Sec. O - SERIE DE GRABADOS Y FOTOGRAFÍAS

Música de fondo sección 1. Sobre Scarlatti (Domingo)



Grabado antiguo de la Puerta del Sol.



Voz. Hace muchísimos años, por estar al oriente o por capricho de quien ordenó la obra, se pintó un sol sobre una de las puertas que daban entrada a Madrid. Tal fue el origen del nombre Puerta del Sol.



Grabado de Pellicer de la Puerta del Sol.



Voz. En el siglo XIX ya era la Puerta del Sol el centro de Madrid y, por lo tanto, el centro de España. De ella partían los correos, las diligencias, las sillas de posta.



Varias fotografías de la Puerta del Sol a comienzos de siglo.



Voz. A comienzos del siglo XX las aceras de la Puerta del Sol eran un emporio de la venta callejera en donde podían comprarse gomas para sujetar las varillas de los paraguas, corbatas, juguetes mecánicos de fabricación casera, llaveros, botonaduras, cintas para hacer lazos, poesías… Pero Madrid era el sueño de muchos españoles –en particular, de los pobres–, y el centro de ese sueño era también la Puerta del Sol.



Fotografía de conjunto de los criados de la casa de Micaela Somontes (en 1909), Acercamiento lento a P.P. de Mariana (18 años).



Fondo musical sec. 2. Tema: Mariana.



Voz. Una mujer española y pobre, Mariana Bravo, natural de Hondonadas, provincia de Salamanca, había soñado muchísimos años con Madrid y con la Puerta del Sol, sin saber a ciencia cierta lo que eran ni la ciudad ni la puerta. En su juventud había conseguido abandonar su pueblo y colocarse de doncella en una casa principal de Olivera. Pero de eso hace ya algunos años.



PRIMER TÍTULO DE CRÉDITO

Fundido a blanco.



SEGUNDO TÍTULO DE CRÉDITO



SIGUEN LOS TÍTULOS DE CRÉDITO

Letrero: Primera Parte



LA ISLA DE LA FANTASÍA



Sec. 1 - GLORIETA DE CUATRO CAMINOS.- Ext/Día.



1917



Música de fondo, sección 3. Versión de La Varsoviana.



(Blanco y negro; títulos en rojo).



Escaramuza entre obreros en huelga revolucionaria y soldados del ejército regular y guardias. Los obreros son muchos más, pero están peor armados, apenas con pistolas… Unos y otros, están parapetados en carros volcados o disparan desde los portales. Algunos soldados, desde los balcones. Banderas rojas, banderas negras.



Toque de corneta.



Llegan unos soldados con una ametralladora. Algunos obreros huyen.



Comienza a disparar la ametralladora.



Un obrero cae herido. Otro trata de arrastrarle a un portal.



Sec. 1 A. - GLORIETA DE CUATRO CAMINOS. Ext/Día.



Un obrero de unos cuarenta años –pero que puede representar algunos menos–, Mauricio, al producirse la desbandada huye por una callejuela.



Nuevo toque de corneta.



CONCLUYEN LOS TÍTULOS DE CRÉDITO



Sec. 2 - PORTERÍA DE LA CALLE DEL VERGEL, 9.- Int/Día.



Concluye, ya sobre la portería, el fondo musical, sección 3, versión de La Varsoviana.



El hueco de la portería está en el primer tramo de la escalera, al otro lado de la caja del ascensor. Una mesa camilla con tapete granate, tres sillas, una mesita auxiliar, un estante, un calendario de escarcha, un reloj de pared (van a ser las tres de la tarde), algunos adornos baratos, cortinilla en la vidriera de la puerta, jarra de agua con vasos, lámpara sobre la mesa con pantalla de confección casera.



Aquí en el “cuchitril”, como suelen llamarlo, la portera Mariana (27 años) quita la mesa en la que con Ramón y su hijo Moncho acaba de almorzar.



Advierte en el marco de la puerta la presencia de doña Benigna Alcántara, señora de Moranes, la inquilina del primero izquierda.



Las dos mujeres se sonríen afectuosamente. Doña Benigna pasa al interior de la portería.



Doña Benigna. Buenas tardes, Mariana. No le molesta que entre, ¿verdá?



Mariana. De ninguna manera, doña Benigna. Pase, pase usté.



Doña Benigna está vestida de calle con un traje oscuro, de faya, de dos piezas, y una estola blanca, de seda; en vez de sombrero, mantilla negra, de blonda.



Doña Benigna. Mi marido se habría pegao un tiro.

Mariana. ¡Qué dice usté, doña Benigna!



Doña Benigna. Sí, Mariana; y yo no he podido echar la siesta, y eso que ya ha terminao todo; pero estoy desvelada, no por el calor sino por los sucesos. No entiendo cómo puede conservar usté la calma.



Mariana. ¿Y qué quiere que haga? Pero, siéntese; aquí, en la portería, no hace demasiao calor, incluso a esta hora, la peor del día.



Doña Benigna se sienta.



Doña Benigna. Tiene razón, aquí, en el cuchitril, como no da el sol, y no tiene ventana al patio…



Mariana. Tome, beba un vasito de agua, la refrescará. Aunque no sé si en plena digestión le caerá bien.



Doña Benigna. No, no me cae mal. Gracias, Mariana.



Doña Benigna se sienta en una de las sillas que hay junto a la mesa y sigue con sus lamentaciones.



Doña Benigna. ¡Qué comportamiento más antipatriótico el de los sindicatos obreros!



Mariana. ¿Antipatriótico? ¿Por qué?



Doña Benigna. Conozco las ideas de usté y de su marido, y le pido perdón por lo que digo…



Mariana. Nada que perdonar, Doña Benigna.



Doña Benigna. Es un contra Dios, Mariana, paralizar la industria y los transportes cuando, gracias a la guerra europea, el país se recupera.



Mariana. Sí, dicen que entra mucha riqueza.



Doña Benigna. Si hubieran ganao, mi marido dice que antes de que le matasen, se había matao él, y eso que es buen católico.

Se atreve a decir, con alguna timidez, la portera:



Mariana. Es tomar las cosas muy por la tremenda, ¿no cree?



Doña Benigna. ¿Y cómo las han tomao los que han empezao a tirar tiros y a poner bombas, engañaos por los que al final se llevan el gato al agua?



Mariana. No sé, no sé...



Doña Benigna. Ustedes hicieron bien en apartarse de eso, aunque conserven sus ideas, que están equivocadas, sobre todo por prescindir de la religión, que es un consuelo muy grande.



Mariana. Doña Benigna, yo, en Olivera, acompañaba los domingos a la iglesia a mi señorita Micaela y a su familia…



Doña Benigna. En provincias se conservan mejor las buenas costumbres.



Mariana. Escuché muchos sermones en aquellos dos años y nada de aquello me convenció. En cambio, veía tantas injusticias, tanta hipocresía, tanta desigualdá…



Doña Benigna. ¿Y ha sido justicia lo que han hecho estos días los revolucionarios?



Mariana. ¡No se me pasa por la cabeza discutir con usté, Doña Benigna, que sabe lo mucho que la estimo y la respeto! Y lo agradecidos que le estamos mi Ramón y yo por lo bien que habla de nosotros al administrador de la finca, que estamos enteraos.



Doña Benigna. Ustedes se lo merecen.



Mariana. Pero la gente pobre del extranjero empieza a estar harta de la guerra, porque el peso mayor cae sobre la gente pobre, y ya va para tres años que llevan en las trincheras, los que no están muertos o en los hospitales. Por eso tiene usté que los soldaos franceses están de motín en motín.



Doña Benigna. ¿Usté cree?



Mariana. En los periódicos viene. Y los obreros, de huelga en huelga. Pasa en los dos bandos, Doña Benigna.



Doña Benigna. La veo a usté, Mariana, mucho más enterada que yo, y se explica usté muy bien.



Mariana. Será porque cuando leo el periódico, Manolo el zapatero lo comenta conmigo; él entiende mucho.



Doña Benigna tuerce el morro.



Doña Benigna. Yo que usté, me buscaría otras amistades.



Mariana. Menos mal que ahora, con la entrada de los norteamericanos, la guerra acabará en seguida.



Doña Benigna. Pero, mujer, Mariana, según dice mi marido, que entiende más que usté y que yo, si la guerra durase un poco más, para España sería mucho mejor. Y le extraña que algo tan evidente no lo entiendan los sindicatos.

Mariana. ¡Ay, por favor, doña Benigna, no diga usté eso!