Hugh Jackman siempre ha sido un actor con encanto y con estrella. Con 32 años, sin apenas experiencia en el cine, consiguió uno de esos papeles por los que mataría cualquier intérprete más o menos consolidado en Hollywood: el mutante Lobezno, un personaje icónico y carismático en el que encajaba como un guante dentro de una lucrativa franquicia como los X-Men (que ha experimentado muchos altibajos, eso sí). Desde entonces no ha parado de encadenar éxitos, centrándose en el rol de héroe de acción en películas como Operación Swordfish (2001), Van Helsing (Sthepen Sommers, 2004) o Acero Puro (Shawn Levy, 2011), mostrando sus dotes para el musical en Los miserables (Tom Hooper, 2012) o El gran Showman (Michael Gracey, 2017) o con papeles de prestigio con directores como Christopher Nolan (El truco final, 2006), Darren Aronofsky (La fuente de la vida, 2006), Woody Allen (Scoop, 2006) o Denis Villeneuve (Prisioneros, 2013), además de las tropecientas veces que ha interpretado al héroe de Marvel. Una exitosa carrera en el cine más comercial que sin embargo siempre ha adolecido de algo de riesgo, un punto que otras estrellas como Leonardo DiCaprio, Brad Pitt e incluso Tom Cruise (no conviene olvidar el paso del cienciólogo por el cine de Paul Thomas Anderson o por la comedia bizarra en Tropic Thunder) si han sabido imprimir en sus carreras.
Por eso se agradece que el actor australiano se lance a la piscina en La estafa (Bad Education), segunda película de Cory Finley, que llega este viernes a HBO después de su estreno en el Festival de Toronto. Jackman interpreta aquí a un personaje real, Frank Tassone, gerente de un instituto que protagonizó uno de los mayores escándalos de malversación de fondos en la educación pública en la historia de Estados Unidos. El Tassone del filme es un hombre meticuloso y eficaz, que ha logrado situar el instituto en el que trabaja entre los mejores respecto a la cantidad de alumnos que entran en universidades de élite.
De aspecto siempre impoluto, pero también con un punto algo siniestro, Tassone tiene una memoria prodigiosa y es capaz de recordar los nombres y las aficiones de todos y cada uno de los alumnos del centro. Con esta cualidad también consigue seducir a unos ambiciosos padres (y sobre todo a las madres separadas o viudas) que lo apoyan incondicionalmente ante la perspectiva de que su hijo acabe en Yale o Harvard. Sin embargo, es un hombre con un acuciante problema de doble moral, algo que se va revelando poco a poco en el filme pero que la matizada interpretación de Jackman hace transparente desde el principio. El actor está perfecto en el rol, muy diferente de cualquier otro de sus trabajos. En manos de otro actor podría haber acabado en una caricatura y sin embargo nos llega repleto de imperfecta humanidad.
Finley, atinadamente, mezcla este estudio de personaje con una relectura en clave teenager de Todos los hombres del presidente (Alan J. Pakula, 1976), a la que la película también mira desde el punto de vista estético. La trama de corrupción fue destapada por el periódico del instituto gracias al empeño de una estudiante, interpretada por Geraldine Viswanathan, de convertir un publirreportaje rutinario en una verdadera noticia. El clímax de la película conduce a una conversación entre esta estudiante y un acorralado Tassonne que se muestra fiero y amenazador, aunque sin perder las formas, en una escena impecable en su planificación e impacto.
Con un guión eficaz y la presencia siempre sugerente de Allison Jenney (ganadora del Óscar a la mejor actriz de reparto por Yo, Tonya), La estafa (Bad Education) es un filme que en manos de otro director hubiese acabado siendo una mordaz sátira o una comedia de trazo grueso, pero que Finley sabe convertir en una historia de una ironía sutil a la que quizá solo le sobra un final redundante.