'Parásitos' o la perfección coreana
Bong Joon-ho se impone en un año en el que vimos obras maestras como las de Yorgos Lanthimos, Scorsese, Godard y Tarantino
27 diciembre, 2019 15:30Parásitos
Una película en la que todo, absolutamente todo, desde el extraordinario guion hasta la interpretación de los actores, la gestión del ritmo cómico y el sentido de la puesta en escena, además de su fondo de inclemente fresco social, está perfectamente engrasado. El coreano Bong Joon–ho nos cuenta la historia de una familia, con cuatro miembros en paro y viviendo del gorroneo y el vampirismo, y su penetración en un hogar burgués con la contratación del hijo para que imparta clases particulares de inglés. Esos pícaros desarrapados empeñados en medrar, con las más retorcidas artimañas, nos resultan familiares. Si los personajes no tuvieran los ojos rasgados, podría ser una comedia a lo Azcona. No somos tan distintos.
La favorita
Yorgos Lanthimos
Entre suntuosos travellings de seguimiento, nos encontramos una estructura por capítulos con títulos proféticos, sublimes fundidos encadenados, efectos de ojo de pez y violentas panorámicas. Lanthimos construye una sátira social que parece hibridar el preciosismo de Barry Lyndon, el impulso caricaturesco de Teléfono rojo y el manierismo enrarecido de La naranja mecánica, aunque la frialdad de Kubrick se ve aquí equilibrada por un aura doliente en la que reverbera el recuerdo de El sirviente, de J. Losey.
El irlandés
El adiós definitivo de Scorsese al cine de gangsters, un género al que ha dado carpetazo. Un viaje hacia el fin de la memoria que es, en sí mismo, una revisitación tanto a la historia del género como de la propia obra fílmica del director. En los 210 minutos que dura (y los merece), hay espacio para que se conjuguen los ritmos, se depure la estilización narrativa y se armonice la tragedia con el humor. Auténtico cine crepuscular que recuerda al John Ford de Liberty Valance.
El libro de imágenes
Jean-Luc Godard
Godard prolonga su reflexión ensayística desde un territorio tan fantasmal como crepuscular. Su voz es un lamento cavernoso, el aullido de un sabio que se sabe en retirada pero que se resiste a claudicar. Y que hasta ofrece algo de esperanza. Los aforismos y palíndromos que danzan en la pantalla con su característica torsión del lenguaje repercuten como ecos incesantes con las imágenes del pasado y del presente.
Érase una vez en… Hollywood
Quentin Tarantino
Tarantino nos propone el gozo de experimentar la energía codificada de un cine en plena sintonía con las fuentes de las que se alimenta. Érase una vez en… Hollywood no es la película–pastiche con retales de Sergio Leone en torno al Hollywood que murió violentamente con los asesinatos del satánico Charles Manson, sino el resultado de la plenitud obsesiva de un autor superdotado para la creación de iconografías, personajes, ambientes y narrativas sorprendentes, en perpetua tensión con el cine que surge del pasado.