El 10 de marzo de 1977 se estrenó en España Taxi Driver, más de un año después de su estreno en salas en EEUU, por lo que este viernes se cumplen 40 años del momento en el que el psicótico Travis Bickle comenzó a incomodar a los espectadores de nuestro país, efeméride que se celebra con una edición especial en Blue-Ray.
La película supuso la unión de tres artistas muy prometedores, que pese a su escasa experiencia ya alcanzaban un reconocimiento importante: Paul Schrader, Martin Scorsese y Robert De Niro. Schrader había escrito Yakuza (1975) para Sydney Pollack y Obsesión (1976) para Brian De Palma, aunque esta última se estrenó después de Taxi Driver. Martin Scorsese había sorprendido a la crítica con el estilo, muy personal, de su opera prima, Malas calles (1973), y después había mostrado su versatilidad para llevar a buen puerto un encargo de Hollywood como Alicia ya no vive aquí (1974), por la que Ellen Burstyn recibió el Oscar a la mejor actriz. Y Robert De Niro, que ya había trabajado con Scorsese en Malas Calles, venía de ganar el Oscar a mejor actor de reparto por El Padrino: Parte II. La confluencia de estos tres artistas dio lugar a una obra cumbre del cine de los 70 y uno de los clásicos más incómodos del cine.
El germen del proyecto se encuentra en una devastadora crisis personal que atravesó Paul Schrader. El guionista había roto con su mujer, había abandonado el instituto de cine y subsistía con lo poco que ganaba como crítico. La depresión llamó a su puerta y durante una buena temporada se dedicó a conducir por la ciudad, viviendo de noche en total soledad, con la excepción de las horas perdidas entre la fauna más infame que poblaba las salas de cine porno. Una existencia llevada al límite que desencadenó en una ulcera de estómago. Mientras se recuperaba en el hospital, Schrader se dio cuenta de que prácticamente se había convertido en un taxista, en un hombre encerrado en un ataúd de hierro en un mundo de pesadilla que el mismo había inventado. Esa metáfora le permitió desarrollar un argumento que terminó por exorcizar esa soledad autoimpuesta. En 10 días, que funcionaron como acelerada terapia, escribió dos versiones de la historia.
Taxi Driver sigue los pasos de Travis Bickle, un veterano de la guerra de Vietnam que recorre en su taxi los barrios más degenerados de la ciudad de Nueva York. Un pobre diablo que detesta ese horror urbano pero que se empeña en visitarlo noche tras noche, cayendo lentamente en una psicosis que le conduce de manera inevitable hacia una explosión de violencia. Como desencadenante, la relación con dos mujeres: una atractiva voluntaria en la campaña de un político liberal, que acabaría interpretando Cybill Shepard, y una prostituta adolescente, que contaría con el rostro de una jovencísima Jodie Foster en uno de sus primeros papeles en el cine.
Por amor al arte
Schrader recibió el encargo de entrevistar a Brian De Palma y le mostró el guion. El director dijo que no le interesaba pero se lo pasó a los productores Julia y Michael Phillips. Estos en seguida pensaron en Scorsese, que se enamoró del texto. El director se encontraba en una encrucijada en aquel momento. Tenía que enfocar su carrera o bien hacia un cine más personal y de autor o bien hacia un cine más de estudio. Decidió aprovechar esta oportunidad para mantenerse en la primera vía todo el tiempo que le permitieran.
Cuenta el director en los audiocomentarios que acompañan a la película en esta nueva edición en Blue-Ray que la hicieron "por amor al arte", ya que pensaba que nadie iría a verla. Rodada durante ocho semanas de 1975, Taxi Driver costó 1,3 millones de dólares. Quizá lo más sorprendente es que la mayor parte del proyecto se grabó en Los Ángeles, a pesar de la gran recreación que ofrece de las calles de Nueva York, siendo la ciudad un personaje más de la película.
Frente a la desesperada inhibición del personaje de Bickle, Scorsese optó por un montaje frenético y acelerado, repleto de cortes totalmente planificados, para trasmitir un sentimiento de ansiedad e incomodidad al espectador. Apenas incluyó modificaciones en el guion, que sí se vio beneficiado por las improvisaciones de unos actores en estado de gracia. Es especialmente célebre la de Robert De Niro frente al espejo, que demuestra el gran conocimiento que tenia del alma del personaje escrito por Schrader.
La interpretación de De Niro es absolutamente magistral y sutil. Una de las anécdotas más conocidas sobre la película está relacionada con la preparación del personaje por parte del intérprete, que acababa de ganar el Oscar por El Padrino: Parte II. Trabajó como taxista durante dos semanas y en uno de los turnos recogió a un actor que le reconoció. "¿Tan mal está el negocio?", le espetó a De Niro. Harvey Keitel también se preparó su papel con un proxeneta, aunque fue imposible encontrar a un proxeneta blanco en toda la ciudad, a pesar de la colaboración de Schrader en la búsqueda. Por su parte, Albert Brooks dio un respiro cómico a un guion que carecía por completo de humor con un pequeño papel.
La película logró la Palma de Oro en el Festival de Cannes en 1976 y fue nominada al Oscar a la mejor película en una edición en la que compitió con algunos de los mejores filmes de la década: Todos los hombres del presidente de Alan J. Pakula, Network de Sidney Lumet y Rocky de John G. Avildsen, que fue la que se llevó el gato al agua. Además recaudó más de 28 millones de dólares y hoy en día está considerada como un gran clásico del cine.
40 años después
A día de hoy los tres pilares fundamentales de la película siguen en activo. Schrader, Scorsese y De Niro volvieron a reunirse en 1980 para entregar otra de las mejores películas del siglo XX, Toro Salvaje. Scorsese repitió con Schrader en La última tentación de Cristo (1989) y en Al límite (1999). Mientras que el director y De Niro coincidieron en New York New York (1977), El rey de la comedia (1982), Uno de los nuestros (1990), El cabo del miedo (1991), Casino (1995) y parece que a finales de este año volverán a reunirse para rodar The Irishman. Sin embargo, mientras el director no ha perdido ni un ápice de su prestigio con el paso de los años, De Niro hace tiempo que está lejos de aquel actor de método que se trasfiguraba con maestría en sus personajes. Desde su incursión en la comedia más amable en 1999 con Una terapia peligrosa se ha dedicado a realizar trabajos de subsistencia con el piloto puesto, llegando a extremos bastante vergonzosos en algunas ocasiones que a punto están de dilapidar todo el crédito ganado durante las tres primeras décadas de su trayectoria. Schrader es caso aparte. Acaba de estrenar Dog Eat Dog y se sigue mostrándose tan indomable como siempre.