagonista, no quería ponerme por encima. Es un deporte muy institucionalizado que atrae grandes masas, pero al mismo tiempo viven bastante apartados del mundo, en una enorme disciplina y con una regulación muy estricta.
Ese aislamiento no impide que la política, lo que pasa en el mundo, les acabe afectando. Me gustaba reflejar ese contraste entre unas chicas que están entrenando en las montañas de Suiza escondidas del mundo frente a un evento tan espectacular como la revolución de Maidán y la forma en que ambas cosas acaban colisionando. Son como los dos extremos de la realidad.
P. ¿Se ha convertido la experiencia de Olga en el reflejo de cientos de miles de personas después de la guerra?
R. Es una película sobre el exilio, sobre lo que significa sentirse atado por distintas fidelidades y afectos. Es una historia que está cerca de cualquier historia de exilio que conozco cerca de mí. Sucede que sigues a tiempo real desde la distancia lo que pasa en tu país. Eso te coloca en el mundo como si flotaras porque estás entre dos realidades. Por una parte está el lugar en el que vives, el tangible, pero también ese otro de Skype y noticias por internet. Quería explorar esa especie de abismo en el que viven las personas exiliadas.
"Quería explorar esa especie de abismo en el que viven las personas exiliadas"
P. ¿Hay una parte universal que es el “coming of age” de la protagonista de niña a mujer?
R. Trata sobre el nacimiento de una conciencia política. Pero también me interesaba la gimnasia rítmica porque es un mundo en el que desde los 10 años están entrenando muy duramente. No es una infancia normal. Era importante no mostrar el deporte como una especie de ilusión que Olga debe abandonar si quiere convertirse en un adulta. No se trata de que deba escoger entre una cosa y otra. Por eso no quería que pareciera que esa maduración significa que deja la competición por algo más “serio” como la política. No es eso.
P. Vemos esas imágenes felices de la revolución de Maidán, pero hiela la sangre pensar el precio tan alto que están pagando los ucranios. ¿Valió la pena?
R. Por supuesto. Ellos decidieron hacer esa revolución. El precio que están pagando hoy es espantoso pero eso no significa que la revolución fuera ilegítima. Tendemos a pensar que las revoluciones acabarán mal, son demasiado radicales… Pero hay algo que es muy emocionante y legítimo porque la gente estaba luchando por algo y eso es hermoso. No hay sarcasmo en esta historia, no hay ironía en esas imágenes vistas desde el presente por mucho que lo que sucede sea tan terrible.
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P. En la película aparece un personaje que defiende la posición de Putin. ¿Cree que esa percepción ha cambiado después de la guerra?
R. Creo que ahora la gente es más consciente de la realidad. Muy pocas personas hoy apoyan a Putin, está muy claro. En ese momento no era tan evidente, muchos lo defendían. El problema es que mucha gente piensa que puede tener una opinión después de leer un artículo. Cuando comencé a investigar en este asunto, al hablar con ucranios que vivieron eso realmente, me di cuenta precisamente de lo humilde que debo ser.