A lo largo de su filmografía, los hermanos Coen han combinado los filmes que partían de ideas originales con adaptaciones de obras literarias de destacados autores estadounidenses del siglo XX como Dashiell Hammett (Muerte entre las flores, 1990), Cormac McCarthy (No es país para viejos, 2007) o Jack London (una de las historias de La balada de Buster Scruggs, 2018).
Todos ellos, en cualquier caso, estaban bien alineados con el universo Coen –o quizá podríamos decir que contribuyeron a configurarlo–, ya fuera en su vertiente más noir (Hammett) o en su acercamiento al wéstern (McCarthy y London). Sin embargo, los célebres hermanos también se habían atrevido con Homero en la fantástica O Brother! (2000), una desacomplejada revisión de La Odisea –incluso traición– que acababa siendo un hilarante fresco de la cultura y el folclore norteamericanos.
Ahora, Joel Coen ha vuelto a posar su mirada en un texto clásico, Macbeth, pero su acercamiento no ha requerido de experimentos posmodernos, quizá porque temáticamente la obra se ciñe como un guante a buena parte de su corpus fílmico.
Estamos ante la historia de un crimen, o más bien, la historia del precio que es inevitable pagar por el crimen cometido, algo que se encuentra en el corazón de películas como Sangre fácil (1984), Fargo (1996) o la ya mencionada No es país para viejos. Al fin y al cabo, todas las películas de los Coen podrían asumir el lamento de Macbeth de que “la vida no es más que una sombra en marcha; es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no significa nada”.
Vocación Popular
Además, salvando la distancia de 400 años, hay algo que conecta de manera poderosa al Bardo de Avon con el cineasta de Minneapolis: ambos son creadores de vocación popular, con el entretenimiento del público como meta definitiva de sus creaciones. Aunque curiosamente este Macbeth, que se estrena en España directamente en Apple Tv, quizá sea demasiado hermético y oscuro para el gran público. Droga dura, que dirían algunos.
Temáticamente la obra se ciñe como un guante a la filmografía de los Coen: el precio a pagar por el crimen cometido
Si hablamos de Joel y no de los hermanos Coen es porque Ethan, por primera vez en más de 35 años de carrera, no ha acompañado a su hermano en esta aventura. El pequeño de la saga ha decidido aparcar el cine para centrarse en el teatro (curiosa ironía), pero no parece que haya problemas irreconciliables entre ambos. Así, al menos, lo manifestaba Joel en una entrevista el pasado septiembre en Deadline: “Nos hemos tomado un descanso el uno del otro para poder perseguir otras metas. Creo que hacer Shakespeare es algo que a Ethan no le interesaba, y él está haciendo cosas que a mí no me interesan, y eso es algo que siempre hemos hecho mientras no estábamos sacando adelante una película. [...] Pero esto no significa que no vayamos a trabajar nunca más juntos, solo significa que no lo hacemos ahora”.
Joel Coen, sin embargo, no ha querido perder las viejas costumbres y ha vuelto a optar por la bicefalia para sacar adelante el proyecto. Frances McDormand, que además de su actriz fetiche es su pareja desde los años 80, no solo interpreta a Lady Macbeth sino que también ejerce de productora del filme. No parece baladí que, en el primer proyecto que lideran juntos, en el centro del relató se encuentre un matrimonio, quizá el mejor avenido de todos los que creó el autor inglés, aunque también el más autodestructivo.
Rodada en blanco y negro, el filme escapa del realismo medieval para insertarse en un mundo de pesadilla
El camino que los Macbeth recorren por culpa de la ambición de poder está sembrado de muerte y conduce irremediablemente a la tragedia (sí, rima con Fargo). Un espectacular Denzel Washington da la réplica a McDormand como Lord Macbeth, configurando ambos un matrimonio de una edad más madura que los que ofrecieron otros directores en la traslación de la obra al cine, lo que abre el filme a nuevas perspectivas. Este Macbeth es reposado y decidido, mientras que su definitivamente infértil cónyuge es tan despiadada y tenaz como siempre. El asesinato del Rey Duncan no parece más que una excusa para rellenar el vacío al que se asoma la pareja.
En cualquier caso, es la puesta en escena lo que diferencia de manera notoria esta versión de las anteriores y convierte además este filme en un rara avis en la filmografía del director. Joel Coen respeta el verso y la trama de la obra original, tan solo recorta ciertos pasajes para favorecer el ritmo, pero la experiencia de estar ante Shakespeare es completa. No solo brillan Washington y McDormand, un reparto plagado de brillantes actores secundarios (Harry Melling, Brendan Gleeson, Corey Hawkins, Alex Hassell…) bordan el inglés antiguo y otorgan verdad a sus personajes.
Apuesta por la Abstracción
Pero es la apuesta por la abstracción a la hora de ambientar la obra lo que ofrece una profunda originalidad a esta adaptación. Rodada en formato cuadrado y en contrastado blanco y negro, este Macbeth escapa del realismo medieval para insertarse en un mundo de pesadilla.
Ya desde la aparición de las brujas (interpretadas con una fascinante dicción y gestualidad por Kathryn Hunter), en una secuencia especialmente inspirada, el filme se inserta en el género del horror. Y lo hace con una apuesta decidida por un diseño de producción y una fotografía –a cargo de Stefan Dechant y Bruno Delbonnel, respectivamente– que nos retrotrae a los tiempos del expresionismo alemán, a las películas de Val Lewton, a los ambientes de El séptimo sello (1957) de Bergman o del Ordet (1955) de Carl Theodor Dreyer o al imaginario autoritario de Orson Welles en El proceso (1962). El resultado supera a la suma de sus referentes y crea una atmósfera de una belleza aterradora.
Otras célebres adaptaciones de Macbeth
Macbeth.
Orson Welles, 1948. En Movistar+
Primera vez que Welles se acercaba en pantalla a Shakespeare, y por lo tanto a sí mismo, pues como escribió Joseph McBride, Welles volvió al genio de Stratford-upon-Avon cada vez que buscaba su identidad artística. Tras varios problemas en Hollywood, el director recuperaba su independencia en una producción de cartón piedra y diálogos en verso, conservando su estilo teatral.
Trono de sangre
Akira Kurosawa, 1957. En Filmin
En la versión de Akira Kurosawa, que adaptó al contexto japonés varias obras europeas, la niebla crea una atmósfera de angustia y misterio que subraya los sentimientos de culpa del samurái Taketoki Washizu, interpretado por Toshirô Mifune, quizá el Macbeth más débil frente a la maldad de su esposa. La película favorita del poeta y dramaturgo T. S. Elliot y del cineasta Win Wenders.
Macbeth. Un hombre frente al rey
Roman Polanski, 1971. En Apple TV
La más larga y sangrienta de todas, y la primera en color. Polanski, con producción del Playboy de Hugh Hefner, la abordó como catarsis para afrontar el asesinato de su esposa Sharon Tate dos años antes, embarazada de ocho meses y medio, por ‘La Familia’ de Charles Manson. Mal recibida en su momento, hoy mantiene un aura de pavor y espanto difícilmente igualable.
Macbeth
Justin Kurzel, 2015. En Filmin y Apple TV
Un sólido trabajo tanto del director australiano Justin Kurzel como de Michael Fassbender y Marion Cotillard en los papeles principales. Kurzel mete mucha tijera al texto en busca de una intensidad que favorezca la fluidez y envuelve el relato en una estética contundente y algo efectista pero siempre al servicio de la historia.