En el año 2016, en el pico más grave de la crisis de refugiados desatada por la guerra siria, más de cinco mil personas murieron en el Mediterráneo mientras trataban de alcanzar las costas europeas. Un drama humano sin precedentes que el año pasado siguió cobrándose la vida de más de tres mil seres humanos. Vidas y sueños rotos en las aguas de un mar que para muchos separa la miseria o la guerra de sus países de origen de una promesa europea quizá irreal pero que ofrece una esperanza. Con producción de Isabel Coixet, la directora Paula Palacios reconstruye en Cartas mojadas la cronología del drama desde su arranque en 2014 hasta la fecha, porque la matanza no ha terminado.
Partiendo de la voz en off de una niña que representa simbólicamente a todos esos fallecidos, Palacios construye una película a medio camino entre la melancolía poética y la denuncia social. Con buen ojo para el encuadre y el detalle significativo, esos pies de un migrante que se arrastran pesarosos cuando el Open Arms por fin toca tierra, la película ofrece imágenes valiosas sobre la tragedia. Viajamos de las costas de Lesbos, en Grecia, epicentro del drama en sus inicios, a Libia, que después de la expulsión de Gadafi y el tratado entre Turquía y Europa para endurecer las restricciones se convierte en el lugar donde confluyen todas las miserias del mundo. Allí, los migrantes son torturados, explotados y esclavizados en un país caótico donde florece la trata de seres humanos. El sueño de Europa y una vida mejor también queda retratado con la violencia policial que deben sufrir unos africanos en las calles de París.
Han sido varias las películas que han tratado el drama del Mediterráneo, desde la magnífica Fuocomare, de Gianfranco Rossi, donde vemos la insoportable situación que se vivió en Lampedusa, a la española Nacido en Siria, de Hernán Zin, donde los niños cobran protagonismo y conocemos mejor los inhabitables campos de refugiados. Son trabajos desgarradores. Cartas mojadas nos muestra la desolación de los cooperantes cuando se muere un bebé a bordo del barco o el sufrimiento infinito de una mujer torturada después de ser secuestrada en Libia.