Un hotel de cinco estrellas inmenso en plena Ciudad de México es el escenario de La camarista, un microcosmos en el que la protagonista, Eve (Gabriela Cartol), una limpiadora, trata de progresar enfrentándose a las intrigas y rencillas propias de cualquier grupo humano. Lila Avilés (Ciudad de México, 1982), actriz y directora de teatro, debuta tras la cámara con este filme en el que la rutina de esa “camarista”, lo que en España llamaos “kellys”, se convierte en una peripecia tan intrigante como fascinante en la que convergen dos realidades paralelas, por una parte las vidas de los acomodados huéspedes y por la otra las dinámicas de colaboración y competición de los empleados. Personaje dispuesto a mejorar sus condiciones de vida, vemos cómo Eve asiste a clases de formación para adultos y se esfuerza más allá de lo que impone sus obligaciones para conseguir que la asciendan a las últimas plantas del hotel, donde se sitúan las mejores habitaciones y los clientes más ricos. La directora nos cuenta por qué quería hacer una película sobre México sin violencia, la forma en que quería visibilizar a unas trabajadoras en las que muchas veces no reparamos o por qué el cine es “una maravilla” por su capacidad de manipular el tiempo.
Pregunta. ¿Por qué quiso hacer esta película?
Respuesta. Vengo de una madre adicta a la limpieza. Después, una ya va creciendo y vas entendiendo que a ella esa limpieza le ayudaba a ordenarse, es eso de “ayúdate que Dios te ayudará”. Después, me interesaron mucho unas fotografías de Sophie Calle que realizó en una época que trabajó como camarista en Venecia. La idea era que uno podía imaginar las vidas de las personas que habían ocupado la habitación a través de la basura que habían generado durante su estancia. Me gustaba la idea de generar una historia a partir de la ausencia. Partiendo de allí, ha sido un largo camino construir la película.
P. ¿Cómo ve a Eve, esa camarista que protagoniza la película?
R. Yo empecé siendo actriz de muy pequeñita y quería contar una historia con un personaje muy entrañable. En estos tiempos marcados por la tecnología y la rapidez de la vida nos cuesta mucho poner atención. Quería mostrar un personaje femenino, con una gran fortaleza y muchas capas, que fuera humano, ni del todo buena ni del todo mala. Cuando elegí a la protagonista (Gabriela Cartol) le advertí que de las 120 secuencias de la película sale en las 120. Estoy muy feliz con su trabajo, nos hemos hecho buenas amigas.
P. ¿Quería hablar de las diferencias sociales en el contexto de un hotel de lujo, donde esa división entre huéspedes y trabajadores resulta muy clara?
R. Cuando se habla de México suele ser para hablar de violencia. Yo quería hablar de otra cosa, de la fortaleza de mi país, de su humanidad, el vínculo que une a las personas. Para mí este filme es una oda a la clase trabajadora porque mi país lo ha construido esa clase, hay toda una tribu que sostiene el país. Esa gente que se levanta a las cuatro de la mañana y es muy luchadora. También quería que no fuera una película lineal y que cada uno pudiera hacer su propia lectura. Me ha sorprendido, por ejemplo, que las mujeres me comentan cosas distintas a los hombres después de ver la película.
P. ¿Y qué llama la atención de las mujeres y no los hombres?
R. Hay sutilezas que solo comentan las mujeres: podemos ser bonitas, mostrar nuestro cuerpo… A medida que ella va descubriendo la vida de los otros, se va descubriendo ella misma. Hay como una búsqueda, a veces uno es feroz buscando algo y en el camino la flecha encuentra su propio blanco. En el filme se crean capas, vínculos humanos, y al final todo el mundo queremos trabajar y lograr nuestros sueños, son esos intercambios entre las personas los que nos hacen entender algo más.
P. La trama es muy liviana, ¿fue un reto contar una película sin “grandes acontecimientos”?
R. Justamente cuando estábamos escribiendo el guion (junto a Juan Carlos Márquez) queríamos huir de “las aventuras de la camarista”. Ese hotel es como un microcosmos en el que cualquier cosa puede ocurrir. La idea era seguirla, hacerla visible, no solo verla como un mueble o un objeto. Cuando haces una película te preocupas por cosas como el ritmo, que no sea demasiado rápida ni demasiado lenta, y mi ancla fundamental era ella. Por eso no quería música, para estar en su interior. El cine es una maravilla porque tiene el poder de cambiar el tiempo, no quería una película aburrida pero sí que el espectador se tomara su tiempo para observar lo que quizá en la vida diaria le pasa desapercibido.
P. En esa distancia entre cómo se comportan los empleados de hotel con los clientes y luego cómo es su vida, ¿hay algo de representación, como si fuera un teatro?
R. Yo pienso mucho en cuando hubo el terremoto en México, los edificios colapsaron pero allí estaban los niños jugando al fútbol o dos vecinas peleándose por quién daba más agua. La vida siempre encuentra la manera de aparecer. Esa tensión de la que hablo sucede en mi vida cotidiana, a todos nos cuesta mucho observar, profundizar en las cosas, y quería encontrar cierta forma de belleza donde no solemos verla. Me gusta la protagonista, parece ensimismada, calladita, pero tiene mucha fuerza y una gran curiosidad. En general creo que falta curiosidad en la sociedad. Las nuevas generaciones creen que todo está dado, todo está mascado, cuando lleva un gran esfuerzo saber quién es una en este mundo.
P. Cuando la camarista se relaciona con esa mujer argentina rica vemos que ésta no es mala. ¿Quería huir del cliché de presentar a los ricos como malvados?
R. Un tema que me interesa mucho son los prejuicios, yo soy una mujer blanca y podrían decir que soy una mujer tonta, vivimos en un país racista lo queramos o no. Hay que darse cuenta de la situación, no todos los hombres son malos, vengo de un padre que es una belleza. Aquí hay un problema gravísimo con lo feminicidios, debemos alzar la voz y defender nuestros derechos, pero creo en la unión, los hombres tienen que ser partícipes de nuestra lucha. Lo que quiero contar con esa relación es que las clases sociales no son compartimentos estancos, se pueden generar intercambios, puede haber puertas abiertas para que conectemos y nos hagamos más humanos. Me gusta que el espectador genere su propia verdad y vea esas dualidades que todos tenemos.