Erik Poppe: “La masacre de Utoya no fue una locura, fue un atentado político”
El director logra en Utoya. 22 de julio reflejar el espanto de lo sucedido en la matanza y rendir homenaje a las víctimas
19 julio, 2019 04:29Fue un 22 de julio de 2011 cuando el mundo se estremeció ante el horror desatado en Noruega. Un psicópata de ultraderecha aterrorizó en Oslo matando a ocho personas después de hacer explotar varias bombas en edificios gubernamentales. Después, mató a sangre fría a 69 jóvenes más en una isla cercana a la capital donde los adolescentes acudían a un campamento del Partido Laborista.
Disfrazado de policía, con tapones para los oídos y frío y metódico como el diablo, el infame Anders Breivik segó la vida de decenas de jóvenes de un tiro en la cabeza hasta que finalmente fue arrestado 72 minutos después de haber comenzado la matanza, por la policía noruega. Una tragedia que llega al cine de la mano del cineasta Erik Poppe (Oslo, 1960), conocido en nuestro país por películas como Mil veces buenas noches (2005), donde reflejaba su propia experiencia como reportero de guerra, y la reciente La decisión del rey (2016), donde veíamos los duros días de la invasión nazi.
Rodada con un largo plano secuencia, Utoya. 22 de julio, logra reflejar el espanto de lo sucedido, rendir homenaje a las víctimas y crear una película vibrante, lo cual no es tan sencillo en un filme que refleja acontecimientos tan sangrantes y recientes. La protagonista es Kaja (Andrea Berntzen), una joven idealista y trabajadora que sueña con ser primera ministra del país. Tras unos minutos en los que conocemos el ambiente festivo del campamento, en el que no faltan los debates y las actividades políticas, comienza una carnicería que al principio muchos, atónitos, confunden con una especie de simulacro.
Pregunta. ¿Por qué quería hacer una película sobre la matanza de Utoya?
Respuesta. Quería despertar nuestra memoria colectiva. Ha habido muchos artículos en prensa, libros, hemos escuchados a los supervivientes, pero seguíamos sin saber lo que de verdad había pasado en la isla. Con esta película quería que se volviera a hablar de ello, obligar a los noruegos a discutir por qué no supimos prevenirlo. Hice la película muy cerca de los supervivientes porque quería ser lo más honesto posible respecto a lo que ellos vivieron.
P. ¿Por qué ocho años después sigue sin haber un monumento en Utoya que recuerde a las víctimas?
R. Está siendo muy difícil porque ha habido muchas discusiones sobre el artista más adecuado y la forma de hacerlo. Un periódico de Noruega escribió en su editorial que quizá el memorial es esta película. Mi intención era esa, y también que sirva para el proceso de sanación. Los supervivientes dicen que la historia les refleja y ellos han pedido a la gente que vaya a verla. Siento que no es mi obra porque ellos han sido quienes de verdad la han hecho.
P. ¿El país no era consciente de la amenaza que podía suponer la ultraderecha?
R. Noruega no estaba preparada para estos ataques de ninguna manera. ¿Quién está preparado del todo? La seguridad al cien por cien es imposible. Pero luego no ha habido un debate profundo sobre lo que pasa en nuestra sociedad. Si dejamos que los radicales de ultraderecha se encierren en sí mismos en sus foros de internet, no tendremos ocasión de discutir con ellos con argumentos. Se crean esos reductos en los que hay un discurso del odio que son muy peligrosos.
P. ¿Más allá del radicalismo de grupos muy extremos, hay un problema de racismo en las sociedad noruega que permite que se incuben?
R. Todas las sociedades europeas tienen sus retos. En el mundo actual todos aprendemos del otro porque el multiculturalismo ya forma parte de nuestra sociedad y eso es positivo. Vivimos en un mundo más polarizado y nosotros, los periodistas o los cineastas, podemos contribuir evitarlo. Mostrando con esta película el efecto de los discursos del odio, abrimos un debate necesario en la sociedad. La película está contada desde el punto de las víctimas para crear una empatía con el público. Debemos preguntarnos cómo podemos tener una sociedad más tolerante.
P. Además del aspecto ideológico sorprende la ineficacia policial. ¿Hoy estaría mejor preparada Noruega para un ataque terrorista?
R. No diría que hoy somos mas tolerantes pero seguramente sí tenemos una mejor policía. Después del atentado hubo muchas comisiones y se ha investigado a fondo por qué la policía tardó tanto en llegar a la isla. Lo que seguimos sin discutir es cómo se creó un monstruo como éste. Hay quien dice que fue el acto de un loco y no es cierto. La masacre de Utoya fue un atentado político. No fue "a matar a cualquiera" ya que asesinó a jóvenes de la juventud socialista y los quería matar a todos. Esta es una historia que por desgracia está pasando en todo el mundo como hemos visto en Estados Unidos o en Nueva Zelanda.
P. ¿Y cómo puede ser que la policía tardara tanto en aparecer?
R. Después de las explosiones en Oslo que destrozaron oficinas del gobierno hubo un colapso total. Los cristales rotos, las ambulancias y el desconcierto crearon un sentido de caos. Cuando comenzaron a llegar las noticias del tiroteo en la isla, la policía no lo creyó. Nadie esperaba un desarrollo como ese. Hubo varias detenciones después de las explosiones y ninguna pista llevaba a Breivik.
P. ¿Por qué plantea el filme como un largo plano secuencia?
R. La principal intención del filme es que el espectador pueda vivir en sus carnes lo mismo que sufrieron las víctimas. Esa toma única nos acerca a su experiencia.