Toda forma de autoritarismo acaba por comprometer a sus ciudadanos en un dilema diabólico que los obligan a elegir entre su propia supervivencia y su sentido de la integridad. Los regímenes comunistas surgidos en el Este de Europa durante el siglo XX convirtieron a millones de personas en potenciales delatoras rompiendo el contrato social para arrojar a unos contra los otros en un sistema perverso basado en el miedo y la paranoia. La película eslovaca Siervos, dirigida por Ivan Ostrochovsky, es un canto a la libertad de acción y de pensamiento al reflejar la brutal represión que padeció la Iglesia católica en aquellos países. Un universo en el que la gente tiene miedo de sus vecinos y de sus amigos que el filme retrata a partir de un seminario de Bratislava en el que cunde la furia de sus jóvenes aspirantes a curas por las constantes cesiones de la jerarquía a un régimen que veía a los religiosos como una de sus principales amenazas.

Ostrochovsky, forjado en el campo del documental, entrega una película en blanco y negro cuya estética simbólica, en la que casi todos los planos tienen algún tipo de significado moral, homenajea a la escuela cinematográfica del Este. Una escuela que floreció alrededor del Instituto de Cine de Varsovia en medio de la represión y la censura gracias a nombres como Andrzej Wajda (Cenizas y diamantes) o Krzysztov Zanussi (La muerte de un provinciano) con destellos de gran importancia en otros países como la propia Rusia (Tarkovsky como emblema) o la propia Checoslovaquia de entonces (Milos Forman). Fue un cine con fama de “difícil” en su tiempo, en el que la propia búsqueda de la trascendencia se presentaba como forma de oposición a un régimen que la negaba. En los últimos tiempos, el célebre Pawlikowski se ha convertido en su más distinguido heredero con películas como Ida (2013) o Cold War (2018). No en vano, la coguionista de Ida, Rebecca Lenkiewicz, escribe el guión de Siervos junto a Ostrochovsky.

SIERVOS | Tráiler Oficial VOSE | 28 de mayo en cines

Los protagonistas de Siervos son dos jóvenes seminaristas, Juraj (Samuel Skyva) y Michal (Samuel Polakovic), que entran en contacto en el seminario con la “resistencia” católica a la política oficial de colaborar con el régimen. Pacem in Terris, como la famosa encíclica de Juan XXIII, se llamaba a un grupo de prelados que tenían el poder y consideraban que era más conveniente ceder ante el régimen que su propia desaparición. Lo vemos en la figura del director de la escuela teológica, un hombre anciano que considera que el mayor fracaso sería tener que cerrarla. Según Ostrochovsky, “la mayor parte de la sociedad colaboró con el régimen. Hoy en día es fácil criticar a la Iglesia Católica, pero su historial de colaboración es parecido al de algunos artistas de la época. Los sacerdotes legitimaron el régimen formando parte de Pacem in Terris, y los artistas hicieron lo mismo afiliándose al Partido Comunista o a la Unión de Juventudes Socialistas. En cualquier caso, los sacerdotes en Eslovaquia son solo ciudadanos. Si gran parte de la sociedad colabora con el régimen, ellos también lo hacen”.

Esa colaboración a la que se refiere el director pasa por permitir la infiltración total de los servicios secretos en el seminario, un lugar ultravigilado por el Gobierno en el que los estudiantes se sienten asfixiados. En Siervos se trata más de reflejar un clima moral malsano, marcado por ese miedo a ser traicionado por cualquiera, que de narrar los hechos a la manera convencional y didáctica de muchas películas sobre las dictaduras. En un mundo de terror en el que una palabra de más o el menor gesto de rebeldía pueden conducir a la cárcel o incluso a la muerte, la atrocidad inherente a toda forma de dictadura queda de manifiesto en este filme seco y contundente en el que el cineasta logra algunos planos con gran fuerza expresiva como unas recurrentes escaleras de caracol o unos curas que juegan al ping pong por turnos.

@juansarda