Thomas Vinterberg (derecha) durante el rodaje de Kursk. Foto: Mika Cotellon
La vorágine de noticias y dramas a la que estamos acostumbrados quizá haya hecho olvidar a muchos la tragedia del Kursk, un submarino militar ruso que explotó en el fondo del mar de Barents en el año 2000. Ninguno de los 118 tripulantes pudo sobrevivir. El director danés Thomas Vinterberg (Frederiksberg, Dinamarca, 1969), quien saltó a la fama en 1998 con la mítica Celebración, dirige este filme en el que hay un culpable claro, el gobierno ruso, que impide una ayuda extranjera que habría salvado la vida de los soldados.Vemos la agonía de esos hombres que, como quien espera a Godot, acaban falleciendo porque la ayuda nunca llega, pero también el drama contado desde el punto de vista de los familiares de las víctimas. Una comunidad de clase media baja que vive en las típicas casas colmena de la época soviética, en uno de esos paisajes con marcado acento decadente industrial.
Asistimos también a la estrategia de desinformación y mentiras de la administración de Putin, que se dedica a esgrimir patriotismo frente al sufrimiento de mujeres y niños devastados por el terrible destino de sus seres queridos. Rodada en inglés, según el director porque si la hubiera hecho en ruso no habría podido ser tan crítico con las autoridades, Kursk es una película de 40 millones de dólares con Matthias Schoenaerts como heroico marino ruso, Léa Seydoux como su luchadora esposa y Colin Firth en la piel de un almirante británico desesperado porque no le dejan salvar la vida de los soldados. Eso sí, Vinterberg asegura que echa de menos los tiempos del Dogma, ese movimiento que promulgaba una pureza absoluta cinematográfica exigiendo la unidad de acción y espacio, luz natural, música diegética...
Pregunta. ¿Le interesaba más contar la historia humana de los soldados rusos atrapados en el submarino y sus familias o la dimensión política que tiene que ver con la penosa gestión del gobierno ruso?
Respuesta. Me interesaban ambas. Lo principal es la historia humana. Hay una injusticia, desde luego, pero también hablamos de capacidad de resistencia, de amor, de dolor y de duelo… Todos estos elementos son igualmente importantes. Yo creo que el núcleo de esta película es la solidaridad. Hay algo admirable en esos hombres que se quedan atrapados y es que en todo momento les preocupa más lo que pueden hacer por los otros que por sí mismos. Dmitri Kolésnikov, quien se convirtió en un héroe nacional en Rusia, le dejó una nota a su mujer pidiéndole que mantuviera la calma. Creo que eso ha sido una inspiración enorme.
P. ¿Le preocupaba que en algún momento alguien pensara que estaba intentando poner en mal lugar a los rusos?
R. Eso me preocupaba muchísimo. No quería que nadie tuviera la impresión de que estoy señalando a nadie. Esta es una de las razones por las que nunca se menciona a Putin. Quería elevar el guión y hacerlo más grande que eso. Hay un hecho crucial: las autoridades rusas sacrifican la vida de unos hombres cuando rechazan la ayuda extranjera. Esta decisión creo que tiene un cariz distinto cuando se observa desde la perspectiva de los rusos. El colectivo y la comunidad tienen una gran importancia para ellos y eso hace que estén más dispuestos a sacrificarse. Pero igualmente pienso que fue una mala decisión. Me emociona muchísimo ver a sus familiares en la rueda de prensa del gobierno ruso porque son personas que sencillamente no quieren que se les mienta. Se suponía que era el principio de un nuevo tiempo con prensa libre en Rusia pero fue lo contrario.
Escena de los familiares de las víctimas en la rueda de prensa del gobierno ruso. Foto: Mika Cotellon
R. Fue un momento crucial porque sucede poco después de la guerra fría y si Rusia hubiera aceptado esa ayuda extranjera habría sido un gesto grandioso que habría marcado el inicio de una nueva etapa. Habría servido para unificar el mundo y despejar cualquier resentimiento de la guerra fría. Esa rueda de prensa en la que el ejército ruso engaña marca un antes y un después. Es un momento muy importante que crea un cisma generacional. Se produce tal desilusión que se pierde también un sentido de seguridad que se basaba en la creencia en el sistema. Cuando estas personas ven cómo les están engañando se rompe algo profundo en ellas.
P. ¿Por qué no ha rodado la película en ruso?
R. Tuvimos la oportunidad de hacerlo pero luego decidimos que no. Lo que me dijeron, quizá no era cierto, es que se trata de un trauma nacional y existía una gran posibilidad de que primero te abrieran las puertas para después estrangular el proyecto o manipularlo. Y no podíamos permitirnos ese riesgo.
P. ¿Qué piensa Putin de su película?
R. A mí también me gustaría saberlo. Me imagino que probablemente la ignorará o la rechazará activamente y es posible que incluso la ataque con cualquier tipo de acusación. A mí lo que me preocupa es lo que piensen los rusos. El régimen de Putin utiliza el lenguaje de la propaganda, que es el que ya utilizaba la Unión Soviética, con lo cual hay una larga tradición. Te voy a poner un ejemplo: la mujer que grita a los oficiales en la rueda de prensa, esa bronca tuvo una gran repercusión en Rusia. El gobierno dijo que era una actriz y una prostituta que había sido contratada para perjudicarles. Es un tipo de lenguaje en el que no quiero entrar. No pretendo señalar a nadie sino investigar unos hechos y contar la verdad en la medida de lo posible.
P. ¿Y usted cree que los rusos podrán verla?
R. La película tiene distribuidora en el país, pero si será permitida… eso ya no lo sé. He conocido a periodistas rusos que han visto la película y el mayor cumplido que me han hecho es que hemos creado personajes reales con esos soldados y no una caricatura.
P. ¿Cómo hace para retratar con verismo ese mundo de la ciudad de Kursk que da nombre al submarino y también es el lugar de origen de la mayoría de los fallecidos?
R. Basamos esta película en el libro Kursk: la historia jamás contada del submarino K-141, de Robert Moore, que contiene una amplia investigación sobre lo que sucedió dentro del submarino pero también de las familias y las altas esferas. Mi trabajo me obliga a ser curioso e interesarme por la vida de esta gente. ¿Qué significa ser ruso? ¿Cómo es la vida de estas personas? Hace unos años rodé una película, Celebración, y yo no sabía nada sobre la clase alta y tuve que investigar.
P. Es curioso cómo el asunto de los abusos sexuales, que cuando se estrenó Celebración en 1998 apenas aparecía en el debate público, ahora esté constantemente en las noticias. ¿Hemos pasado de un extremo a otro?
R. No estoy muy seguro de que todo lo que está pasando sea correcto. Por eso rodé una película como La caza (2013). Hay algo que se llama "memoria adquirida". Hay chicos que recuerdan abusos que nunca suceden después de ser interrogados quince veces. Cuando investigué en el caso en el que estaba inspirada esa película descubrí algo que me resultó muy sorprendente. Un grupo de quince chicos acusaron al mismo profesor de manera falsa y todos recordaban el mismo sótano. Un sótano que nunca había existido. Creo que a la hora de hacer esas acusaciones debemos ir con más cuidado porque destruyen vidas. Hay un elemento claro de histeria. Es bueno que ahora exista un marco en el que los niños que han sufrido abusos puedan denunciarlos con mayor facilidad. Pero también creo que algunas veces esas denuncias son falsas. Sucede a veces en los divorcios y todos esos psicólogos y jueces que intervienen suelen confundir aún más las cosas. Existe la violación por paranoia.
P. ¿Cómo recuerda los tiempos del boom del movimiento Dogma?
R. Fue una época maravillosa. Sin duda uno, uno de los momentos que me definió como persona y director de cine. Estábamos en una época de consumo masivo del audiovisual y nosotros nos quisimos rebelar contra eso. Cuando empezamos a hacer ese tipo de películas alguna gente nos dijo que era un suicidio profesional. Luego se puso de moda y dejó de ser un riesgo para convertirse en un pasaporte para que te seleccionaran en un festival de cine. Fue el momento de abandonarlo y eso fue muy difícil. Sentía que se había convertido en un disfraz. Pero nunca he dejado de buscar esa pureza del Dogma. Aunque haga películas como Kursk, con explosiones, esa búsqueda sigue existiendo. De hecho, en mi próxima película regreso a mi propia escritura, que es algo que echo de menos y está muy relacionada con las películas que rodé en aquella época. Será una especie de celebración del alcohol.
P. ¿Cree que el gran éxito de Celebración le ha sometido a una presión demasiado grande?
R. Esa es la historia de mi vida. Me he acostumbrado a eso. Cuando haces una película como Celebración, que tanta gente recuerda y siente próxima, tiene estas consecuencias. Muchas personas se han acercado a mí para decirme que les cambió la vida, lo cual es muy emocionante. Como cineasta, te tiene que dar igual si una película va bien o va mal. No debes poner nunca el foco en eso. No debes verte a ti mismo como un jugador de fútbol que cuenta cuántos goles ha marcado.
juansarda