En un suburbio de un lugar impreciso de Estados Unidos la vida parece perfecta, como si fuera una reedición de esas ilustraciones de Norman Rockwell de los años 50 y 60 que inventaron una nación idílica. Las madres se reúnen por la tarde para ver a sus hijos jugar a fútbol, las casas están decoradas de manera primorosa con todo tipo de lazos y cojines rosas, las familias se reúnen los domingos para disfrutar una barbacoa con los vecinos… Jocelyn DeBoer y Dawn Lebbe dirigen y protagonizan Greener Grass (2019), título que hace referencia al refrán sajón que dice que “la hierba siempre crece mas verde en la casa de al lado”. Sátira inmisericorde de la estulticia de la cultura americana, con ecos de Buñuel o de David Lynch, estamos ante un filme sensacional cargado de talento en que ataca con saña los convencionalismos y fruslerías de la clase media estadounidense.
Con tonos rosáceos para acentuar la cursilería hipócrita del mundo que retrata, en Greener Grass los personajes llevan aparatos bucales aunque tengan los dientes perfectos, los partidos de fútbol se celebran en un cementerio y los niños se convierten en perros. La película no solo parodia la banalidad de la vida de suburbio, con sus vigilias por los muertos, chistes malos y niños intercambiables, también cuenta la historia del hundimiento del personaje de Jill (Jocelyn DeBoer), manipulada hasta la extenuación por su supuesta mejor amiga, Lisa (Dawn Luebbe), una villana sensacional por cuanto lo consigue todo a base de artimañas.
Greener Grass es la estrella de la programación del festival Back to Indie que presenta Filmin desde el 12 de junio con otro títulos destacados en su programación, como las dos partes de A Bread Factory (2018), retrato de los cambios que se producen en un pueblo de Estados Unidos cuando avanza la temida “gentrificación” y una pequeña comunidad de gentes sencillas ve amenazado su supervivencia con la llegada de sofisticados urbanitas en busca de pisos más baratos que en el centro de las ciudades.
Con un tono humanista radicalmente distinto al de DeBoer y Luebbe, el director Patrick Wang refleja esas transformaciones sin panfletos políticos a partir del momento en el que se instalan dos artistas vanguardistas chinos. El núcleo del filme es un pequeño centro dramático liderado por dos ancianas que disfrutan haciendo reinterpretaciones de las películas de Howard Hawks y no saben cómo afrontar la competencia de esos modernos artistas. Lo nuevo y lo viejo colisionan en este filme con ecos de Eric Rohmer que sirve como testigo de los cambios culturales y sociales que experimenta un país que votó a Trump para volver a sus esencias y detener el proceso de globalización y multiculturalidad que muestra el filme. Hay humanidad y hay ternura a la hora de retratar unos personajes (la directora de cine enfadada, el niño proyeccionista) que respiran verdad en la pantalla.
Back to indie, reivindicación de un espíritu según la propia plataforma “pervertido” en los últimos años, presenta hasta 19 películas inéditas más en un completo ciclo que abarca títulos de la última década. Algunos nombres son bien conocidos, como el de Alexandre Rockwell (En la sopa, 1995) quien estrena en España una película de 2013, Little Feet, acercamiento poético al mundo de los niños interpretado por sus propios hijos. Las relaciones familiares son un clásico del cine indie americano y ahí está The Color Wheel, de Alex Ross Perry, una road movie interpretada por dos hermanos que no se soportan y deben aprender a quererse. De nuevo con dirección de Patrick Wang, estrella del ciclo, The Grief of Others (2015) adapta una novela de Leah Hager Cohen sobre el proceso de duelo de una familia que pierde a su hijo recién nacido.
El movimiento mumblecore, que toma prestado su nombre de la falta de dicción de los actores que “mascullan” (mumble) sus diálogos, ha estado muy vivo los últimos años y se presentan varias películas. Silver Bullets, de Joe Swanberg, es una adaptación de La gaviota de Chéjov ambientada en el mundo del cine. Green, de Sophia Takal, retrata un triángulo amoroso protagonizado por intelectuales de Nueva York que se han mudado al campo. Ape, de Joel Potrykus, trata sobre un cómico de stand up que solo logra apaciguar su frustración prendiendo fuego a las cosas.