Fotograma de la película Yo no soy Madame Bovary
Se estrena la película Yo no soy Madame Bovary, ganadora de la última Concha de Oro del Festival de Cine de San Sebastián.
La historia arranca cuando Li Xuelian acuerda con su marido un falso divorcio para poder comprar un segundo apartamento y de paso engañar a las autoridades y poder tener un segundo hijo. Por una parte, está lo absurdo e injusto de una legislación china que obliga a una pareja a hacer triquiñuelas legales para cumplir algo que en cualquier país occidental no supondría ningún problema. Pero la mentirosa es engañada a su vez y su marido aprovecha la soltería para casarse con otra. Llena de oprobio, Li emprende una batalla interminable para conseguir que las autoridades anulen el divorcio y su marido reconozca que la ha engañado. Para ello, acude todos los años al congreso del Partido Comunista Chino y llega incluso a provocar la caída de destacados funcionarios de su distrito, desesperados ante la numantina resistencia de la mujer. Todo esto lo cuenta el director con tono de sátira en una película que retrata a esos "peticionarios" chinos que todos los años acampan en Pekín durante el congreso chino para pedir que la burocracia solucione sus problemas, algunos angustiosos, y a los que hemos visto en los documentales de un grande del cine asiático contemporáneo, Zhao Liang.
Todo ello lo cuenta Xiaogang recurriendo a una decisión estética extraña como que la mayoría de la película la vemos a través de una lente con forma de ojo de buey. Esto ahonda en enfatizar la desconexión de esa protagonista con la realidad, en la desesperación y aislamiento a la que conduce la obsesión. En películas como las excelentes iraní Nader y Simin, una separación (2011, Asghar Fagardi) o la israelí El divorcio de Vivianne Amsalem (2014, Roni Elkabetz, Shlomi Elkabetz) vemos en todo su esplendor el sinsentido al que pueden conducir unas leyes de familia injustas. Sin embargo, lo que cuenta Yo no soy Madame Bovary, no es exactamente eso aunque el galimatías legal y la ineficacia de la administración china jueguen un papel importante en esta historia, sino algo más universal y también más interesante, la forma en que la protagonista quiere que la ley repare un daño emocional y cómo por el camino pasa de convertirse en víctima a verdugo. Efectivamente, Li no es Madame Bovary, esa mujer enamoradiza que creó la pluma de Flaubert, pero su obstinación la acaba convirtiendo en una suicida porque Bovary siempre tuvo algo de Quijote.
@juansarda