Tarkovski, a la izquierda, en un momento del rodaje
El Círculo de Bellas Artes de Madrid presenta la exposición Andréi Tarkovski y El espejo. Estudio de un sueño. La muestra está dedicada a El espejo, la película más autobiográfica del autor, comparado con Ingmar Bergman o Luis Buñuel y considerado uno de los cineastas más importantes del siglo XX por su estilo inconfundible para alterar el modelo narrativo convencional en sus películas.
El espejo fue estrenada en 1975 tras muchos problemas con las autoridades soviéticas, que obstaculizaron la distribución de la película al considerar que se trataba de una película demasiado personal y el público no se haría cargo de una propuesta tan compleja. Pero Tarkovski siempre fue fiel defensor de una personalidad artística propia y, pese a las críticas acerca del supuesto hermetismo de la cinta, siguió adelante gracias a las cartas de los espectadores que reconocían haberse sentido identificados. "Todo el que quiera, puede ver mis películas como un espejo en el que verse a sí mismo", dijo quien siempre consideró al espectador un coautor de la obra. Muchas de estas cartas se pueden encontrar en la exposición Andréi Tarkovski y El espejo. Estudio de un sueño, que permanecerá en el Círculo de Bellas Artes hasta el próximo 27 de enero.
El comisario de la muestra, José Manuel Mouriño, ha querido destacar en rueda de prensa la riqueza de documentos que se exponen. Desde las fotografías familiares de Gornung que sirvieron de inspiración al cineasta para elaborar el guión de la cinta hasta las pruebas de contacto durante el rodaje o los fotogramas del filme, pasando por el material bibliográfico -libros que servían como referencia a Tarkovski- o epistolar: las cartas de sus espectadores. Los apartados de la muestra se suceden con coherencia en función de los elementos más característicos de El Espejo. Merece especial atención la sección dedicada a su padre, el poeta Arseni Tarkovski, separado de su madre cuando el cineasta era aún un niño. Tiene un protagonismo singular en la cinta, pues recita él mismo algunos de sus poemas que, además, se pueden encontrar en la exposición.
En cuanto a su madre, María Ivanova Vishniakova, de la que aparecen numerosas fotografías en la muestra, no sólo juega un papel principal en el guión de la película, sino que es ella misma la que aparece en algunas escenas. Interpretada magistralmente por Margarita Terekhova, el personaje de la madre en El espejo cumple, según Mouriño, "la intención que siempre tuvo el autor de inmortalizarla". Terekhova es protagonista de los planos más impactantes del filme, que median entre la realidad y los sueños de un autor convencido de que su sensibilidad artística se corresponde con una influencia femenina: su madre, su abuela y su hermana, con las que vivió en su infancia.
El cine, disciplina "independiente"
Son "Los sueños" la sección más interesante de la exposición. "Nadie como Tarkovski supo manejar mejor en sus películas la delgada línea entre la realidad y la ficción", subraya Mouriño. Ciertamente, la amplia formación del cineasta en su juventud en disciplinas como la música, el arte o la poesía no le impidieron concebir el cine como una materia independiente, por más que hayan sido influencias fundamentales. En el cine de Tarkovski, los sueños son sólo sueños y no símbolos de otros sentidos ocultos. Por muy desconcertante que sea, su cine es figurativo: la leche derramada o la gota de humedad que se evapora son planos de El espejo que nada significan más que eso."Las imágenes no pueden significar nada fuera de sí y a la vez significan tanto que es imposible percibir su sentido último", dice el director en su obra de teoría cinematográfica Esculpir en el tiempo. Aunque dueño de un modo personalísimo de hacer cine, siempre se negó a que lo etiquetaran como hermético, experimental o simbólico. Eso sí: "Si hay espectadores que hablan el mismo lenguaje que yo, ¿por qué voy a sacrificar sus intereses a los de un grupo de personas que a mí me resulta extraño y lejano?". El permanente rechazo a las convenciones artísticas y su temperamento ideológico lo llevó al exilio en Italia y a que vetaran algunos de sus estrenos en festivales tan importantes como el de Cannes, donde años más tarde conseguiría cuatro premios por su última película, Sacrificio (1986), que terminó estando ya muy enfermo.
En cuestiones técnicas, El espejo es considerada una película imprescindible en la categoría fotográfica. En su constante exploración de nuevas formas de narrativa cinematográfica, Tarkovski logró escenas inolvidables como la mujer que sumerge el cabello en un barreño de agua o el moribundo que echa a volar un pájaro. A través de su reconocible fórmula del plano secuencia, el travelling o los movimientos de cámara que siguen a personajes, consiguió imprimir un ritmo perfectamente acorde con la situación que quería plasmar. "La puesta en escena debe capturar el estado psicológico de los personajes", aseguraba. Así, modificaba los personajes según la atmósfera emocional.
A pesar de su obstinación en que el cine no debía tomar influencias de otras artes, es evidente la referencia de la pintura en Las Meninas a la hora de crear el espacio interior-exterior simultáneo. Son numerosas las escenas -los dos niños hermanos asomados a la puerta, por ejemplo- en que la cámara se hace cargo de dos situaciones espaciales. En cualquier caso, nada es por casualidad en la obra de Tarkovski. En El espejo se dan cita realidad, sueño y recuerdo. Y aunque no es fácil saber cuándo una y cuándo otra, la experiencia sensorial es conmovedora. Una madre y sus hijos esperan la llegada del padre de la guerra y un hombre habla con su ex mujer sobre su relación y la educación de sus hijos. Una obra sobre el ser humano y sus cuestiones existenciales, una película autobiográfica, pero también un punto de partida hacia lo que ha significado el cine de autor en el siglo XXI. Un homenaje a la familia, la naturaleza, la poesía y, claro, al cine.
@JaimeCedilloMar