El dilema ontológico que plantea un hombre sin trabajo que pretende vender limonada y que, por tanto, pondría en peligro su estatus como parado es el disparadero de la historia de Tiempo después, la nueva comedia del veteranísimo José Luis Cuerda (Albacete, 1947), que viene a ser una disparatada distopía construida sobre las terribles diferencias que existen en la actualidad entre los escasos y ensimismados ricos del mundo y el resto de la población. Cuerda, que recibirá el Premio Feroz de Honor el próximo 19 de enero, sitúa la historia en el año 9177 y nos transporta a un mundo que se ha visto reducido a un único Edificio Representativo (las Torres Blancas de Sáenz de Oiza, en Madrid), donde habitan los privilegiados bajo el mandato de un rey de bastos bastante loco, interpretado por Gabino Diego, y a unas afueras cochambrosas donde malviven todos los parados del mundo. Esta última categoría, la del parado, es además inmutable: si naces parado, parado te quedas. De ahí que la intención de José María (Roberto Álamo) de vender su limonada en el Edificio Representativo amenace con derribar los cimientos de este mundo futuro.
La película no es una secuela directa de la adorada Amanece que no es poco (1989), aunque sí se podría decir que lo es desde un punto de vista espiritual. Digamos que las ocurrencias surrealistas del director y guionista van haciendo avanzar la acción, mucho más constreñida al hilo argumental que aquella. Y de nuevo volvemos a tener un reparto coral conformado por los mejores actores cómicos del momento: los chanantes Carlos Areces, Joaquín Reyes y Raúl Cimas, Berto Romero, Andreu Buenafuente, César Sarachu, Arturo Valls, Manolo Solo, Antonio de la Torre, Secun de la Rosa y un Miguel Rellán que, junto con Gabino Diego, conecta ambas películas. En cualquier caso, es imposible no echar de menos a Luis Ciges, Sazatornil o Cassen.
Aunque solo sea por la voluntad de entregar una comedia que se salga de la fórmula vulgar y gruesa del género en España, Tiempo después merece un lugar destacado entre lo mejor del cine español en 2018. Aunque también hay que dejar claro que la película no aguanta la comparación con Amanece que no es poco, quizá porque es hija de un tiempo en el que el humor está bajo la lupa de los defensores de la corrección política. De esta manera, su capacidad crítica resulta algo torpe y su vocación de transgresión demasiado blanda.
Hay chistes de todo tipo: políticos, religiosos, filosóficos… Pero no todos funcionan, algo inevitable en una concatenación ininterrumpida de los mismos durante una hora y media. La película, eso sí, brilla en todos los apartados técnicos. En cualquier caso, ya sea por incomparecencia de nuevos directores que entreguen películas tan personales y a la vez aptas para el gran público, Cuerda sigue siendo no contingente sino necesario.