Escena de la película 'Regreso a Reims', de Jean-Gabriel Périot. / Atalante

Escena de la película 'Regreso a Reims', de Jean-Gabriel Périot. / Atalante

Cine

Jean-Gabriel Périot: "Es difícil entender que los obreros voten a la ultraderecha"

La película 'Regreso a Reims' traza una historia crítica de la evolución de la clase obrera desde el comunismo hasta caer en las garras de la ultraderecha

10 junio, 2022 03:15

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El ascenso de la ultraderecha en Francia y en toda Europa sigue provocando ríos de tinta. Una pregunta sobrevuela por encima de todas las otras: ¿por qué la clase obrera vota al "enemigo"? ¿Cómo es posible que muchos hayan pasado de comunistas al extremo contrario? "No hay un 40% de franceses fascistas", dice de entrada Jean-Gabriel Périot (Bellac, 1974), autor de otras cintas de corte político como Una juventud alemana (2015) o Nuestras derrotas (2019).

Son muchas las preguntas a las que trata de buscar respuesta Regreso a Reims, película en la que Périot adapta el ensayo autobiográfico homónimo del sociólogo francés Didier Eribon (publicado en España por libros del Zorzal). Por una parte, vemos las brutales condiciones que tuvo que padecer la clase obrera en el siglo XX: jornadas laborales interminables en fábricas peligrosas, sueldos de miseria y apartamentos pequeños sin ventanas. Por la otra, la forma en que esa violencia estructural acaba generando violencia contra quienes se perciben más débiles: mujeres, homosexuales o inmigrantes.

Utilizando imágenes de archivo como forma de convertir una experiencia individual en colectiva, Périot se interroga sobre las "contradicciones" de esos obreros que en muchos casos hoy apoyan a Le Pen. De manera poética, con algunos momentos demoledores como el de esa limpiadora que dice sobre todo sentir "indiferencia" del mundo hacia ella y los de su condición, Regreso a Reims apunta también a la "traición" del Partido Socialista a los desfavorecidos o factores psicológicos para explicar ese ascenso ultra. "La naturaleza humana necesita agredir a quien percibe como más débil", opina el director.

Pregunta. ¿Quería hablar de la clase obrera sin idealizarla?

Respuesta. No creo que haya nada puro y perfecto, debemos buscar las contradicciones cuando reflejamos cualquier situación. Si hablo de la clase obrera en general hay una mitología que se relaciona con esa idea de la "víctima ideal". Me interesan los rincones ocultos y problemáticos. Evitar esas contradicciones en realidad significa deshumanizarlo. Y la clase obrera no ha sido jamás ni es perfecta. El realismo socialista por ejemplo quiso dar esa imagen inmaculada. El problema muchas veces es que esa representación la realizan burgueses que en realidad no la conocen en absoluto. Tratan de mostrar que son más de izquierdas que nadie y se presentan como más revolucionarios que las clases populares, representan a los obreros como si fueran inatacables. Por supuesto, ha habido explotación y un gran sufrimiento, pero también hay misoginia, racismo… En parte por eso muchos han acabado apoyando al Frente Nacional. Yo provengo de ese lugar y me niego a representar mi familia como si fuera perfecta.

P. ¿Por qué ha decidido adaptar el libro de Didier Eribon con imágenes de archivo y no mediante la ficción?

R. Hay muchas razones. La primera es que la calidad literaria del libro emociona a muchos lectores porque mediante su intimidad refleja la vida de muchas personas. Al utilizar imágenes de archivo puedo mostrar más experiencias que enriquecen la de Eribon. Eso me permite de ampliar el foco a otras experiencias y salir del retrato de una familia específica. Cuando escuchamos a otros obreros explicarse por sí mismos no podemos contradecirles, es su experiencia que se dirige directamente a nosotros. Es una manera de presentarles de manera objetiva. Con una ficción te colocas de manera inmediata en la representación, debes recrear una época y los propios actores franceses no tienen el cuerpo ni el aspecto de esta gente.

P. ¿Existe una imagen estereotipada del obrero en el cine creada por burgueses?

R. En el cine francés es sorprendente cómo sucede con frecuencia que directores de familias privilegiadas reflejen a los obreros sin tener ni idea. Surgen unas películas llenas de clichés terribles. Por supuesto es posible hacer películas sobre medios que no conocemos, pero ves siempre esa voluntad de demostrar que están a la izquierda. Eso no funciona. Políticamente lo relevante es que los obreros raramente pueden acceder a realizar películas. La inmensa mayoría de los directores franceses proceden de clase alta. No hace falta ser pobre para filmar a los pobres pero lo que vemos es un cine social problemático.

Hay algo en la naturaleza humana por la que debemos agredir a otros para sentirnos mejor

P. Además de las jornadas agotadoras o las graves enfermedades que las fábricas provocaron, ¿la máxima frustración sucede por la falta de expectativas, la certeza de que nada mejorará?

R. El medio en el que crecemos nos limita de muchas maneras. Hablando de mi propia experiencia, le escondí durante mucho tiempo a mi familia que hacía películas. Un trabajo técnico es otra cosa, pero cuando tomas la palabra está mal visto. Se ve como algo pretencioso. Es realmente extraño que sintiera que debía ocultarlo. Para todos es muy difícil romper los esquemas que nos vienen de familia. En mi caso me sentía casi como un traidor a mi clase. Esa ruptura con lo que sientes que se espera de ti es muy difícil. Yo no me veía capaz de seguir viviendo en el mismo barrio de mi infancia. Hay una limitación que también es psicológica.

P. En la película se sugiere que parte del éxito del Frente Nacional se debe al hecho de que permite a obreros blancos colocarse "por encima" de los inmigrantes, ya que eso les devuelve un cierto sentido de dignidad machacado por la clase alta. ¿Está de acuerdo?

R. Hay algo en la naturaleza humana por la que debemos agredir a otros para sentirnos mejor. Necesitamos encontrar a alguien a quien hacer daño porque creemos que es más débil que nosotros. Eso también lo vemos en la película con esos hombres que después de jornadas espantosas en la fábrica necesitan atacar a sus mujeres para recuperar su autoestima y sentirse victoriosos. Toda esa mala energía acumulada por la explotación y el abuso al final no se acaba dirigiendo contra el propio sistema o los políticos que lo perpetúan sino contra aquel que no es como yo, el inmigrante. Es irracional pero es una forma de buscar culpables o excusas. En la propia Francia hay también una larga historia de racismo colonial como vimos en la guerra de Argelia. En la película vemos cómo el propio Partido Comunista acaba copiando el discurso del Frente Nacional y dice eso de "dos millones de parados, dos millones de inmigrantes".

Fotograma de 'Regreso a Reims'.

Fotograma de 'Regreso a Reims'.

P. ¿Pesa más el racismo que el hecho de que las políticas de ultraderecha recortan servicios públicos y bajan impuestos a los ricos?

R. Para mí es difícil de entender cómo los obreros acaban votando a la ultraderecha del mismo modo que no entiendo cómo se puede ser judío y antisemita u homosexual y homófobo. Es curioso cómo determinadas personas pueden estar a la vez en la posición de dominado y dominante. Hoy vemos que hay feministas y lesbianas de derechas. Una vez que determinadas luchas comienzan a ser exitosas y salen de la clandestinidad vemos cómo se reequilibra su posición en la sociedad. Es algo sorprendente pero participa del hecho de que la vida es complicada.

P. En la película también se señala la "traición" de Mitterrand y el Partido Socialista en los años 80 a la clase obrera tras la enorme ilusión que provocó su victoria. ¿Hubo tal traición?

R. Fue una decepción enorme. Cuando Mitterrand se impuso hacía muchos años que la izquierda no ganaba. Fue un sueño cumplido para muchos. Esa derechización fue un fenómeno que sucedió en toda Europa, lo vimos con Blair en Reino Unido o Schroeder en Alemania. Fue un gran error. No sé cuál puede ser la explicación, la revancha social al acceder al poder puede ser una. Prefirieron traicionar a quienes les habían votado y se convirtieron en personajes del establishment. Eso hizo mucho daño. En Francia el Partido Socialista ahora casi ni existe y sin duda una de las razones de Le Pen es esa traición. Eso desesperó a los electores de izquierda porque si eso era la izquierda, no había opción. La ventaja es que el voto del Frente Nacional no es fiel. Es un voto de protesta. En algunas zonas de Francia primero votaron a Mélenchon (el candidato más a la izquierda) y luego en la segunda vuelta cambiaron por Le Pen. No tiene mucho sentido y lo que se ve es que es un voto de castigo a Macron y al sistema. Muchos de esos lugares tienen una población en su mayoría emigrante con lo cual queda aún más claro ese elemento de pura protesta. No hay un 40% de franceses fascistas.

Todos tenemos a un reaccionario dentro y creo que es importante buscar nuestros propios espacios de contradicción

P. Se habla mucho del malestar social en Francia pero sigue siendo uno de los países más ricos y con mayor bienestar del mundo. ¿Cuáles son las causas profundas?

R. Hay un malestar. La parte positiva es que seguimos siendo un país combativo. La manifestación forma parte del ADN de Francia. Las cosas se mueven a pesar de todo y hay esperanza en un proyecto emancipador de izquierdas. Es cierto que si miras el mundo no somos conscientes de la suerte que tenemos en muchos aspectos. Hasta cierto punto Francia es un país que no ha hecho el duelo de su pasado colonial. Tenemos una pretensión universalista que no se ejecuta. Frente a todo eso hay cosas muy bellas que pasan en la población y movimientos solidarios.

P. ¿Cree que el discurso de la derecha, el "no hay alternativa" o "el Estado del bienestar crea vagos", se ha impuesto como hegemónico?

R. Hay una gran victoria ideológica de la derecha, sin lugar a dudas. Eso queda claro cuando ves que algunos de sus postulados están totalmente integrados en la sociedad como verdades indiscutibles. Eso comienza con la revolución neoliberal de Reagan y Thatcher. El propio Partido Socialista ha adoptado en gran parte ese discurso. Parte del problema es que nadie plantea otro modelo, no hay un proyecto utópico para proponer. Y cuando los ha habido, como en Latinoamérica, no han funcionado. De alguna manera todos tenemos a un reaccionario dentro y creo que es importante buscar nuestros propios espacios de contradicción.

P. ¿Cree que es correcta la afirmación de que la izquierda se ha centrado demasiado en las políticas identitarias y de alguna manera se ha "olvidado de los pobres"?

R. En el caso de Francia, la izquierda de manera voluntaria ha deshecho la idea de la estructura social de clases. Eso se ha transformado en categorías identitarias. Con ello se ha terminado con los movimientos sindicales y cada trabajador libra su propia lucha. Los empleados y los parados se han individualizado. Aislados los unos de los otros, han perdido capacidad de negociación. Los socialistas llevan años planteando medidas de cambio y finalmente no cambian nada.