Antonella Sudasassi: "Hay muchas formas de violencia machista"
Con sutileza y sin situaciones trágicas, la directora costarricense narra en 'El despertar de las hormigas' la liberación interior de una mujer que no quiere volver a ser madre
2 agosto, 2019 09:05La realidad de Costa Rica no se asoma mucho a las pantallas de cine españolas y en El despertar de las hormigas, de Antonella Sudasassi (San José, 1986) vemos un pedazo del país a partir del proceso de liberación interior de la protagonista. Cuenta el filme la historia de Isabel (Daniela Valenciano), esposa y madre de dos niñas que vive una vida apacible pero anodina y que logra redescubrir sus sentimientos cuando se queda embarazada. No porque sea esa una maternidad buscada sino, al contrario, porque la certeza de que no quiere volver a ser madre le hace replantearse su lugar en una familia y en una comunidad acogedoras y afectuosas que ha decidido cuál es su papel en la vida. Segunda parte de una trilogía en la que la directora aborda el asunto de la sexualidad femenina en la edad temprana, la juventud madura de Isabel y un documental por llegar protagonizada por una mujer adulta, Sudasassi cuenta en su filme un proceso de autodescubrimiento personal con resonancias feministas en un filme que apuesta por lo sensorial y sutil para contar su historia.
Pregunta. No hay crímenes machistas ni situaciones trágicas, ¿quería hablar de la violencia soterrada de eso que llaman micromachismos?
Respuesta. La intención de alguna forma era retratar un poco lo que había vivido yo. El machismo en mi vida nunca fue violento pero siempre existió porque está supernaturalizado. La película tiene que ver con eso, con las figuras masculinas y femeninas con las que crecí, que también te exigen y te obligan a ser en cierta forma para cumplir con ese rol que esperan de ti. Llegas a un punto en el que se ve todo muy normal. Ese marido de la película probablemente diría que no es machista pero es que hay muchas formas de violencia. Y hay muchas de las que no hablamos y se quedan sin denunciar.
P. ¿Por qué apuesta por un tono tan sutil y pausado al interior de la protagonista?
R. Eso era una apuesta arriesgada porque estás haciendo una película que pinta más hacia lo documental, naturalista… Se trata de meternos en las dinámicas de la familia y la familia extendida y ver cómo mete presión. A la gente le puede parecer que no pasa nada, que no hay giros de guión… pero quería apostar por eso. Tenemos ese personaje que es madre, que está casada, que no es infeliz, es alguien que nunca se ha cuestionado quién era ella. Cuando la empiezan a presionar y se comienza a imaginar poniendo pañales otra vez después de cinco o seis años de no hacerlo es cuando se plantea ¿qué pasa si no quiero? ¿qué pasa cuándo no complazco a mi esposo y a mi familia? Es una premisa muy sencilla y arriesgada porque compites con películas de explosiones y para mí ha sido una gran satisfacción. Me he encontrado con que la gente aprecia la película y genera diálogo.
P. ¿Quería reflejar un estado de desconexión con la realidad más que de depresión?
R. Lo que quería con Isabel era precisamente eso. Es una persona que la vida le pasó por encima pero nunca se detuvo a pensar qué quería. Más allá de que uno comparta esa situación la capacidad de empatizar con ese personaje creo que siempre está allí. ¿Cuántas veces no hemos tomado nosotros decisiones porque hemos dejado que las tomen por nosotros? A veces también creemos que las tomamos nosotros pero en realidad hacemos lo que los demás esperan de nosotros.
P. ¿Quería reflejar una rutina cómoda pero asfixiante?
R. Hasta trabajar con no actores, digamos, del pueblo, tiene que ver con que me interesaba mucho captar la esencia de esa tónica familiar y del pueblo donde sucede la película. Me fui a vivir con una familia de allí y vi algo que tiene que ver con esa asfixia. Es un pueblo que está como estancado en el tiempo. Era de paso y ya no lo es porque se construyó una carretera y la gente ya no tiene que pararse allí, no es que esté muerto pero está muy apagado. Es una ciudad dormitorio en la que no hay muchos jóvenes y la vida social es diferente. Una nota que no suceden grandes cosas.
P. ¿Quería reflejar ese proceso de autodescubrimiento interior mediante los sentidos de la protagonista?
R. La sensorialidad siempre fue mi búsqueda. Esta película forma parte de un proyecto más grande, son tres películas diferentes y cada una retrata la historia de una mujer en diferentes etapas de la vida. Hay un cortometraje que está allí y retrata a una mujer joven y después habrá un documental que retratará la adultez. Desde el tratamiento estético y visual siempre quise reflejar esa sensorialidad. ¿Qué significa para una niña tener un primer orgasmo? ¿Cómo partiendo de los sentidos se puede expresar eso? Una señora me decía hace poco que le gustaba la sensualidad de cuando la protagonista toca las telas. Eso quería captar.
P. En el filme vemos que también existen mujeres machistas. ¿No quería ocultar esa realidad?
R. El término feminazi viene justamente de la mala concepción sobre el feminismo de que las feministas odian a los hombres. Se concibe el machismo como un compartimento exclusivo de los hombres. Nosotras también heredamos esa cultura a través de la figura materna y esa expectativa que se puede generar entre las mujeres de la familia. Vemos ese mundo de la cuñada y la suegra que le exigen a una. Yo cuando era pequeña un invitado no levantó jamás un plato e iba yo a hacerlo. Después ya mi madre cambió el discurso. Se va adaptando el discurso hasta que las cosas cambian y hoy en cualquier pareja lo normal es ayudarse mutuamente. Pero es muy poco a poco. Creo que con estos roles el hombre también sufre con eso de tener que ser y aparentar. La expectativa de que el hombre está para proteger, para cuidar…
P. ¿Existe un machismo interiorizado y estructural contra el que es difícil luchar?
R. El marido es un hombre que nació en ese contexto, lo da por sentado. Yo antes de rodar la película me di cuenta que después de cinco años de desarrollo en un proyecto que trata sobre cosas que tenemos tan asumidas que ya casi ni las ves justamente me encontré en esa situación de la protagonista. Me di cuenta de que estaba cambiando, de que dejaba de ser yo por complacer a alguien más.