La directora Patricia Font con el equipo de rodaje de Gente que viene y bah. Foto: DeAPlaneta Gran éxito entre los lectores, la novela de Laura Norton Gente que viene y bah (Espasa) salta al cine en una producción que reproduce el tono cálido y amable del original literario. Cuenta la historia de Bea (Clara Lago), una arquitecta de Barcelona en plena ascensión que ve cómo su mundo se trunca cuando su apuesto novio y compañero profesional (Fernando Guallar) le pone los cuernos con una famosa estrella de la televisión. En plena crisis vital, la protagonista se refugia en su pequeño pueblo de toda la vida, donde descubre junto a su pintoresca madre (Carmen Maura) y sus atribulados hermanos aquello de los verdaderos valores de la vida y de paso un posible nuevo amor con el aspecto de Álex García. Producida por Francisco Ramos, hacedor de películas tan taquilleras como Tres metros sobre el cielo (2010) o la reciente Superlópez (2018), la directora, Patricia Font (Barcelona, 1978), ganadora de un Goya al mejor cortometraje por Café para llevar, nos cuenta por qué con este filme quería buscar “la sonrisa y no la carcajada”. Pregunta. ¿Cómo surge esta adaptación literaria? Respuesta. Me llamó Francisco Ramos, quien ya tenía una primera versión del guion, y buscaba un director. Había visto mi trabajo, le gustó el corto y cuando nos conocimos conectamos en seguida. Entendimos el proyecto igual y queríamos enfocar la comedia desde el mismo tono. Yo tengo mucho respeto a la comedia pura, creo que es muy difícil de hacer y que está muy poco valorada. Como además esta es mi primera película, quería sentirme más segura y cómoda, alternándola con situaciones mas emotivas. No quería una sucesión de gags. Hay momentos para sonreír y otros para llorar. Es un poco como yo entiendo la vida. A veces, incluso en el mismo día, estás viviendo situaciones buenas y malas a la vez. A raíz de eso empezamos a trabajar en ese guión para llevarlo a este terreno. P. ¿Quería contar un viaje de autodescubrimiento personal de la protagonista? R. El viaje de la ciudad al pueblo es literal y metafórico. La vuelta a casa en principio siempre es algo que parece que se enfoca como un fracaso. Si te ha ido mal, vuelves a casa. Y en cambio en este caso es al revés, es para mejor porque se descubre a sí misma y se reencuentra con una familia con la que pensaba que no puede convivir y resulta que sí. En este caso, vemos a una madre muy peculiar y muchas cosas muy particulares pero también vemos que es una familia universal. Mi familia no tiene nada que ver en muchas cosas pero sí me siento identificada en ese sentido de que me puedo apoyar. Y eso he podido plasmarlo en esta. P. ¿Cómo logra que en ese grupo de actores se cree el sentimiento de familia? R. Ensayamos mucho para que pudiésemos tener tiempo tranquilos y relajados para buscar, pensar y probar. En el rodaje no da tiempo para eso. Fue importante ensayar pero sobre todo contar con unos actores maravillosos que además de ser grandes profesionales tienen mucho sentido del humor. Son personas a las que les gusta hacer las cosas sencillas igual que a mí. Todos teníamos la misma filosofía de disfrutar con la película y creo que eso se transmite cuando la ves. Eso es lo que hace que te creas que son una familia, lo vi desde el primer ensayo. P. ¿Cómo introduce detalles más surrealistas como el embarazo del enano en una trama eminentemente realista? R. El tema del realismo viene dado porque para mí es muy importante creerme lo que tengo delante. Y, si no me lo creo, hay que modificarlo. Con el tema del enano, hay un dato muy importante, y es que esa trama está basada en un hecho real. Hubo una chica que se quedó embarazada de un enano en su despedida de soltera. Yo me tengo que imaginar que me pongo en esa situación y darle verdad. Además, estoy segura de que la realidad supera la ficción. Cuando escribes un guión incluso te puedes encontrar con que si lo comparas con la realidad te pueden decir que te has pasado cuando la propia realidad siempre te supera. P. ¿Es muy difícil descubrir lo que de verdad queremos? R. Hay cosas que te vienen impuestas muchas veces por inercia. Habla mucho de la búsqueda de la felicidad entendida como qué es lo que a una le hace feliz. Bea, por ejemplo, se da cuenta de que la felicidad no está en ese éxito profesional que ya tenía sino en una cabaña en un árbol. Y nunca será tan rica ni será tan reconocida. En el personaje de Irene ella descubre que ser alcaldesa no es su máxima felicidad o en el de su hermana vemos que su marido puede aceptar esa infidelidad. Es difícil discernir que lo que los demás pueden considerar un fracaso no siempre tiene que serlo para ti. P. ¿Cómo aborda el aspecto romántico? R. Todos cambiamos y descubres con los años que la persona que tienes al lado no es exactamente la misma ni tú tampoco. No siempre seguís siendo lo mejor el uno para el otro. Son decisiones siempre muy difíciles en la vida y en la película vemos cómo Bea no toma una decisión hasta el último minuto. Incluso rectifica y vuelve a la ciudad. Ese momento de catarsis cuesta mucho. Creo que humanizar a Víctor era muy importante. Fernando Guallar ha hecho un trabajo maravilloso. Puedes pensar que todo está mal pero también puedes pensar lo que le pasa. Es un error pero no es el malo. En esa pareja vemos esa inercia, esa comodidad, y los cuernos son una alarma. Ahora tengo un hijo y las cosas han cambiado un poco en el organigrama pero, claro, el amor sigue siendo lo más importante. De todos modos, me gusta que haya una parte amorosa pero que vaya de la mano de la familia. P. ¿Es inevitable que nos deslumbren los focos en una sociedad como la nuestra obsesionada con la fama? R. Ese mundo del ego lo escenifica muy bien el personaje de la estrella televisiva. Es un mundo que mucha gente cree que es maravilloso, que eso es triunfar y que salir por la tele es lo más importante. Víctor lo vive y descubre que no es lo que quiere. Estamos en una sociedad en la que si no triunfas ni tienes dinero parece que has fracasado. Y eso está en la película porque al final lo que queremos reivindicar es que lo más importante es disfrutar con tus seres queridos. P. ¿Cómo trabaja en esta adaptación literaria? R. La adaptación no es mía, es de Carlos Montero y Darío Madrona. Fueron ellos quienes decidieron qué tramas había que eliminar. Donde yo metí más mano fue en ese tono de comedia. No buscar el gag sino situaciones cómicas. La indicación que yo di a los actores fue que no era una película de carcajadas sino de sonrisas. Es un tono que se consume mucho, es mainstream. Lo ves en el cine americano o el francés constantemente. Me gustan mucho películas como Tienes un e-mail (Nora Ephron, 1998) o Love Actually (Richard Curtis, 2003) y fueron un referente a la hora de no forzar la máquina. @juansarda