La leyenda de Tarzán y la culpa de Occidente
David Yates revisita la historia del famoso hombre-mono en un filme a medio camino entre la película de aventuras y el artefacto subversivo
22 julio, 2016 02:00Margot Robbie y Alexander Skarsgård son Jane y Tarzán en La Leyenda de Tarzán (David Yates, 2016)
La multimillonaria industria de Hollywood hace cosas curiosas. El filón de los superhéroes comienza a estar agotado y a veces uno puede percibir una maquinaria tan poderosa como perdida, prisionera de sus propios megapresupuestos y, al mismo tiempo, ansiosa por obtener cierto reconocimiento artístico. Hollywood quiere reinar entre los adolescentes y quiere seguir haciendo buenas películas y a veces quiere hacerlo por separado y otras, todo a la vez. Es el caso de esta La leyenda de Tarzán de David Yates (talentoso adaptador de varias de las películas de Harry Potter), filme rarísimo donde los haya, a medio camino entre el blockbuster puro y duro y la insólita diatriba anticolonialista que merece más atención de la que quizá podría parecer.Después del enorme éxito de taquilla que ha obtenido Disney con El libro de la selva, cabría pensar que Warner nos volverá a proponer una jungla colorista y "mágica". Todo lo contrario. Y aquí está uno de los mayores riesgos de esta película: Yates ofrece una imagen deliberadamente transgresora de África pintándola de colores sombríos. Un continente oscuro y siniestro al que el director saca mucho potencial (es portentosa esa primera aparición de la tribu de los 'malos') mientras la promoción se encarga de difundir machaconamente la que quizá es la secuencia menos interesante: la del propio Tarzán (interpretado con cierta parquedad por Alexander Skarsgård) luchando contra un simio, imagen que remite a la exitosa saga simiesca de Sony y desmerece la audacia de este peculiar filme.
Es este un Tarzán que se quiere más apegado al original literario que Edgar Rice Burroughs escribió a principios del siglo pasado. No es el Tarzán que corretea por la selva de liana en liana (aunque también) y grita al viento (que no) sino un Tarzán que vuelve a África después de haber regresado a la "civilizada" Inglaterra en una misión diplomática para toparse de bruces con la brutalidad de la colonización. Estamos en el Congo y como nos contó Mario Vargas Llosa en su novela El sueño del celta, aquí los realmente malos son los belgas. No hay intérprete que encarne mejor en el cine actual el rostro del mal que Cristoph Waltz -el nazi de Malditos bastardos (Quentin Tarantino, 2009) o el marido maltratador de Big Eyes (Tim Burton, 2014)- y el actor se vuelve a lucir dando vida a un tenebroso colonizador.
A veces, a Yates se le va el ritmo de la película y le cuesta insertar imágenes más convencionales como la de Tarzán acariciando a los leones en un filme que, por momentos, tiene problemas para decidir si es una cinta de aventuras para toda la familia o un explosivo artefacto subversivo. En cualquier caso, es mejor de lo que parece, vayan a verla.
@juansarda