Colomo divierte con su retrato de Cádiz y la animación reivindica a Buñuel
El director estrena en Málaga Antes de la quema, un thriller cómico donde refleja un mundo marcado por la precariedad y la alegalidad, y Salvador Simó recaba el aplauso de la crítica con Buñuel en el laberinto de las tortugas.
18 marzo, 2019 01:00De Fernando Colomo (Madrid, 1946) podría decirse aquello de que es "el hombre que siempre estuvo allí". Con sus más y sus menos, nunca deja de hacer películas y a sus 73 años acaba de vivir uno de los momentos más dulces de su trayectoria reciente con el éxito de taquilla de La tribu (2018). Cambia de tercio en su nuevo filme, Antes de la quema, una especie de thriller cómico o una comedia con forma de thriller donde refleja el mundo de Cádiz, marcado por la precariedad y la alegalidad, y más concretamente el submundo del narcotráfico.
Protagonizada por Salva Reina, cuenta la peripecia de un tipo sin mucho oficio ni beneficio que trata de sobrevivir en una de las ciudades más pobres de España. Su único consuelo es su participación en una banda musical que concursa con sus chirigotas en los carnavales de Cádiz. Por casualidades de la vida, acaba trabajando a la vez para un capo local y como jardinero en una planta incineradora que resulta ser un almacén secreto de droga. Con un objetivo oculto que es mejor no desvelar, el protagonista se embarca en un robo de inciertos resultados mientras se enamora de una sofisticada ladrona (Manuela Velasco) y lidia con su hermana delincuente (Maggie Civantos).
Lo mejor de Antes de la quema es el retrato de la ciudad que hace Colomo. Ese Cádiz en el que "hasta la policía hace trabajos sin contrato" y donde campa la picaresca, el paro y el tráfico de hachís y marihuana como mejor forma de sobrevivir. Los trabajos de Colomo a veces sorprenden porque siguen utilizando referentes culturales de los 80 (la chica madrileña dice "tronco" cada dos palabras como en la Movida, fuman "canutos" y escuchan a Loquillo) pero con este filme el director logra una de sus películas más divertidas y con más personalidad gracias al color de una cultura tan local como única que se hace fascinante al neófito.
La colombiana Niña errante, dirigida y escrita por Rubén Mendoza, es una buena película sobre cuatro hermanas, cada una de distinta madre, que se reúnen después de la muerte del padre. Road movie ambientada en los caminos colombianos, el cineasta logra un retrato sensible de cuatro chicas unidas casi por la casualidad a la que separa todo lo demás, la clase social, la suerte con sus respectivas familias y el destino inmediato. Poco a poco, vemos cómo crece la solidaridad en esta inesperada familia en un trayecto que sirve al mismo tiempo como reflejo de las tensiones de un país violento y peligroso. Con ecos de Las vírgenes suicidas (aunque aquí no se suicida nadie), ese último plano de la "niña errante" posee verdadera emoción.
Como una especie de Casa de muñecas pero en versión costarricense, El despertar de las hormigas, de Antonella Sudasassi, cuenta la historia de una madre de dos niñas, felizmente casada que trabaja como costurera, y el descubrimiento de su sexualidad. Frente a una rutina castradora, la protagonista (muy bien interpretada por Daniela Valenciano) se abre a un mundo de emociones desconocido que culmina con el descubrimiento de su sexualidad. Es una película correcta en la que se echa en falta un poco de originalidad.
Me ha gustado más Aire, del argentino de origen venezolano Arturo Castro Godoy. Casi en tiempo real, cuenta la odisea de una madre soltera en el Buenos Aires de hoy por llegar al hospital en el que se encuentra su hijo pequeño accidentado. Sin excederse con el dramatismo, Castro Godoy logra un filme seco y contundente en el que simpatizamos con esa pobre mujer asmática enfrentada a una sociedad hostil y burocrática en la que nadie ayuda a nadie y donde nunca falta quien se quiera aprovechar de la miseria.