La exitosa escritora de novelas de misterio Dolores Redondo ha conseguido que el valle del Baztán, al norte de Navarra, se convierta en un lugar casi mágico conocido por todo el mundo. El cine se ha hecho del éxito de la trilogía de la autora y después de El guardián invisible (2017), primera parte, llega a las pantallas las nuevas peripecias de la inspectora Amaia Salazar (Marta Etura), una mujer tan eficaz y dura por fuera que esconde profundos traumas y tormentos. Más épica que la primera parte, González Molina nos confiesa que Legado en los huesos siempre fue su novela favorita y en este caso adquiere aún más importancia su angustiosa relación con su malvada madre, interpretada por Susi Sánchez. Hay asesinatos rituales, viejas leyendas del pasado con peso en el presente, un cura con pinta de malo (Imanol Arias) y pueblos inundados en esta superproducción en la que Salazar debe enfrentarse a la esencia del mal y sobre todo, hurgar en sus más profundas heridas. González Molina nos explica por qué Amaia Salazar es una heroína clásica que lucha contra el mal aunque en este caso sea un mal tanto externo como interno, la indolencia que puede llegar con la supervivencia, la forma en que la película habla sobre maternidades complejas o la singularidad de ese valle del Baztán mágico y emblemático en el que transcurre la historia. El director ya ha terminado la tercera parte, Ofrenda a la tormenta, que se estrenará el próximo 3 de abril.
Pregunta. ¿Se ha planteado Legado en los huesos como una secuela o una película que puede verse de manera independiente?
Respuesta. No me la planteo como una secuela porque forma parte de una trilogía literaria y es una historia que parte de un lugar y llega a otro. De hecho, la primera fue la menos taquillera de todas las mías, esta película no nace a rebufo. Lo que sí nos obsesionaba a Luiso (Berdejo) y a mí es que pudieras verla como una película independiente. Si has visto la primera tienes muchas claves para comprender la historia, pero si no la has visto puedas verla también. Por dos razones, por querer que funcione mejor que la primera y porque queríamos atraer a nuevos espectadores. Le dimos muchas vueltas a eso. La idea es hacer una trilogía y que cada vez sea más oscura y lo que empieza como una trama policial se acaba convirtiendo en la historia íntima de un personaje, en una película sobre la maternidad, la historia de un valle y casi del mundo. La tercera película, Ofrenda a la tormenta, es el colmo de la negritud, es como una ópera, y todo va llevando hacia eso.
P. ¿Utiliza la estructura de thriller para hacer una película sobre la maternidad?
R. El melón del falso thriller se cierra pronto porque es un drama familiar, es más Ibsen que Alberto Rodríguez. Se llama “legado en los huesos” y va sobre madres que no quieren a sus hijas, sobre madres que quieren proteger a hijos, sobre madres que tienen miedo de tener algo terrible y malo dentro de sí mismas. El thriller es un McGuffin brutal. Eso también es lo que más me gustaba de la novela, comienza pareciendo un thriller aparatoso lleno de notas y secretos y en seguida gira a una saga familiar y la tercera sigue en esa línea. Esa parte emocional también es lo que yo creía que podía hacer mejor. En Legado en los huesos es aún más importante. Con la primera quería seguir las reglas del género, ser muy estricto con eso, con la frialdad, pocos sentimientos... Con esta dije, voy a pasarla por mi filtro, voy a coger lo emocional de las novelas y lo voy a trasladar a una película. El punto de partida policial para lo que de verdad sirve es para contarte a ella y lo que tiene de horrible estar dentro de ella misma. Eso es lo que más me interesaba. El espectador se ha vuelto muy listo y lo adivina todo, pero al final da igual quien sea el asesino porque el punto de partida policial es una manera de profundizar en la protagonista. En esta película me he sentido muy liberado para hacer lo que me da la gana y sobre todo he trabajado con Marta (Etura) en su personaje.
P. ¿Concibe el personaje de Amaia Salazar (Marta Etura) como el centro de todo?
R. Al principio ves que está en calma y luego el conflicto es cada vez mayor. Una pequeña gota malaya lo mando todo a tomar por saco y se plantea su relación de pareja, su posición laboral… Hacer de una sufriente sin más no me interesaba. Leí un libro sobre los supervivientes de los campos de concentración nazis y hablaba sobre la indolencia. Uno de los grandes efectos secundarios de los supervivientes es que te vuelves indolente, ni sientes ni padeces. Hay algo en Amaia de eso. Está un poco aletargada en lo emocional. Ella tiene una disfunción emocional y se intenta construir una vida de pareja convencional que no se corresponde con su lugar en el mundo. Cuando sucede el drama y se enfrenta a su madre y vuelve a sus emociones primarias aunque sea terrible es cuando se siente más ella misma. Es como el tipo que ha estado muchos años en prisión y cuando llega a su casa no se puede tumbar en la cama y se echa a dormir en el suelo. Ella quiere ser feliz todo el rato y tiene esa lucha por la felicidad aunque en realidad no la alcanza nunca. Es una persona que ha vivido de cerca la maldad desde pequeña y eso le hace ser muy consciente de esa existencia del mal. Por eso puede ser buena policía, porque sabe muy bien dónde nacen los sentimientos de los delincuentes y asesinos. Y la tercera película, es mucho peor. Esa cosa adusta y seca me conecta más. En la primera película era una armadura típica de sequedad y en esta intenta ser empática, y en esta positividad es una construcción.
P. ¿Cuál es el papel de la maternidad?
R. Estamos acostumbrados al estereotipo de la madre protectora, buena, sacrificada y abnegada. No se trata solo de que Susi Sánchez es la encarnación del Mal, también la propia Amaia (Etura) es una madre bastante complicada que tiene una relación compleja con su bebé. Hay algo de su madre en ella, hay una oscuridad que ella percibe, y eso la aterra aunque a diferencia de su madre no se ha dejado arrastrar a un pozo oscuro. Es muy estimulante ver a las dos al final porque se odian pero se parecen. Es una película sobre madres imperfectas, algunas mucho más imperfectas que otras, y lo que supone ser madre y lo que marca que tu madre no te quiere como debería. Más allá de la parte superficial de la historia en la que la madre es una criminal.
P. ¿Hay un miedo universal a repetir los errores de nuestros padres?
R. El ADN y lo que nos viene en herencia genética y cultural por haber convivido con alguien durante tanto tiempo es un DNI que nos define pero también un lastre que nos arrastra. En la película también está eso: ¿Quién somos y qué es lo que nos define? Yo ahora tengo 44 años y tengo muy presente ese hecho. De adolescente tratas de ser lo contrario que tus padres pero con el tiempo te vas acercando a ellos y de repente te ves en tus padres como un espejo deformante de lo que tú eres. Da un poco de miedo. Últimamente lo noto mucho porque nunca había pensado que me pareciera a ellos. A mí mis padres me tuvieron muy jóvenes y recuerdo que me parecían muy mayores y tenía miedo de que se murieran cuando no habían cumplido ni los 30. Las películas son capas, necesitas una trama, una peripecia, para contar la historia, pero por debajo cuentas otra cosa y en esta película lo que funciona es la relación entre madres e hijas. Estoy contento porque con esta película tengo la sensación de que me interesa y en este punto de mi vida creo que eso ya es mucho. También es la primera vez que estoy más desconcertado con una película, no sé cómo va a conectar la gente.
P. ¿Cómo se relaciona con la parte sobrenatural de la película?
R. Cuando te pasan cosas malas o sufres ausencias es muy natural comenzar a pensar que hay algo más allá. Yo soy más consciente ahora de la muerte que cuanto tenía veinte años. Me decía un amigo que la película es sobrenatural y no sé si es la palabra, pero sí hay algo que está más allá de lo racional o lo físico. Hay una pregunta que planea que es por qué estamos aquí. En la vida hay fuerzas que no sabes controlar y Salazar lo que intenta es negarlo todo de manera rotunda para intentar racionalizarlo porque en realidad le asusta esa dimensión. Si niegas el misterio de la vida, el Lego se demonta. Y ese misterio tiene una parte muy oscura y otra muy luminosa. Ese viaje hasta la cueva del final tiene un componente metafórico muy claro que tiene mucho que ver con el mito, las creencias y con lo mágico. Su perfección, su nueva melena rubia, su marido, su casa nueva… Es todo un artificio porque pensaba que ha caminado hacia la luz pero sigue siendo esa niña que corre asustada por el bosque. Al final hablamos de dolor, de su bebé, de su madre… Es muy primario. Nos construimos una cosa pero es eso, una construcción. Al final hay una persona que seguimos siendo. Yo en realidad me sigo sintiendo como el niño al que llamaban mariquita en el colegio. Me siento así muchísimo a pesar de lo que pueda parecer el éxito, hacer películas, Madrid… La gente me dice que la película es inquietante y oscura, algo que no esperaba, me ha sorprendido pero me gusta. Cuando tienes tan cerca de tu vida a un monstruo es muy difícil no mirarlo. Es un personaje muy valiente y fuerte incluso en sus propias equivocaciones. Hay algo muy primario porque al final hablamos de la necesidad de sobrevivir. Es valiente por necesidad. He hecho tres películas sobre este personaje y sigo encontrando nuevas capas. En la tercera película lo dice, “yo soy un buscador y un soldado y no voy a parar nunca”. Pero en esa misión de buscar a su madre es donde se siente realizada.
P. ¿Cuál ha sido el papel de Dolores Redondo?
R. El papel de Dolores en estas películas ha sido el de espectadora cómplice. Nuestra relación en El guardián empezó siendo más dura y ella tenía miedo de que no respetáramos la esencia de las novelas. En las primeras reuniones ella no estaba de acuerdo con algunas cosas del guión y las cambiamos. Ahora pienso que tenía razón. Después, la película le gustó mucho y nos hicimos amigos. En las dos siguientes no ha querido leer los guiones porque decía que confiaba. Se ha mantenido en un segundo plano como cómplice. Vino a verme al rodaje y ha visto la película. Creo que está muy contenta. Ella sentía que el personaje que había escrito estaba en la película y eso es muy importante. También es verdad que Legado en los huesos me encantaba, me gustan mucho las tres, pero esta es la que más me gusta.
P. ¿Qué papel juega el valle del Baztán?
R. Creo que pasa mucho que a partir de cierta edad hay una necesidad de volver al sitio de donde eres. En la primera película Salazar estaba obligada y en este caso regresa porque quiere. Lo que quiero contar en la película es que no es un sitio hostil. Es un sitio al que ella vuelve. El valle del Baztán tiene una energía compleja. Es medio oscuro y hay algo muy primario. Apenas cambió en siglos porque por su propia orografía estuvo aislado, tiene algo como singular y oscuro con muy poca luz… Y luego también funciona como metáfora de cómo es ella y como está ella en el mundo. También es un lugar el que hubo mucha caza de brujas y habla de mitos antiguos que siguen presentes.