La dichosa mantequilla se convirtió en un elemento crucial en los años 70, cuando los españoles cruzaban la frontera con Francia en masa para ver qué demonios pasaba entre Marlon Brando y Maria Schneider. Él mismo contaba a El Cultural que aquello fue el mayor disgusto de su trayectoria. No deja de ser curioso cómo más de cuarenta años después sigue estando muy vivo en la memoria de quienes lo vivieron. Cineasta rebelde, heredero de Pasolini pero también de Visconti, Bertolucci fue el más izquierdista de los directores europeos antes de protagonizar escándalos sexuales. Ya con su primer filme, La cosecha estéril, escrito por Pasolini, escandalizó a la sociedad de la época con su crudo retrato de los bajos fondos. De la reivindicación obrerista de Novecento (1976), que produjo una epidemia de padres progresistas en los 70 que llamaron Olmo a sus retoños en homenaje al personaje de Depardieu, al romance incestuoso de La luna (1979) pasando por su último escándalo, el trío de Soñadores (2003), el cine de Bertolucci siempre ha buscado romper con los límites burgueses de su época.
La cosecha estéril (1962)
La primera secuencia que rodó Bertolucci, a los 22 años, arranca en un puente que nos lleva de inmediato al mundo de Pasolini, escritor del guión, y después de un largo
travelling termina con la imagen del cuerpo asesinado de una prostituta. Entramos de lleno en ese post-neorrealismo italiano de los años 60, marcado por una mayor crudeza a la hora de mostrar los bajos fondos y el reflejo seco de la violencia.
El conformista (1970)
Inspirada en la maravillosa novela de Alberto Moravia,
El conformista tiene algo de esa "banalidad del mal" de la que hablaba
Hannah Arendt al presentar a un personaje siniestro, un profesor de filosofía de formas pulcras, que esconde bajo una capa de corrección a un monstruo fascista. De los bajos fondos el director pasa a una decadencia esteticista viscontiana, mostrando cómo la violencia anida en una cotidianidad engañosa.
El último Tango en París (1972)
Bertolucci acabó pidiendo disculpas, a medias, por no haber avisado a Maria Schneider de que Marlon Brando la sodomizaría con mantequilla en la escena más famosa, y polémica, del filme. El director italiano dijo que buscaba una reacción natural a la humillación del momento y que se "odiaba por eso" pero que artísticamente funcionó. En 2007, Schneider se quejó amargamente de que el impacto de aquello hundió su carrera. Es difícil hablar de "violación" cuando nadie penetró a la joven actriz, pero es un debate que ha vuelto con sorprendente virulencia.
Novecento (1976)
La película que avanzaría las grandes producciones con dinero de Hollywood que marcarían el último tramo de la filmografía del director. Bertolucci se propone contar la evolución del país durante el siglo XX a través de la historia de dos hombres desde la infancia, uno rico y otro pobre. Ambos acabaron defendiendo los intereses de clase, mientras Olmo (Gerard Depardieu) se convierte en un líder campesino comunista, Alfredo (Robert De Niro) milita con los fascistas. La escena del levantamiento campesino, con música de Ennio Morricone, se convirtió inmediatamente en un icono de la izquierda mundial.
La luna (1979)
Después de explorar los límites de la sexualidad en
El último tango en París, Bertolucci volvió a tratar el tema de una manera un tanto escabrosa o como mínimo sorprendente al abordar en esta película la tensión sexual entre un joven adicto a la heroína (Mathew Barry) y su madre (Jill Clayburgh), una famosa cantante de ópera. La escena en la que la cantante masturba al hijo generó un enorme escándalo en la época en un filme que reinventa el mito de Edipo.
El último emperador (1987)
Ganadora de nueve premios Oscar, fue un gran éxito en todo el mundo. El Bertolucci más refinado se luce en esta larga epopeya sobre el fin de las dinastías reinantes chinas con la aparición del comunismo. Primero, vemos una corte dominada por un poder despótico y absoluto. Después, el contraste que sufre la vida del hombre que estaba destinado a ser el "último emperador", de la divinidad indiscutible a ser un simple jardinero.
Soñadores (2003)
El último escándalo de Bertolucci resultó ser menos escandaloso de lo que se anunciaba. Personal aproximación a los sucesos de mayo del 68, el director encierra en un apartamento de París a un americano (Michael Pitt) y dos hermanos franceses (Eva Green y Louis Garrel) para que experimenten con su propia sexualidad mientras la ciudad estalla con la famosa revuelta estudiantil. Bisexualidad light y un incesto muy sutil aderezan un filme de tintes autobiográficos.