Arthur Harari: "Lo más complejo de 'Onoda' fue manejar el tiempo"
El director francés aborda la historia real de un soldado japonés que continuó combatiendo en la II Guerra Mundial en una isla de Filipinas hasta 1974
7 mayo, 2022 02:12Noticias relacionadas
Hiro Onoda fue el último soldado japonés que se rindió en la Segunda Guerra Mundial. Lo hizo en 1974, tras pasar 30 años sobreviviendo en la pequeña isla de Lubang, en Filipinas. Allí llegó en los estertores del conflicto, poco antes del desembarco de los estadounidenses, pero había recibido una formación especial para conformar una guerrilla y órdenes de no abandonar bajo ningún concepto su misión. Sin contacto con sus mandos, mantuvo la delirante empresa después de la capitulación de su país, con la compañía inicial de otros tres soldados. Escondidos en la jungla, se dedicaron a quemar cosechas, robar e, incluso, asesinar a los habitantes de la isla.
El director francés Arthur Harari (París, 1989), que debutó en el largometraje en 2017 con el thriller Diamant Noir, afronta en Onoda, 10.000 noches en la jungla la increíble historia de este militar que fue recibido como un héroe en Japón tras su tardia rendición. Ganadora del Premio Especial del Jurado y del premio al mejor guion en el Festival de Sevilla, el filme funciona como una epopeya antibelicista que en sus 165 minutos navega entre el cine de aventuras y el drama existencialista, con vetas de un afilado humor negro y un apartado visual impactante, que recuerda al cine bélico de los años 70.
Pregunta. ¿Por qué le atrajo de la historia de Onoda?
Respuesta. Es difícil no interesarse por esta historia, porque parece imposible pero es real. Más allá de ese aspecto general, me sentí personalmente apelado por las aventuras de Onoda, ya que tiene una dimensión de resistencia a la realidad con la que me identifico, porque mi relación con el mundo siempre ha estado muy mediatizada por el cine y por el deseo de ficción. La historia del personaje es la de alguien que reduce el mundo a una ficción.
“El filme está muy próximo a mitos literarios y culturales como Robinson Crusoe, el Quijote o Ulises”
P. ¿Qué retos planteaba llevar la historia a la pantalla?
R. El primer desafío era el guion. Los trabajos que había realizado previamente no tenían nada que ver. Lo más complejo era manejar el paso del tiempo, porque la historia comprende varias décadas y era algo que me daba cierto pánico. Solo tenía la idea de que quería contarlo de manera lineal y, curiosamente, no lo respetamos. Me dio la sensación de que para reflejar ese vértigo del paso de los años había que apostar por una estructura más compleja.
P. ¿Cómo dio con la manera de manejar el tiempo?
R. Experimentando con varios tipos de narración junto al guionista Vincent Poymiro. Acabamos comprendiendo que era necesario dramatizar el paso del tiempo. Al final, abordamos en pantalla pocos años respecto a todo el tiempo que comprende la peripecia de Onoda. De hecho, hay dos décadas que no aparecen en el filme, que se saltan a través de una elipsis en la que se produce un cambio de actores. Uno de mis grandes temores era perder aquí la atención y la confianza del espectador, pero creo que funciona porque previamente conseguimos establecer una intimidad con los personajes.
P. ¿Cuáles son los motivos que llevaron a Onoda a permanecer 30 años en la jungla?
R. Sigue siendo un misterio. Para mí, en cualquier caso, existen dos Onoda: el real y el personaje que creamos para la película. Es un retrato en el que he proyectado muchas cosas, algunas personales. Pero si hubiera conocido al auténtico Onoda no creo que hubiera alcanzado ninguna certeza. Mi intuición es que tenía una necesidad de escapar por la que no quería vivir como el resto de sus compatriotas. Pero creo que es algo que tiene también relación con la ficción. Fue lanzado a un lugar ajeno, un territorio tan virgen como la Luna, en el cual podía proyectar su imaginario y reinventarse a sí mismo.
P. ¿Qué fue lo más duro de rodar en la selva de Camboya?
R. Tengo la impresión de que, en realidad, no fue tan complicado. Eso sí, tuvimos que lidiar con la salvaje deforestación que sufre el país. Muchos terrenos están siendo vendidos a China, que ejerce una suerte de gran imperialismo en la zona, y el paisaje cambiaba mucho casi de un día para otro. De repente, en algunas de las localizaciones habían construido una enorme carretera que llevaba a un resort y nos veíamos obligados a modificar nuestros planes. Pero, en realidad, no nos encontramos nada que no pudiéramos sobrellevar.
P. El visionado trae a la cabeza películas bélicas como Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979) o historias de aventuras como Robinson Crusoe, de Daniel Defoe. ¿Le influyeron de alguna manera?
R. No, al menos, de manera directa. Tengo una gran admiración por Apocalypse Now, pero es una película que no he visto desde hace muchos años y tiene una dimensión excesiva, barroca y pesadillesca que es ajena al imaginario de esta película. Pero creo que Onoda sí está muy próxima a una serie de mitos literarios y culturales como Robinson Crusoe, el Quijote o Ulises. En realidad no los he leído, y supongo que algún día debería hacerlo, pero están en la fundación de nuestra cultura y de alguna manera forman parte también de esta película.