El cineasta Alain Tanner, representante de la nueva ola del cine suizo de los 70, falleció el pasado domingo a los 92 años. Autor de películas trascendentales del cine europeo de la segunda mitad del siglo XX como La salamandra (1971), Jonás, que cumplirá los 25 en el año 2000 (1976), Messidor (1979) o En la ciudad blanca (1983), Tanner elaboró un cine a contracorriente y crítico con la sociedad suiza, a la que consideraba “una nación engreída y adormecida por una fácil ideología de neutralidad”. Solía mostrar en sus películas personajes alienados que se involucran en complejas relaciones para encontrar nuevas vías para la existencia.
Aunque parece que la fama de Tanner se ha ido desdibujando fuera de Suiza con el paso de los años, en España marcó a toda una generación de directores en los años de la Transición, a aquellos jóvenes como Fernando Trueba y Fernando Colomo que despuntaban con aquello que se llamó la comedia madrileña. “Cuando yo empecé con Ópera prima, tenía una influencia clarísima de Truffaut y el cine suizo de Alain Tanner, el de La salamandra”, ha comentaba en alguna ocasión Fernando Trueba, que bautizó a su hijo Jonás por una de las películas mencionadas antes.
Además, Tanner mostraba un interés genuino por nuestro país, que retrató en El hombre que perdió su sombra (1991), que sigue los pasos de un hombre maduro que, harto de su vida en París, lo abandona todo y decide marcharse a San Miguel de Cabo de Gata, a una casa justo en el bar de un antiguo emigrante español que conoció hace tiempo. En el reparto aparecían Paco Rabal y Ángela Molina.
Nacido en Ginebra en 1929, y tras estudiar Ciencias Económicas, Tanner creó junto a su amigo Claude Goretta el cine club universitario de su ciudad natal. A los 23 años se enroló en la marina mercante y después vivió unos años en Londres, donde trabajó en el British Film Institute como ayudante de producción y acabó por encontrar su camino en la vida: el cine. En estos años rueda Nice Time (Picadilly la nuit), que conquistó el premio experimental del Festival de Niza.
De regreso en Suiza, fue director de la Télévision Suisse Romande, donde dirigió varios documentales y en 1968, de nuevo con Goretta, fundó el colectivo Groupe 5 -en el que también encontramos a los cineastas suizos Michael Soutter, Jean-Louis Roy y Jean-Jacques Lagrange-. El objetivo de este grupo era que la televisión suiza les financiará largometrajes rodados en 16 mm y posteriormente hinchados a 35 mm para la distribución.
Así logró Tanner sacar adelante su primer filme, Charles, vivo o muerto (1969), que se impuso en el Festival de Locarno y se estrenó a lo largo y ancho del planeta. La película, inspirada por los acontecimientos de Mayo del 68, sigue a un acaudalado fabricante de relojes suizos que decide abandonarlo todo el día del centenario de la firma uniéndose a una pareja de marginados.
En 1971 estrenó La Salamandra, un vibrante y poético retrato generacional en el que dos jóvenes escritores noveles interrogan a Rosemonde, una chica de clase trabajadora que es sospechosa de haber disparado a su tío. La película, intensa y hermosa, arrasó en la taquilla europea. Tres años después llegaría El centro del mundo (1974), en la que el aspirante a político Paul (uno de los muchos Paul que pueblan la filmografía de Tanner) se enamora de una camarera de origen italiano en un pequeño pueblo de Suiza, presentando Tanner una metáfora sobre los contrastes entre riqueza y pobreza.
Aliado con el escritor John Berger, el cineasta concibió una extraña comedia titulada Jonás, que cumplirá los 25 en el año 2000 (1976), una obra coral que volvía a plantearse las derivas del Mayo del 68. En Messidor (1978) volvería a utilizar los contrastes como motor narrativo de una historia de robos protagonizada por una universitaria y la dependienta de una tienda.
En 1981, tras una operación de corazón, volvió más combativo que nunca con su primer filme rodado en inglés, A años luz, que le valdría el premio del jurado en Cannes, y con En la ciudad blanca (1983), filme protagonizado por un conmovedor Bruno Ganz, que interpreta a un marinero que deserta y vaga por Lisboa.
No Man’s Land (1985), uno de sus filmes más preocupados por la estética y los paisajes, supuso su primer trabajo con la actriz Myriam Mézières, con la que Tanner mantuvo una larga relación sentimental. Ella sería la protagonista y coguionista de las posteriores Una llama en mi corazón (1987), El diario de Lady M. (1993) y Flores de sangre (2002), y responsable de que la sexualidad cobrara mayor importancia en la filmografía de Tanner.