¿Cómo denunciar el robo de lo que se supone que uno no tiene? A los ricos de verdad, ya se sabe, no les gusta ostentar de sus tesoros ni, por supuesto, que la Agencia Tributaria sepa mucho de ellos. Un universo cerrado en sí mismo con geolocalización precisa, ese madrileño barrio de Salamanca en el que se concentra buena parte del poder y el dinero de nuestro país. Un mundo al que le gusta la discreción que no tiene más remedio que abrir una grieta cuando comienzan a aparecer ricos coleccionistas asesinados. Y no de cualquier manera, sino que los cadáveres forman parte de elaboradas puestas en escena que reproducen algunos de los más célebres “Caprichos” de Goya, esos grabados de finales del siglo XVIII en el que el pintor satirizó los males de la época, particularmente el fanatismo religioso y la ignorancia. El director y productor Gerardo Herrero regresa al género policíaco de Silencio en la nieve (2011) o La playa de los ahogados (2015) en El asesino de los caprichos, filme protagonizado por Maribel Verdú en la piel de una inspectora endurecida por los años y aficionada a encadenar cigarros y dar lingotazos de whiskey. Su nueva compañera de fatigas (Aura Garrido) simboliza a una nueva generación que pretende conciliar el trabajo con la vida familiar. Dos generaciones y dos formas de ver la vida chocan en esta película en la que el director refleja un Madrid opulento de atmósfera malsana en el que el crimen es como un convidado entrometido.
Pregunta. ¿Quería que el personaje de Maribel Verdú fuera el centro de la película?
Respuesta. Hay más cosas, pero el personaje de Maribel me parecía muy interesante. Es una mujer que ha vivido en un mundo de hombres y que, para sobrevivir, ha tenido que comportarse como si ella lo fuera también. Esa experiencia de tener que luchar duro para ser aceptada le ha marcado. Ahora mismo por suerte vivimos en un mundo en el que ni los hombres son tan machistas ni las mujeres para sobrevivir tienen que comportarse de manera tan dura. También es una persona a la que la vida no ha tratado bien, no ha tenido suerte en sus relaciones con los hombres, ha tenido que esforzarse mucho para ser una buena policía… y al final se ha convertido en una borde. Es una persona autodestructiva que fuma, bebe y es capaz de pasarse trabajando dieciséis horas seguidas y que piensa que el trabajo está por encima de su vida personal. Después me gustaba que Maribel nunca haya hecho de policía ni un personaje de estas características porque siempre es una buena chica a la que le pasan cosas o es una mala de cómic. En esta película me parecía que su papel tenía muchos matices, una mujer tan dolida, tan borde, borracha, folladora…
P. ¿De qué manera aborda el choque con el personaje de su nueva compañera, más joven y con otro planteamiento del trabajo de policía?
R. Me gustaba el contraste entre el personaje de Maribel con alguien de otra generación como el de Aura Garrido, una joven de otra época que quiere compatibilizar su mundo laboral con su mundo personal. Es alguien que tiene marido, que tiene hijos… y no quiere renunciar a ello. El personaje de Maribel no tiene mundo personal, echa polvos con algunos y le gustaría estar enamorada pero no consigue que ninguna de sus relaciones funcione.
P. ¿Vivimos en un contexto histórico en el que existe más recelo y odio a los ricos que nunca?
R. Creo que eso ha existido siempre solo que esta película lo muestra. En el cine español ha salido muy poco la clase alta, casi siempre son personajes de clase media o de clase obrera, pero muy pocas veces el mundo de los ricos, ni cómo son ni cómo viven. Y muchas veces cuando salen es como estereotipo. Los ricos no son tontos ni frívolos. Lo que sí pasa es que a veces no saben muy bien cómo es el mundo porque el dinero los aísla mucho. Pero los ricos no suelen tener un pelo de tontos y esos arquetipos que a veces salen en el cine español no son muy parecidos a la realidad. Lo mismo pasa con el mundo del poder, apenas aparece y casi no vemos películas políticas. No es que la película hable de esto pero sí está reflejada una clase social que vive de otra manera y no tiene problemas para llegar a fin de mes.
P. ¿Las escenografías de los asesinatos inspiradas en Goya plantean el asesinato como una de las bellas artes?
R. Esa idea de Angela Armero (guionista) de utilizar los grabados de Goya fue una de las cosas que más me gustó de esta película, la parte visual de poder hacer eso me pareció estupenda. En este caso vemos a alguien manipulando a otra persona para que cometa estos asesinatos y luego en realidad la película no va por allí porque la verdadera finalidad de esos crímenes es robar los cuadros. Toda la escenografía de los “Caprichos” es un engaño para despistar y poder llevarse las pinturas de Juan Gris y de grandes pintores que valen mucho dinero.
P. ¿Puede ser entonces matar una forma de sublimar el fracaso como artista?
R. De la escuela de Bellas Artes salen todos los años muchos licenciados y ¿cuántos de ellos triunfan? Muy pocos. ¿Cuántos de ellos se convierten en pintores importantes? La mayoría acaba como profesores de dibujo y algunos que tienen talento tampoco llegan porque Barcelós casi no hay. Hace poco conocí al pintor José María Sicilia, al que siempre he admirado muchísimo, y he descubierto que a sus años aún va a la India a buscar texturas, colores, telas… pero son muy pocos los que tienen esa suerte.
P. ¿Existe un mercado subterráneo de obras de arte?
R. ¿Por qué aparecen tantos cuadros de repente? Salen algunos pocos de Velázquez y Goya, a esos niveles, pero de artistas no tan importantes aparecen a patadas. Ahora Hacienda le ha dado un valor a todo ese patrimonio, pero si tú mismo abrieras un contenedor y te encontrarás obras de grandes maestros serías millonario, cuando estaban guardados en desvanes. Hay una parte que viene de que mucha gente que tiene esas pinturas las tiene por herencia. Y hubo una época en la que no se declaraba. Lo de declararlos y darle valor a los cuadros es una cosa muy actual. Hace poco salió publicada la historia de una familia en la que se habían robado entre ellos un cuadro que no habían declarado que tenían. Estoy convencido de que hay mucha gente que no dice que tiene cuadros que en realidad tiene. Hay personas a las que les gusta presumir de patrimonio pero hay otras más listas que no, porque saben que tendrían que pagar mucho dinero si se supiera.
P. ¿Quería crear una atmósfera especial para reflejar el mundo de la clase alta madrileña?
R. Todo eso hay que contarlo porque forma parte de la película, pero no está forzado. El barrio de Salamanca es un mundo que conozco bien y además preparando esta película me he dado muchas vueltas por allí para recordarlo y para verlo. Cuando voy a una calle cerca del Retiro sé adónde voy, no tengo que investigarlo. En el rodaje aparece un Morgan porque siempre ha sido el coche más deseado o ese momento en el que van a jugar al golf, eso quizá es más arquetipo pero es real.
P. ¿De qué manera estructura la trama y qué papel juega?
R. Lo que me contó la policía cuando estuve preguntando es que es el entorno más cercano de la víctima donde se busca. No hay tantos crímenes que vengan de fuera en la sociedad española y se investiga en el círculo familiar, de amistades o de negocio. Luego, en una película así, tienes que timbrar la trama con los personajes. Mi manera de trabajar es que primero encajo las piezas de la historia, me pregunto cómo resolver que la gente entienda lo que está pasando y para eso tienes que poner cosas que quizá no hubieras puesto. Pero una vez que sientes que la trama encaja ya tienes que generar entidad a los personajes, cómo son, cómo viven, cómo follan, cómo les engañan…