Peculiar y revelador filme el que estrena el director francés Jean Gabriel Périot (Bellac, 1974) en nuestro país este fin de semana. Nuestras derrotas busca retratar a la juventud actual a través de la comparación con los estudiantes que en el célebre mayo del 68 se rebelaron contra las instituciones que regían el estado de bienestar capitalista. Si aquellos chicos de clase media se lanzaron a la calle armados con nuevas ideologías de izquierda, una retórica audaz y unas tácticas de protesta que imitaban a las guerrillas, hoy los jóvenes que pueblan el filme de Périot se muestran ensimismados y apenas son capaces de explicar qué es la política.
El proyecto surge de una invitación que el ayuntamiento de Ivry-sur-Seine hizo al cineasta para realizar una película con los alumnos de primer grado de cine del Instituto Romain Rollard. “La idea me pareció sorprendente y singular porque se trataba de pasar tiempo con el alumnado y, a partir de ahí, acabar realizando una película”, explica Périot. “Yo quería que descubriesen uno de los aspectos más importantes del trabajo del director: la posibilidad que nos da el cine de enfrentarnos a lo que no conocemos, de relacionarnos con personas con las que, por diversas razones, no habríamos entrado en contacto. Enfrentar la alteridad para disolverla. El punto de partida de mi proyecto consistía simplemente en hacer posible que los adolescentes confrontasen lo desconocido”.
En Nuestras derrotas lo desconocido para estos jóvenes, que no llegan a la decena, viene a ser el compromiso político y una de sus representaciones artísticas más importantes: el cine militante realizado tras Mayo del 68. El dispositivo fílmico al que recurre Périot tiene dos vertientes: metafílmica y dialéctica. Por un lado, los alumnos reinterpretan frente a la cámara escenas de películas políticas de finales de los 60 y principios de los 70 como La salamandra (Alain Tanner, 1971), La chinoise (Jean-Luc Godard, 1967), À bientôt, j’espère (Chris Marker, Mario Marret, 1968), Camarades (Marin Karmitz, 1969) o Avec le sang des autres (Grupo Medvedkine de Sochaux,BrunoMuel, 1974). Estos fragmentos aparecen intercalados con entrevistas a los alumnos en las que Périot les pregunta sobre el sentido de la escena que acaban de interpretar y sobre cuestiones más generales como qué es un sindicato, qué entienden por felicidad, si está justificada la revolución o si merece la pena hacer una huelga.
Sorprende la precisión y la confianza con la que los alumnos acometen la puesta en escena de estos fragmentos, elaborados con una pulsión estética que entronca directamente con el cine de los 70, frente a las dificultades que encuentran para expresar sus opiniones delante de la cámara. “Revisando los brutos en frío, decidí agarrarme a esa diferencia”, asegura Périot. “Cuando ellos reinterpretan los textos, tenemos la sensación de que los entienden perfectamente, defienden cada palabra de una manera precisa y creíble, incluso cuando no son capaces de captar todo el sentido. Habíamos escogido juntos los fragmentos, habíamos hablado de cada una de las obras y discutido largo rato sobre política. El hecho de que hubieran alcanzado cierta consciencia durante el rodaje sin haber comprendido el fondo de lo que habían llevado a escena, me permitió descubrir lo que ha desaparecido en materia de educación política y de transmisión para comprender el mundo social”.
Observar sin juzgar
Jean-Gabriel Périot ha realizado numerosos cortometrajes en la frontera del documental, el cine experimental y la ficción. A lo largo de su carrera, ha desarrollado además su propio estilo de montaje con el que se interroga acerca dela violencia y la historia a partir de archivos fílmicos y fotográficos. Es el caso de su primer largo, Una juventud alemana (2015), en el que a través de material de archivo realizaba una crónica de la radicalización política de algunos jóvenes alemanes a finales de los años 60, que dio lugar ala Facción del Ejército Rojo.
Nuestras derrotas tiende puentes temáticos con este filme, con una renovación estilística a través de la no ficción, pero el camino que traza es el inverso: observar sin juzgar cómo el compromiso político de la juventud ha quedado en gran medida desarticulado en la convulsa realidad actual. Bien es cierto que la muestra de jóvenes con la que trabaja Périot no es lo suficientemente relevante como para sacar conclusiones, y que también hay un par de sujetos que demuestran una mayor conciencia social, pero es difícil sobreponerse al desaliento frente a algunas de las equivocadas e inocentes respuestas que ofrecen la mayoría de los alumnos.
Por suerte, la coda final del filme consigue matizar todo lo visto anteriormente al mostrar cómo estos jóvenes se unen y organizan para protestar contra un hecho ocurrido en su instituto. “Había hecho un primer corte sin esta conclusión”, asegura el director. “Era más pesimista sobre el tema del compromiso. Al ver las imágenes de las cargas policiales a los estudiantes de Mantes-la-Jolie, que se encuentran entre los hechos más violentos e inaceptables que yo haya visto jamás, me pregunté qué pensaban los alumnos que comparten edad con los jóvenes de las imágenes. Al preguntarles sobre la cuestión me confesaron que estaban a punto de bloquear el acceso al centro como medio de protesta. En ese momento les propuse continuar la película reconstruyendo la secuencia de Mantes-la-Jolie a fin de que ellos me pudiesen hablar de este suceso”.
“Finalmente –concluye Périot–, el hecho de haber participado en la huelga, de haber bloqueado el acceso al instituto, en algunos casos incluso de haber hecho guardia en la puerta del centro y discutido con algunos profesores, les ha inculcado mayor conocimiento sobre política que todos los fragmentos de películas que les haya hecho reinterpretar. Me fascina haberlos visto cambiar en cuestión de seis meses, expresándose de manera más clara y afirmativa. Esto da a la película una perspectiva totalmente imprevisible que enriquece todo el proceso”.