Casey Affleck y Lucas Hedges en una escena de Manchester frente al mar
Cinco nominaciones a los Globos de Oro y seis a los Oscar avalan Manchester frente al mar, el nuevo trabajo del estadounidense Kenneth Lonergan. Ahora llega a las salas españolas este drama sobre la pérdida y la culpa que narra la historia de la relación entre Lee, el personaje de un inmenso Casey Affleck y Patrick, el hijo de su hermano recién fallecido. Una trama relativamente simple, pero que tiene mucho que decir.
Decía Richard Linklater con motivo del estreno de Boyhood que la edad lo marca todo, y eso vemos también en la película, donde el protagonista, un hombre en sus 40 atormentado por un horrible suceso del pasado, debe hacerse cargo de un sobrino adolescente cuando se muere su hermano, padre del menor. La agresividad súbita y poco comprensible de ese afligido Affleck al principio nos sorprende, poco a poco vamos comprendiendo la profundidad de un drama abisal con tintes de tragedia sobre un personaje condenado para siempre por su pasado y que como él mismo dice "no puede acabar con ello".
Manchester frente al mar es una película triste sobre una persona que sabe que no tiene futuro en confrontación con un joven radiante que a pesar de su orfandad entra con ímpetu y alegría en la juventud. Un filme sobre los sueños rotos y la fragilidad de la existencia en la que se suma el talento de sus actores a una elaborada construcción de personajes y de las relaciones entre ellos para que todo parezca veraz. Es una película en la que sumergirse poco a poco, donde al principio parece que no pase nada, y que nos permite el no tan frecuente placer de enamorarnos y conmovernos con unos personajes además de dejarnos pensativos sobre lo que acabamos de ver.
Quizá las películas también son cuestión de magia. Las hay mejores que esta Manchester frente al mar, a la que por momentos le cuesta demasiado ir al grano. Quizá también mejor escritas, aunque difícilmente mejor interpretadas, pero la película de Lonergan tiene el alma de las grandes obras, esas que a pesar de ser imperfectas, resuenan en nuestro espíritu por mucho tiempo. Seguramente, la clave la tiene Affleck, cuya interpretación, con Oscar o sin él, lo convierte en uno de esos seres de ficción que para nosotros acaban teniendo tanta presencia, o más, que los reales.
@juansarda