Referente de la vanguardia cinematográfica, la modernidad y el compromiso político durante toda su carrera, primero como productor de Los golfos (Carlos Saura, 10960), El cochecito (Marco Ferreri, 1960) y Viridiana (Luis Buñuel, 1961) y después como director de algunas de las películas más atrevidas y a contracorriente del cine español, Pere Portabella (Figueres, 1927) protagoniza una retrospectiva organizada por Filmoteca Española durante los meses de abril y mayo de 2022. El programa incluye todos los cortometrajes y largometrajes dirigidos por Portabella, entre ellos Nocturno 29 (1968), Vampir-Cuadecuc (1970), Umbracle (1972), El sopar (1974-2018), Informe general (1976), Puente de Varsovia (1989), El silencio antes de Bach (2007), o Informe general II. El nuevo rapto de Europa (2015).
Portabella, que en sus películas colaboró con los pintores Joan Miró y Antoni Tàpies, el poeta Joan Brossa o el músico Carles Santos, y que formó parte de aquella gauche divine que transgredió las normas en Barcelona de los 60, también se implicó en el clima de compromiso político democrático de la cultura en los años 70, y en 1977 fue elegido senador, participando en la Comisión de la Constitución de 1978. Hablamos con el director a su paso por Madrid para presentar la retrospectiva.
Pregunta. ¿Cuál cree que es el motivo por el que su cine sigue siendo admirado a nivel nacional e internacional?
Respuesta. En los años 60, con Viridiana, en complicidad con Luis Buñuel, hice un planteamiento de impugnación, intencionada desde el principio, del control ideológico de los estados y las multinacionales, de las grandes producciones… Del capital, en general. Fue un gran escándalo y ahí senté las bases. Desde entonces he seguido así y vosotros me habéis traído hasta aquí, hasta la Filmoteca.
P. ¿Cuáles eran las claves de esa impugnación?
R. La confrontación fundamental es la recuperación de la subjetividad de los ciudadanos, de aquellos que quieren emanciparse de estar a merced de ese control ideológico. La cultura es una burbuja concreta ideal en ese sentido y nosotros como especie hemos sido capaces de ir evolucionando, reconociéndonos a nosotros mismos y a los otros… Mi planteamiento es que uno no es nadie sin los otros.
P. Por tanto, la participación activa del público siempre ha sido fundamental en sus películas, ¿no?
R. Mis películas no tienen argumento. Yo aconsejo que el espectador se siente, se olvide absolutamente de mí y que haga su recorrido. El resultado final es el tuyo. Pero la participación activa no es solo importante cuando vas al cine, también lo es en la vida. La subjetividad es fundamental para intentar ser alguien.
P. ¿Qué tal los actos en los que has participado en la Filmoteca?
R. Siempre que me llaman para un coloquio voy encantado, pero pongo la condición de que la estructura del acto sea la de una conversación entre todos, y yo uno más. Prefiero que sea un diálogo entendido de esta manera.
P. ¿Qué opinión te merece el cine hoy en día?
R. Es obvio que cada vez deja menos margen a la subjetividad. Aunque hay alguna excepción, está dentro de lo que es el mercado. Hay que ver globalmente qué es lo que está pasando. Hay una situación de crisis tremenda, el planeta se va al garete. Y no es demagogia, soy un ciudadano atento a la situación que hay en el mundo: por un lado, el crecimiento brutal por parte de los sistemas económicos y financieros de verticalidad; por el otro lado, el hecho de que vivimos en un planeta finito. Nos tenemos que preocupar todos.
P. En este tipo de retrospectivas es muy habitual que se ponga el cine del protagonista a dialogar con otros directores. No es el caso, ¿pero con qué cineastas cree que hubiera tenido sentido hacerlo?
R. Hay muchísimos. Por ejemplo, Albert Serra. No quiero ponerme a citar nombres porque seguro que me olvido de unos cuantos, pero hay muchos cineastas que hacen lo que pueden con una sensibilidad tremenda. Son los herederos de los movimientos que empezaron a partir de los años 40 y 50, que fueron dejando atrás todo lo que significaba el romanticismo. Fuimos bastantes los que nos metimos allí y ahora hay cineastas con intención y que realizan un gran esfuerzo.
P. ¿El cine es un arte colectivo, cuáles han sido los colaboradores más importantes que ha tenido?
R. Muchos. Me han influido artistas como Picasso, he tenido relación con Miró, con el que hice cuatro películas, con Picabia… En los 40 y 50 con esta gente que hacía un esfuerzo por lo que significan las rupturas progresistas e internacionales como Pasolini y Godard. Y de repente yo entré ahí con el escándalo de Viridiana, un bombazo tremendo, y ya está. Desde entonces aquí estoy.
P. ¿Cómo recuerda aquella polémica con Viridiana?
R. Lo recuerdo siempre con mucho afecto. Fue espléndido, estupendo. Fue una maquinación redonda, que viví al límite, asumiendo todas las consecuencias.
P. ¿Qué tal fue su relación con Buñuel?
R. Lo conocí en Cannes cuando fuimos a proyectar allí Los golfos, de Carlos Saura, de la que también fui productor. Me lo encontré en un ascensor, pero no tenía ni idea de que estaba por allí, así que me quedé pasmado. Todo surgió de una manera muy natural y fue fantástico. Tanto con Buñuel como con Miró y todos estos artistas fue genial trabajar. Yo era muy joven y ellos mayores. La impugnación que planteamos tuvo la respuesta que merecía, fue un éxito. La estrategia de ataque jugó muy a favor, en sectores muy importantes. Era una estrategia política que pretendía reventar el sistema, no para obtener mejores subvenciones ni ningún otro beneficio personal.
P. ¿Cómo recuerda aquella época de la gauche divine y la Escuela de Barcelona?
R. Yo estuve circulando por muchos sitios, pero fue en Barcelona donde viví más tiempo. Fue un periodo estupendo a nivel de amigos y familia y vivimos de manera apasionada, con una gran sensibilidad y buscando la transgresión en todas las disciplinas. Algunos ya estaban siguiendo lo que hacían Godard o Pasolini y yo pensé en meterme ahí con esa visión global que ya tenía, aunque fue todo un poco por azar. Éramos antifranquistas, pero vivíamos muy bien. La gauche divine era una mezcla muy sabrosa.
P. ¿Qué poso le ha dejado su paso por la política?
R. Las instituciones están ahí, y hay que decir que están y ver que se puede hacer con ellas. Hay que actuar como ciudadanos buscando no solamente las complicidades sino la necesidad en nosotros mismos de intentar recuperar una forma de vida a nivel global en la que nadie sea objeto de humillación o de desastre.
P. ¿Le preocupa la situación política de España?
R. Hay motivos objetivos para estar preocupado. Estamos en un momento tremendo. El planeta está en una situación de crisis vital. Estamos viviendo una situación de desidia en la que la capacidad de sobrevivir a partir de los recursos naturales es a corto plazo imposible. Como especie tenemos unas responsabilidades serias. No podemos tirar para adelante diciendo ‘ya veremos’, porque ya está pasando.
P. ¿Cuál es el secreto para estar tan bien a los 95 años?
R. Yo he vivido intensamente, muy intensamente, con responsabilidades tremendas, en asambleas y con activismo a punta pala, y lo que me ha mantenido bien es la subjetividad.