Bigas Luna en Bigas x Bigas
Se marchó a los 67 años en 2013 dejando una obra inconclusa y grandes películas detrás. Bigas Luna reaparece en la pantalla, el lugar que más amó en vida, con Bigas x Bigas, un filme realizado con fragmentos de vídeo grabados por él mismo en los que refleja su vida cotidiana y sus peculiares ideas sobre la vida (a la que amaba por encima de todas las cosas), el arte (con especial atención a su faceta como artista plástico) o todo tipo de temas variopintos como las moscas, cuya presencia es síntoma de felicidad porque a Luna le gustaba el Mediterráneo y los lugares cálidos y son el ejemplo supremo de su idea del equilibrio. Si hay demasiadas, estamos en el tercer mundo y es un problema, si no hay, en un país "demasiado" frío o demasiado rico que las ha extirpado.Luna fue un gran cineasta y un señor simpático y en el filme vemos las dos cosas. Dirigida y editada por Santiago Garrido Rua y producida por Javier Bardem, que fue "descubierto" por Luna junto a Penélope Cruz en aquella mítica Jamón, jamón (1992), la película tiene algo de impúdico en su exhibición de la intimidad del artista. Lo cual no tiene nada de malo porque Luna siempre fue el cineasta de lo impúdico, el hombre sensual y mediterráneo que supo construir un universo tan español y reconocible como una alegoría muy personal del mismo en el que sus obsesiones (el aceite de oliva, el ajo, las tetas, la tortilla de patatas) se convierten en símbolos de un mundo que siempre asociaremos con su obra. Fue Bigas el gran amante del Mediterráneo, de esa cultura transnacional que no conoce fronteras desde tiempos remotos y que une los pueblos de sus riberas (Italia, Grecia, Marruecos, etc.) en un acervo común.
Dice el propio cineasta en la película que contaba su vida no en años sino en películas, su hijo nació mientras rodaba Bilbao (1978) y el perro se lo regalaron cuando rodaba La camarera del Titanic (1997). Que nadie espere, sin embargo, un análisis exhaustivo de su obra, aunque aparecen algunos (no muchos) fragmentos de sus películas. Instalado en su casa de Tarragona, refugio espiritual y a la vez epítome de una manera de entender el mundo, el documental es un viaje al imaginario del propio cineasta, un imaginario en el que la materia, la carne y la naturaleza adquieren todo el protagonismo en un mundo de formas, colores y sensualidad que nos acerca a una dimensión sensorial y por momentos telúrica de la realidad. Una realidad "sucia", volcánica, que se puede tocar con las manos y disfrutar con los sentidos, que define y ejemplifica parte de lo que somos. La mejor manera de acabar este merecido homenaje es volver a ver sus fantásticas películas.
@juansarda