Nuevo cine asiático: fotogramas de un mundo en transformación
Filmin estrena en colaboración con Casa Asia hasta 28 títulos recientes que ofrecen una apasionante panorámica de un continente en plena ebullición
17 julio, 2020 14:07¿Se ha terminado el siglo americano para dar paso a una nueva era de poder asiático? Los politólogos le dan vueltas al asunto sobre quién ostenta hoy la hegemonía mundial mientras los artistas de esa vibrante y emergente parte del mundo reflejan las contradicciones de una evolución tan rápida y sistémica como brutal. La película china To Live, To Sing, dirigida por Johnny Ma, presentada en el Festival de Cannes de 2019 con gran éxito, lidera una selección de 28 títulos inéditos en nuestro país que provienen de países diversos como la propia China, Afganistán, Birmania, Japón o Singapur sin olvidar a Corea del Sur, cuyo cine está en auge en todo el mundo después del éxito planetario con Óscar incluido de Parásitos (Bong Joon-ho, 2019).
To Live, To Sing retrata los últimos días de una compañía especializada en la ópera de Sichuan, un tipo de espectáculo original de esa vasta provincia del suroeste del inmenso país. Más teatral que otros estilos operísticos del país y marcada por el sonido del gong como instrumento principal, se trata de una refinada y elaborada forma artística marcada por los suntuosos trajes y las sofisticadas máscaras. Los miembros de la compañía, liderada por una mujer enérgica pero demasiado rígida, sobreviven como pueden con las propinas mientras se desesperan porque sus espectadores son cada vez más viejos. El toque de gracia se lo da el propio Gobierno cuando emprende un plan para cambiar el urbanismo de un barrio deprimido en el que abundan las infraviviendas. Desesperados por su inminente final, los artistas se preguntan cómo pueden renovarse para atraer a un público joven que se les escapa.
No deja de ser curioso que hace pocas semanas, también en Filmin, se estrenará uno de los títulos más celebrados de la reciente cinematografía independiente de Estados Unidos como A Bread Factory (Patrick Wang, 2018), reverso de To Live, To Sing. En el filme de Wang vemos la debacle de un centro cultural dirigido por dos señoras mayores empeñadas en hacer versiones de viejas películas de Howard Hawks mientras el público las abandona en masa para deleitarse con dos artistas chinos que realizan performance de vanguardia. A su vez, en To Live, To Sing, vemos cómo el pop occidental suplanta en las preferencias del público a un género operístico ancestral que las nuevas generaciones desdeñan por antiguo. A pesar de las enormes diferencias entre China y Estados Unidos, ambas películas reflejan mundos en transformación, y los traumas asociadas a ella, en una realidad globalizada donde en todas partes se produce una colisión entre lo viejo y lo nuevo.
En el caso de Asia, la brutal transformación, especialmente visible en China pero también en muchos otros países, de sociedades atrasadas y rurales a grandes motores industriales y tecnológicos se ha convertido casi en el principal leit motiv de su producción. En To Live, To Sing, Ma realiza una defensa acérrima no solo de la importancia de preservar la tradición, también de la propia ópera de Sichuan como un necesario espacio de fantasía e imaginación en una sociedad cada vez más codiciosa y materialista. Utilizando de manera constante la profundidad de campo para revelar esas dos realidades, la modernidad en auge y la tradición en decadencia, el director construye una película emotiva en la que brilla la huella de Jia Zhangke (Naturaleza muerta, 2006) por su tono naturalista en el que vemos una China llena de contradicciones abocada a lo kitsch.
El cinéfilo curioso y atento tiene mucho donde investigar entre los 28 títulos seleccionados para esta apasionante muestra de cine asiático. Ganadora en 2016 de la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes, la afgana Wolf and Sheep (Shahrbanoo Sadat) refleja la vida cotidiana de unos niños que habitan en las montañas del país, donde se vigila de manera estricta que permanezcan separados por sexos. En la taiwanesa Nina Wu, del birmano Midi Z, premiada en Sitges, vemos a ritmo de thriller el choque entre el mundo rural y las nuevas megalópolis a través de la peripecia de una joven actriz de provincias que viaja a la capital para triunfar. Su decepción y ultraje irán en aumento cuando descubra que los capitostes de la industria tratan de abusar sexualmente de ella a cambio de darle una oportunidad.
Presentada en el festival de Venecia, de Japón llega Traces of Sin (Kei Ishikawa), un thriller psicológico inspirado en el Psicosis de Hitchcock sobre un periodista de investigación que indaga en un asesinato y un joven que se desespera por ayudar a su hermana drogadicta. La rápida transformación asiática vuelve a ser el tema central de la camboyana Diamond Island (Davy Chou), ambientada en las obras de construcción de un ultramoderno complejo de ocio y residencial en una isla de la capital del país, Phnom Penh. Protagonizada por dos jóvenes adolescentes, Chou retrata la emergente cultura juvenil del sudeste asiático.
Los amantes del vibrante cine de Corea del Sur verán colmada su cinefilia y podrán descubrir que hay vida más allá del thriller o la película de monstruos. A Tiger in Winter (Lee Kuang-kuk, 2017) es un drama romántico sobre un joven atormentado por el abandono de su novia. Autumn, Autumn (2016, Woo Jing-dan) es otro drama intimista sobre tres personajes que se encuentran en un trayecto en tren. Baby Beside Me (Son Tae-gyum) cuenta el viaje moral de un treintañero que descubre que el bebé que pensaba que era suyo no es su hijo biológico.