La violencia de género sigue siendo un grave problema en nuestro país, y en todo el mundo, que siega cada año la vida de miles de mujeres a manos de hombres. En Solo una vez, el director debutante Guillermo Ríos adapta la obra de teatro de Marta Buchaca para contarnos la difícil relación de una editora, Eva (Silvia Alonso) y un novelista, Pablo (Alex García), que tratan de recomponer su relación de pareja después de un grave episodio de agresividad por parte de él. Jóvenes, modernos y guapos, el escritor y la editora se niegan a ver el problema en parte porque piensan que este tipo de violencia solo se da en hogares pobres y en personas con pocos estudios.
En medio de la pareja, una psicoterapeuta, Laura (Ariadna Gil) que además de afrontar la difícil situación que pasan los matrimonios que acaban en su centro de atención social debe lidiar con una hija adolescente y con un marido furibundo porque cree que está “metiendo cosas en la cabeza” de su mujer. Después de la adaptación al cine de otra de sus obras, Litus, por parte de Dani de la Orden, Buchaca vuelve a las pantallas de cine con una película que reflexiona sobre la necesidad de atajar la violencia, emocional o física, de manera inmediata en cuanto surge y la dificultad para poner límites sanos en las relaciones.
Pregunta. ¿Cómo ha sido esta colaboración para adaptar al cine la obra de teatro?
Guillermo Ríos. La obra tenia una base casi perfecta. Yo lo que hice como director al leerla es entenderla ya como una película. Creo que podíamos respetar el texto, pero añadir una herramienta del cine como el primer plano, lo cual le iba a dar una potencia mayor frente a la distancia del público que hay en un escenario. Con eso ganábamos en emotividad y en hacer directo el mensaje. Los dos entendíamos el valor de los actores en la fase de lectura, del trabajo previo. No puedo estar más orgulloso de la involucración de todo el equipo.
Pregunta. ¿Detrás de la violencia contra las mujeres hay una carga machista cultural ancestral?
Marta Buchaca. Somos una sociedad muy machista, falta educación y faltan años para entender que el heteropatriarcado se tiene que superar. Hasta que no haya una relación de igualdad entre hombres y mujeres continuará esa violencia machista. Tengo dos niños pequeños y trato de educarlos en que somos iguales, en que el niño no tiene que estar por encima de la mujer ni ser más fuerte. Serán años para cambiarlo.
GR. Yo tengo tres niños, el mayor es un chico, y me doy cuenta de que sin querer a veces le favorezco. Es algo que he detectado en detalles de comportamiento. Yo también estoy aprendiendo. Hay una herencia cultural muy machista en el que llegas a casa y se supone que es la mujer la que se ocupa. Es una cuestión de formación y todavía se necesita tiempo. Esta película pretende dar visibilidad a esa problema y que ayude a las personas a darse cuenta. Nos gustaría que se llevara a colegios, institutos… y que haya debate.
MB. Yo veo cómo juegan mis hijos y es violencia todo el rato. Las chicas tienen sus juegos y también se pelean pero de otra manera. Hay algo de esencia violenta en el hombre muy bestia. Eso también se tiene que reeducar.
P. ¿Podemos acabar en una relación violenta con las mejores intenciones del mundo?
MB. Las relaciones tienen que ser sanas. A mis 41 años yo he vivido relaciones con violencia psicológica que después te das cuenta y dices: "¿cómo pude estar allí?" Incluso en una relación sana tienes que estar constantemente alerta. Tengo amigas que a veces me cuentan que no hablan con su marido. Que te ignoren y no te hagan caso es violencia. También a veces se utiliza esas cosas de pareja como de “no te metas, son cosas nuestras”. Te colocas en una posición en la que no sabes muy bien si debes meterte o no porque es tu amiga, pero es su vida privada. Muchas veces el problema es que estás tan metida en una relación tóxica que no eres capaz de verlo.
P. ¿Es difícil por tanto reconocerse como víctima cuando se quiere a la otra persona?
MB. En la película ella no se da cuenta de que esta siendo maltratada. Es una tía potente, culta, tiene un buen trabajo, y no se reconoce en ese papel de víctima. El arco del personaje es darse cuenta de que lo es. Una psicóloga me contaba que una vez atendió a una mujer que había sido apuñalada por su marido y no se reconocía como víctima de violencia machista. ¡Y había sido apuñalada!
GR. En el proceso de documentación, la psicóloga Marta Mariñas nos contaba que muchas mujeres llegaban siendo totalmente inconscientes sobre la gravedad de lo que estaban pasando. No lo ves, no quieres admitirlo y eso agudiza el problema. Por vergüenza social, por autoestima, por miedo a decirle a la otra persona cómo te sientes… Hay muchas causas porque las relaciones son complejas.
P. Vemos también la dificultad del maltratador para asumir que lo es.
GR. Él culebrea. Como buen seductor, va buscando por dónde escapar. Es un personaje que tiene un ego muy grande. Siente una frustración que le lleva a hacer lo que hizo. Los padres tenemos la labor más importante de todas que es educar y enseñar a manejar esa frustración. No soporta que su mujer le haya puesto los cuernos y que encima lo haya hecho con un rival más exitoso.
MB. Él no es consciente de que ha hecho mal porque se justifica con que ella también le ha hecho daño poniéndole los cuernos, cuando nada justifica la violencia. Las mujeres no son tontas, cuando llegas a estos extremos es porque la relación ya es muy tóxica. Entras en un bucle en el que me identifico mucho. Es algo que de joven he vivido, creerme una persona a lo que no le puede pasar esto. He tenido relaciones en las que acabas llorando y no sabes por qué, pero siempre la culpa es tuya.
P. ¿Esa idea de la “pasión” justifica muchas veces la violencia explícita o implícita?
MB. Este tipo de relaciones muchas veces vienen con un sexo muy potente y unas reconciliaciones muy espectaculares, una idea de amor romántico equivocada. Ahí surge un miedo al vacío si lo dejas.
GR. A veces hay una atracción tan potente que es muy difícil salir de eso, es como una droga.
P. ¿Nos resulta más difícil atajar la violencia emocional porque es menos evidente?
MB. Me he metido mucho en la cabeza de ella para escribir la película. Eva entiende que tiene que salvar su relación y dejar su trabajo o permitir que la eche de casa para “concentrarse”. Son violencias que nunca se deben permitir. Hay otra cosa y es que las relaciones de mujeres potentes con los hombres son difíciles. Yo esto lo he vivido. Es difícil estar con un hombre a tu lado que te respete y que no haya celos y no haya envidias. Hay muchos a los que les cuesta. Lo veo en el colegio, las que se reducen las jornadas son ellas. A mí a veces las madres me reprochan que no vaya más a buscar a mis hijos al colegio. ¡Estoy trabajando!
P. La película sucede en el mundo cultural, ¿la cuestión del ego está allí más a flor de piel?
GR. Era interesante que sucediera en un estrato social de clase media alta porque allí los egos son más importantes.
MB. También arrastramos esa cosa del divo, el genio. En el mundo del teatro eso pasa mucho. Por suerte nos estamos revisando y podemos cambiarlo. Lo vemos en el Institut del Teatre en Barcelona. Había una violencia que estaba admitida por parte de los profesores. Ya no se tolera que en una clase hagas llorar a los alumnos. Lo hemos visto con Lluís Pasqual, tú no puedes tratar mal en un ensayo a los actores.