María (y los demás) fue una de las grandes sorpresas de la cosecha española de 2016, un filme con una excelsa combinación de drama y humor que navega por la crisis de los 30 apegado al rostro de una Barbara Lennie en estado de gracia. Desde entonces, había ganas de que su directora Nely Reguera (Barcelona, 1978) presentara un nuevo largometraje, pero lo cierto es que se ha hecho esperar. No es que la directora haya estado procrastinando, ya que ha dirigido capítulos de series como Heavies tiernos, Benvinguts a la familia o Valeria, al tiempo que seguía cultivando su interés por la docencia.
Si hay algo que ha retrasado de verdad el regreso de Reguera a la gran pantalla es la Covid, que provocó el aplazamiento del rodaje de La voluntaria en un par de ocasiones. Felizmente, este viernes se estrena el filme, en el que Carmen Machi interpreta a una doctora recién jubilada que decide viajar a un campo de refugiados en Grecia. Allí, además de sentir que no conecta con sus compañeros, creará un estrecho vínculo con un niño huérfano que pondrá en duda las razones últimas que motivan su generosidad.
Pregunta. ¿Cuál es el origen del filme?
Respuesta. Estuve de voluntaria en un campo de refugiados en 2016. Me fui con unas amigas para colaborar con OCC, una ONG catalana muy parecida a la de la película, que tenía una pequeña escuela. Fue justo después de que Europa llegara a aquel acuerdo tan discutible con Turquía para cerrar las fronteras. La relación entre voluntarios y refugiados es muy compleja, la experiencia me removió y me preguntaba qué estaba haciendo allí, cómo podía ayudar de verdad, qué tipo de lazos afectivos debía establecer con esos niños que han sufrido tanto, que lo han perdido todo, y a los que después de un tiempo tú misma vas a abandonar para volver a las comodidades de tu casa.
P. ¿Llegó a entender el papel que debía desempeñar?
R. Los voluntarios, quizá inconscientemente, tienen cierta tendencia a querer ser los protagonistas, a pensar que su taller en la escuela es más importante incluso que lo que les ocurre a estas personas. Afortunadamente, pasan unos días y te acabas ubicando y te dejas de chorradas.
P. ¿De dónde surge el personaje de Marisa, al que da vida Carmen Machi?
R. Me apetecía hablar sobre una jubilada que se sintiera desubicada, sin saber bien qué hacer con su vida. A Marisa le hubiera gustado tener nietos y una mejor relación con sus hijos, por eso se siente frustrada y busca ser de utilidad. Trabajando con los guionistas Edu Solà y Valentina Viso apareció la idea de unificar el tema de los campos de refugiados, un lugar repleto de personas que necesitan apoyo, con este personaje que tiene tantas ganas de dar y de cuidar. Marisa se siente en un limbo y, salvando todas las distancias, los refugiados también lo están.
P. ¿Es la frustración por no tener nietos lo que lleva a Marisa a cruzar los límites?
R. Es algo que veo a mi alrededor. Mis padres no han sido abuelos, al igual que los padres de muchos de mis amigos y, sí, existe una frustración con este tema. Marisa llega a un sitio donde hay muchos niños, y la mayoría arrastran traumas de todo tipo. Ella tiene un impulso maternal, pero sus propias carencias le juegan una mala pasada y no es capaz de anteponer el bienestar de ese niño al suyo.
Paternalismo europeo
P. ¿Es el personaje de Marisa una metáfora sobre cómo trata Europa a los refugiados?
R. Sí, Marisa representa todas las contradicciones de la sociedad occidental. Por un lado, tiene buenas intenciones, un verdadero sentimiento humanitario, ganas de colaborar y ayudar, pero no puede evitar cierto paternalismo, como si ella supiera lo que les conviene a los refugiados mejor que ellos mismos.
P. ¿Fue complicado encontrar el tono del filme?
R. Siempre tuvimos claro que no queríamos caer en el melodrama. Era importante que hubiese humor, pero no era fácil introducirlo en este contexto. Llegamos a la idea de que nos íbamos a reír de nosotros mismos, del occidental que va allí, y no tanto del refugiado. De manera que, al final, la comedia aparece a partir de los pequeños conflictos que se dan entre voluntarios de distintas generaciones. En cualquier caso, queríamos entrar en el campo con cierto humor, porque cuando Marisa llega todo parece excesivamente bonito, casi feliz: está lleno de niños, hace buen tiempo… Poco a poco, sin embargo, aparece el drama y la tensión.
P. ¿Por qué consideró que Carmen Machi era ideal para el papel?
R. Aparte de todo su talento, Carmen tiene la capacidad de generar una gran proximidad con el público, que siempre empatiza con ella. Yo no quería llegar allí y que la actriz le diera un peso dramático al personaje, sino al revés. Mi intención era que todo fuera más ligero al principio y que la historia lo fuera tensando todo.
P. ¿Buscaba un estilo más documental?
R. Si te fijas, apenas hay música. Tanto con la cámara como con el resto de elementos buscábamos realismo, veracidad, verosimilitud, que hubiera el menor artificio posible. Intentamos que hubiera pocos planos y que la interacción entre los personajes fuera lo más real posible. La combinación entre actores como Carmen o Itsaso Arana y refugiados reales fue, sin duda, compleja.
P. ¿El rodaje fue tan complicado como aparenta?
R. Íbamos a utilizar otro campo como escenario, pero lo desmantelaron porque el terreno fue vendido a una empresa china. Entonces, tuvimos que utilizar este lugar al que fui por primera vez tres días antes del rodaje. Y con la pandemia todo fue muy difícil. Grecia estaba con muchos más contagios que España.
P. ¿Qué opina de la manera en la que Europa está gestionando la crisis de refugiados ucranianos?
R. Europa está mostrando su racismo al acogerlos y tratarlos de manera diferente a cómo ha hecho con el resto de refugiados.