Tobe Hooper
El director norteamericano, responsable de clásicos del cine de terror como La matanza de Texas o Poltergeist falleció el pasado sábado a los 74 años.
Corrían los primeros 70 cuando Tobe Hooper se hizo un nombre en el mundo del cine. Tanto Estados Unidos como Hollywood habían cambiado y lejos quedaba la utopía de los locos 60. En la Meca del Cine los géneros tradicionales desaparecían en el crepúsculo, mutaban hasta hacerse irreconocibles, y una realidad más fantástica que la ficción, terrible y fascinante a partes desiguales, se imponía sobre las viejas fantasías hollywoodienses, en manos de un puñado de realizadores, productores y artistas que se miraban en el espejo del cine europeo y la vanguardia. En ese momento Tobe Hooper, por entonces un joven director independiente del escaso panorama cinematográfico de Austin, Texas, golpeó la sensibilidad de millones de espectadores con la que habría de convertirse en una de las películas de terror más innovadoras e influyentes de la historia del cine: La matanza de Texas.
Rodada por un grupo de colegas con poca experiencia profesional, con un presupuesto de 80.000 dólares y a lo largo de un auténtico calvario, bajo temperaturas de más de cuarenta grados, en plena canícula texana, la historia de un grupo de jóvenes en furgoneta, que van a dar en mitad de la nada con una familia algo más que disfuncional, antiguos trabajadores del matadero local sin empleo que han decidido continuar su labor utilizando ahora ganado humano para sus necesidades, se convertiría en un esquema repetido hasta el infinito y más allá, adquiriendo dimensiones arquetípicas, reverso oscuro del camino iniciático del héroe, convertido aquí en una ordalía de pesadilla, donde la realidad más grotesca adquiere tintes oníricos y alucinados, sin perder nunca un agudo hiperrealismo, motivo de su éxito.
Con una anécdota mínima y funcional, un monstruo humano excepcional -el gigantesco, temible y al tiempo patético Leatherface: Cara de Cuero-, una sufrida protagonista superviviente (modelo también arquetípico para el género), y muchos menos medios que imaginación, la fuerza del segundo largometraje de Tobe Hooper reside, ante todo y sobre todo, en su estilo feroz y virulento. Su fotografía cruda, sobreexpuesta y requemada por el sol del desierto, de grano hinchado que sobrevive incluso a la alta definición. Su cámara directa y expresionismo brutal, de cómic dibujado en pleno mal viaje de ácido, sus chirriantes sonidos industriales, su diseño de producción visceral, de feísmo vanguardista, no solo no han sido superados, sino que siguen resultando originales e impactantes. Su huella se reconoce más allá del género de terror y mucho más allá de las secuelas que han seguido explotando la franquicia. La matanza de Texas es cine de guerrilla en estado puro. Una singular combinación de sofisticación y torpeza, sinceridad y búsqueda de emociones baratas. De película "artística" y de autor a la par que exploitation comercial, que impregna todo el cine moderno, posmoderno e hipermoderno, reconocible en movimientos, modas y modos que van del falso documental (mockumentary) al casi olvidado Dogma, pasando por el Torture Porn, el cine francés de la crueldad o el concepto mismo de cine indie.
Sólo ocho años después, en 1982, asumió la dirección de Poltergeist, escrita y producida por Steven Spielberg, que a la larga se convertiría también en un clásico del género. La historia de una familia que afronta los percances de vivir en una casa encantada fue la octava película más taquillera de aquel año y, con el tiempo, un filme de culto. Sin embargo, Hooper siempre tuvo que lidiar con el rumor de que en realidad fue el propio Spielberg quién llevó el peso de la realización de la película.
Tras Poltergeist, Hooper no volvería alcanzar los mismos niveles de éxito, pero continuó dirigiendo, entre otras, la secuela de La matanza de Texas (1986), así como Lifeforce (1985) o Invasores de Marte (1986). También destacan sus trabajos para la televisión, en concreto su adaptación de El misterio de Salem's Lot, para muchos fans la mejor de la obra de Stephen King.
Continuó con su trabajo a lo largo de la década de los noventa y en el nuevo milenio, siendo su última película Djinn (2013), una producción realizada en los Emiratos Árabes Unidos y que no tuvo mayor repercusión. Sin embargo, el nombre de Hooper quedará ligado para la historia al terror que transmitieron muchas de sus criaturas.