Una escena de Cézanne y yo
Se estrena en nuestras salsas Cézanne y yo, la última cinta de la cineasta francesa Danièle Thompson. La película se centra en la vida de dos creadores que revolucionaron el panorama artístico de su época; el escritor Émile Zola y su compañero de escuela, el pintor Paul Cèzanne, quienes mantuvieron una estrecha amistad a lo largo de sus vidas.
El problema del filme, o los problemas, vienen con todo lo demás. Con una puesta en escena que de puro académico resulta de lo más convencional y aburrida, se trata de ver cómo evoluciona la relación entre ambos "grandes hombres". Se produce una paradoja, mientras Cézanne es hijo de una familia burguesa y crece con todas las comodidades, está destinado a ser pobre de por vida, una suerte de artista maldito, repudiado y pobre, que malvive tratando sin éxito de vender sus cuadros con una idea romántica del propio arte que le lleva a rechazar estruendosamente cualquier atisbo de marketing o de comercialidad. Mientras, Zola, alcanza un enorme éxito en vida con sus famosas novelas (se citan con profusión obras como Nana o Germinal), que inspiradas en la vida de los obreros y las clases bajas le ofrecieron la posibilidad de vivir como un burgués y disfrutar de todas las comodidades. Como sucede con frecuencia en la vida real, la dispar suerte de los amigos se convierte en fuente de rivalidad y enfrentamiento.
Vemos a dos artistas distintos. Mientras Zola utiliza sus dotes de seducción y es capaz de integrarse en el mundillo artístico parisino, el iracundo y temperamental Cézanne prefiere mantener una postura de constante enfrentamiento en una espiral sin fin azuzada por su propio fracaso. Y en medio, la directora nos ofrece un montón de secuencias en las que los dos grandes artistas se comportan como colegiales enamorados en unas imágenes con tanto almíbar que parecen sacadas de la más rancia de las comedias románticas de Hollywood. El problema de Cézanne y yo es que es imposible creer que dos mentes tan brillantes tuvieran un comportamiento tan pueril y por momentos directamente idiota que los hace parecer más bien un par de menos. Si a eso sumamos unos diálogos discursivos o una exaltación de la "joie de vivre" que parece sacada de un anuncio de la tele, el resultado es una película tan mediocre como brillantes eran en la vida real sus protagonistas.
@juansarda