En el año 2004, Philip Roth publicó La conjura contra América, novela en la que presentaba una historia alternativa de Estados Unidos en la que situaba como candidato republicano a las elecciones de 1940 al aislacionista, pronazi y antisemita Charles Lindbergh, hombre de gran atractivo y carisma que por entonces ni siquiera contaba con cuarenta primaveras.
Héroe nacional que había logrado cruzar por primera vez el Atlántico en 1927 en un vuelo sin escalas y en solitario, el piloto era toda una figura mediática en su país ya antes de que que se viera envuelto en una fatalidad que la prensa calificó como ‘El crimen del siglo’. En 1932 su hijo de 20 meses fue secuestrado y, 60 días más tarde, encontrado muerto de una fractura craneal. La larga investigación y el posterior juicio, que llevó a la silla eléctrica al carpintero de origen alemán Bruno Hauptmann, se convirtió en un circo mediático que duró varios años. Lindbergh decidió poner tierra de por medio y marcharse un tiempo a Europa, donde visitó Alemania y fue condecorado por Hitler. A su regreso a EE.UU. en 1939 se puso al frente del movimiento ‘América Primero’, que buscaba el aislacionismo norteamericano en la guerra y que no ocultaba su simpatía hacia el fascismo.
En la novela, Roth no solo hace que Lindbergh se presente a las elecciones sino que barre en ellas a Roosevelt gracias a cuatro ideas simples lacónicamente explicadas y con el recurso de recorrer el país de la manera más efectista posible para ganarse a las masas: en un avión pilotado por él mismo. Una mercadotecnia electoral que, con sus evidentes diferencias, nos puede llevar a pensar en otro multimillonario que sí ha acabado residiendo en la Casa Blanca. “La novela es sorprendentemente alegórica para nuestro momento actual”, explica en el portal NPR David Simon, que este martes 17 estrena en HBO la adaptación del libro en formato miniserie de seis capítulos de la que es showrunner. “Obviamente Roth la escribió sin tener en mente a Trump, porque la novela fue publicada en 2004, pero ahora se ha dado cuenta de que de una manera perversa había escrito una alegoría para acontecimientos que todavía no habían ocurrido. En aquel momento, Roth no imaginaba que aparecería un Donald Trump”.
Acostumbrado a rastrear el olor a podrido hasta encontrar las cloacas del capitalismo y la democracia en series como The Wire, Generation Kill o Treme, Simon sigue retrocediendo en el tiempo después de ofrecer en The Deuce un apasionante relato sobre el auge de la industria pornografica en los 70 y de las artimañas que utilizó el poder, político y económico, para limpiar Times Square de putas, chulos y yonquis, y de paso convertirlo en el parque de atracciones que es hoy en día. Quizá este trayecto hacia atrás le lleve a rodar por fin ese ansiado proyecto sobre las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil española que ya ha comentado que tiene en mente en más de una ocasión -y por el que se ha interesado Mediapro-, pero antes Simon prefiere hablar del racismo y de otras pulsiones colectivas indignas a través de la novela de Roth, que plantea un pogromo en EE.UU. bajo el mandato de Lindbergh. “Creo que la discriminación de los judíos norteamericanos en la trama de la novela es una alegoría casi perfecta para la discriminación que sufren las personas de color y los musulmanes e inmigrantes que han llevado a esta administración al poder. Lo vea o no la gente, creo que es algo empírico”.
Si la novela funcionaba como unas falsas memorias de un adulto Philip Roth sobre esa infancia que no ocurrió, pero que obviamente está muy ligada a la realidad (el protagonista nació en Newark en 1933, como el autor), la serie opta por modificar el apellido del chico protagonista, que aquí pasa a ser conocido como Philip Lavin (Azhy Robertson). La historia, en vez de centrarse en Lindbergh y los grandes acontecimientos, gira en torno a la vida de la familia Lavin en este dramático momento de la historia. De su padre Herman, un honrado vendedor de seguros que parece ser el único que se da cuenta de lo que supone la llegada al poder de Lindbergh; de su madre Bess (Zoe Kazan), una sencilla ama de casa; de su hermano mayor Sandy (Caleb Malis), artista y fan del aviador, o de su tía Evelyn (Winona Ryder), novia del rabino Lionel Bengelsdorf (John Turturro), que ayuda a Lindbergh en su campaña para llegar al poder.
Con una cuidadísima ambientación en la que HBO vuelve a mostrar músculo, un reparto de lo más sugerente, con Ed Burns y Reena Rexrode compartiendo la writers room con Simon, y Minkie Spiro y Thomas Schlamme repartiéndose la labor de dirección de los seis capítulos, todo hace pensar que La conjura contra América nos ofrecerá, además de esa alegoría trumpiana, exactamente lo mejor para los momentos que atravesamos: evasión.