George Clooney, en el centro, es el bufonesco presentador Lee Gates
Enésima película que explora las perversiones del sistema financiero, con Money Monster la directora Jodie Foster coloca un reparto de lujo, George Clooney y Julia Roberts, en un thriller satírico sobre las miserias de la telebasura periodística y los fraudes bursátiles.
Magnetismos y concesiones
Allí donde no llega el talento de Foster como directora -la virtualidad de los escenarios mediáticos y financieros está muy desaprovechada-, sí alcanza el magnetismo del reparto y, sobre todo, la decisión del equipo de guionistas (Jamie Linden, Alan DiFiore y Jim Kouf) de podar el relato de elementos accesorios, concentrándose en la labor profesional y la toma de conciencia de los protagonistas.La película cabalga sobre unas cuantas concesiones al mainstream: Clooney relaja el ambiente soltando chanzas en los momentos de mayor adversidad (en la línea de su astronauta/showman de Gravity); la película trata con demasiada condescendencia a sus protagonistas, cuyo despertar moral llega demasiado pronto, por imperativo hollywoodiense; y el villano deviene una figura caricaturesca. Sin embargo, en el lado positivo de la balanza, el filme hace gala de una cierta nobleza en su negativa a exprimir los dramas privados de los protagonistas. Más que un viaje sentimental, Money Monster se presenta como la odisea ética de unos reporteros que redescubren el compromiso con un periodismo independiente, capaz de enfrentarse al poder, a la manera de los chicos de Spotlight.La sombra de sus referentes pone de manifiesto su naturaleza esencialmente inofensiva
Con películas como Network (Un mundo implacable) (1976) de Sidney Lumet y El rey de la comedia (1982) de Martin Scorsese en el horizonte cinéfilo, Money Monster reviste su denuncia de las miserias mediático-financieras con eficaces toques de humor y una ristra de giros alegremente inverosímiles. La alargada sombra de sus referentes, y de películas recientes como Inside Job o La gran apuesta, pone de manifiesto la naturaleza superficialmente subversiva pero esencialmente inofensiva de Money Monster. De hecho, Foster y sus guionistas parecen alinearse con el discurso de Washington y Wall Street, según el cual los desajustes del sistema deben ser resueltos mediante la autorregulación... y la buena fe de algunos trabajadores. En cualquier caso, observada en el contexto del cine de Hollywood, Money Monster emerge como un solvente híbrido genérico (¿un thriller político-satírico?) con algunas cosas que decir acerca del compromiso profesional de sus protagonistas y la amoralidad de aquellos que controlan la maquinaria social.