Jayro Bustamante: "En Guatemala la religión sustituye al Estado"
El cineasta guatemalteco logra en 'Temblores' un relato sobre la incapacidad de aceptar la diferencia, filmado con veracidad pero también con un pulso poético cargado de drama y humor
4 septiembre, 2020 10:54A pesar de sus casi veinte millones de habitantes, Guatemala es un país muy poco conocido en España. Un país en el que apenas se producen películas y que vivió cuarenta años del siglo XX desgarrado por guerras civiles hasta la llegada de la democracia en 1986. El cineasta Jayro Bustamante (Ciudad de Guatemala, 1977) refleja a la clase alta guatematelca en Temblores, donde vemos el tormento de Pablo (Juan Pablo Olyslager), un padre de familia que es enviado a un centro de “reorientación sexual” cristiano cuando confiesa su homosexualidad. Los corsés de una sociedad clasista y mojigata o el ascendente papel de grupos evangélicos ultraconservadores en Centro y Suramérica son algunos de los temas que trata una película cuyo título se refiere tanto a los “temblores” internos del protagonista como los de un entorno incapaz de aceptar la diferencia.
Pregunta. En la película vemos una situación muy dura contra los homosexuales en Guatemala. ¿Es algo que solo sucede en la clase alta como en el filme o está generalizado en la sociedad?
Respuesta. Está generalizado. A mi me interesa contarlo desde la clase alta por dos razones. Por una parte, no quería que pareciera que es algo que sucede por ignorancia, falta de recursos, de estudios o de viajes… Quería contar la película desde esa clase porque son personas que conocen cómo funcionan los derechos en otros países. Por otro lado, quería plantear un problema más grande. Es una historia que solo puede ocurrir en una parte de la sociedad donde las necesidades básicas están cubiertas. En Guatemala la brecha social es muy grande, tenemos una clase media inexistente. Las clases pobres lo resuelven de manera más práctica, te vas de casa y no te quiero volver a ver. O te casas y no hay nada más que decir.
P. Vemos también el conservadurismo de las ascendentes comunidades evangelistas de las que provienen políticos como Bolsonaro. ¿Estamos ante una radicalización de lo religioso?
R. Bolsonaro surge de ese mundo. La religión no es vivida como una filosofía de vida, es un complemento de reglas y actitudes sociales que te pueden ayudar como individuo frente a un país en el que el Estado apenas existe. En Guatemala, por ejemplo, no hay guarderías infantiles y las iglesias ofrecen ese servicio. Las ofertas culturales son tan pocas que la vida social pasa por la vida religiosa. Los grupos de grandes empresarios también forman parte de esos movimientos religiosos. La religión sustituye al Estado y hace cosas bastante buenas, pero ¿bajo qué tabla de valores? No quería particularmente que se viera la parte positiva de las iglesias como que se supiera que al final el Estado no está.
P. En Temblores vemos las tristemente célebres terapias de “reorientación sexual” que en España están prohibidas para “curar” homosexuales. ¿Son muy comunes?
R. Aquí hay una diferencia entre la Iglesia católica y la evangelista. Los católicos siguen creyendo que se puede curar la homosexualidad porque “Dios lo puede todo”. Los evangelistas tienen otra percepción y piensan que es una cruz con la que tienes que vivir. La idea es que tienes que aceptar esa cruz y vivir de manera heteronormativa porque así lo quiere Dios. En este sentido, se puede ver incluso como un punto de vista más progresista.
P. A la homofobia se suma el machismo, ¿están relacionados?
R. La religión vino a apoyar esos conceptos sobre la inferioridad de la mujer y del homosexual, que se relacionan mucho. Un gay se ve como un hombre débil, un hombre “feminizado”, lo cual está relacionado con el patriarcado y el machismo pero es mucho más grande que eso. La que retrato es una sociedad que tiene miedo y está orgullosa de estar retrógada. En Guatemala se cree que el machismo es a los hombres lo que el feminismo a las mujeres. Y las propias mujeres siguen de alguna manera perpetuando el machismo porque no entienden que son conceptos contradictorios.
P. Su protagonista se enfrenta a un dilema insoportable, escoger entre vivir su sexualidad con el hombre que ama o perder a su familia y su trabajo. ¿Todos tenemos un límite?
R. El novio es un poco el reflejo de lo que Pablo debió de haber hecho. Podemos ver en la película lo duro que ha tenido que luchar para tener esa libertad. Pero en el caso de Pablo también sucede que cuanto más tienes, más pierdes. Vienen de dos realidades muy distintas. En el mundo de la burguesía las apariencias son muy importantes y si rompes ese trato social el castigo es más duro. Hay algo muy interesante en el funcionamiento de la familia que es “te hago daño por tu bien” y luego hay otro concepto que es “yo solo te puedo amar si eres lo que yo quiero que seas”, por tanto, “no me obligues a dejarte de amar”. Esas son máximas que nosotros también aplicamos en otras partes de nuestra vida, siempre estamos buscando que los seres que amamos sean como queremos que sean. Nos cuesta mucho amar a la gente como es.
P. ¿En Guatemala se puede despedir a alguien por el hecho de ser gay?
R. Quizá si lo justificas así podrías tener problemas pero las empresas siempre podrán decir que tienen sus normas internas. En Guatemala hay un sistema neoliberal al máximo, las normas empresariales tienen un valor absoluto. En los edificios hay leyes internas que a veces contradicen las leyes del país. El bien individual está muy protegido porque lo contrario es comunista y eso está muy mal visto. En mi país se llama comunista a cualquiera que defiende los derechos humanos.
P. ¿De qué manera influye en esa élite de Guatemala el hecho de que en Europa o Estados Unidos la situación de los homosexuales sea muy distinta?
R. Nosotros vemos Europa como muchos pasos por delante de nosotros. Casi como una utopía porque no vemos de qué manera podemos llegar a estar a ese nivel de progreso aunque también podamos ver las partes sombrías de la realidad. Y luego hay movimientos radicales que venden Europa como una “Sodoma y Gomorra”. Lo que se llama “progreso” al final se convierte en eso. En el caso de Estados Unidos, Trump es una voz destructora que viene a consolidar todo eso. Nosotros no tenemos leyes que castiguen la discriminación.
P. ¿Hay un racismo estructural y sistémico en Guatemala?
R. Hay que entender a una sociedad que es víctima de una guerra que duro 40 años y generó un genocidio. La propia fundación del país se basa en términos de discriminación. Los mayas y los criollos fueron declarados como inferiores desde la conquista española. Esos conceptos los seguimos manejando.
P. ¿Existe una violencia estructural?
R. Esta instalada porque el miedo es un instrumento de control. La libertad no se permite e incluso se la rechaza. Hay una opresión moral muy fuerte que al final no sabes quién te está viendo, las reglas no son claras. Ni siquiera las reglas religiosas son claras porque hay algunas iglesias muy flexibles y otros muy drásticas.
P. ¿Cual es la situación del cine en Guatemala?
R. Hubo una época en la que en el país se rodaban muchas películas mexicanas pero cuando llegó la guerra se detuvo eso como tantas cosas. Hoy en día es muy complejo hacer películas porque no tenemos una industria como tal ni ningún tipo de ayuda. Además, la gente ve el cine como un entretenimiento puro, con lo cual, no suele ir a ver aquellos títulos que se salen de las grandes producciones americanas.