Lorenzo Vigas
Dio la campanada en el pasado Festival de Venecia. Nadie contaba con que una ópera prima venezolana se alzara con el máximo galardón. Desde allá, de Lorenzo Vigas, es un relato crudo sobre una realidad no menos cruda, en la que dos seres con taras emocionales, distanciados por su origen social, mantienen una turbulenta y masoquista relación. El cineasta nos habla de la película y, por extensión, de su pesimista visión de Venezuela.
Es una película hecha, efectivamente, desde allá, y que parece llegar como un mensaje en una botella a este lado de acá, donde ahora no deja de hablarse de Venezuela por razones menos cinemáticas. "Yo no voy a hablarle de política ni de ideologías, solo de mi película, pero sí le puedo decir que todo lo que se está hablando se queda corto frente a la realidad". Aunque uno haya venido a este hotel madrileño, efectivamente, a hablar de cine (tanto el entrevistado como el entrevistador), el retrato del Caracas actual que vuelca Vigas en su película impide hablar sobre la película sin hacerlo sobre su país y lo que representa. Sería como hablar de Taxi Driver sin reparar en la América filofascista.
En la turbulenta relación entre un hombre acomodado (Alfredo Crespo en la piel de Armando) y un delincuente juvenil (Luis Silva en la de Elder) actúan como ejes vertebradores las luchas de clases y de poder, la homofobia y la represión, la violencia y la carencia emocional, pero, sobre todo, el deseo y la orfandad. Y todo ello en un relato sobrio, mínimo, elíptico, que siempre sugiere y casi nunca explicita, "que deja que el espectador rellene los huecos". Nos convierte en voyeurs, como su protagonista, que paga a jóvenes que encuentra en los autobuses para verles desnudos y masturbarse. Así que hablar de la película es hablar de todo eso, pero también de Venezuela. "El país está en un aprieto económico salvaje y brutal, y todo va a recrudecerse aún más. Creo que Venezuela va a vivir los peores años de su historia". Y ahí lo deja. Al menos de momento.No voy a hablar de política, pero le digo que lo que se está hablando sobre Venezuela se queda corto frente a la realidad"
Pregunta.- ¿De todas las preguntas que hay en la película, cuál es la más importante para usted?
Respuesta.- La pregunta que nos hicimos Guillermo Arriaga y yo cuando elaboramos el argumento era si Armando sería capaz de lidiar con unas emociones que nunca ha sentido. Por lo tanto una de las grandes preguntas de la película es si está capacitado para amar. Cuando conoce a Elder, todo se desborda. Son dos personajes que acaban unidos porque comparten carencias emocionales. La ausencia de sus padres en sus vidas les ha marcado a fuego.
En su cortometraje Los elefantes nunca olvidan (2004), un joven va a la caza de su padre para matarle. El Armando de Desde allá podría ser la versión adulta de ese joven que busca venganza por los abusos que él y su hermana sufrieron de niños. Armando no solo persigue a los jóvenes, también a un hombre mayor, el padre al que odia, filmado como si fuera un fantasma. "El corto vendría a ser la primera parte de una trilogía sobre la orfandad. En verano filmaré la tercera parte. Yo tenía un amigo que murió en Venezuela y Guillermo uno que murió en México y que nos ayudaron a entender al personaje de Armando. A mí me interesaba contar la historia de un autista en la ciudad, que no tiene capacidad de empatar socialmente y quien no le gusta que le toquen. Tiene ese complejo virginal".
Para separarlo del mundo, Vigas persigue a su personaje buscando a otros personajes, que aparecen desenfocados a su alrededor. Los desafíos formales del filme los ancla Vigas en su admiración por Bresson y Bergman. Del autor de Pickpocket le interesa el modo "en que huye de los sentimentalismos y de articular la historia a partir de módulos que solo adquieren sentido en el conjunto". Del sueco reconoce el misterio de la mirada. "Desde allá es una película sobre la mirada del deseo", dice, lo que no deja de emparentarle, precisamente, a Buñuel. "Me interesaba también la idea de filmar con anamórficos para buscar el efecto contrario, la claustrofobia y no la amplitud que generalmente da. Uno tiene ideas, pero no sabe si van a funcionar".
R.- Yo no quiero juzgarles, solo que sean comprendidos. La ambigüedad es importante porque como seres humanos nunca estamos seguros de lo que sentimos. La ambigüedad sobre lo que debes sentir es algo que se ha perdido en el cine. Desde allá puede provocar rechazo en el sentido de que el espectador debe involucrarse, no solo desde el punto de vista del contenido, también estéticamente.
P.- La sensación última es que hay un determinismo social muy claro…
R.- Yo creo que la relación entre ambos se hace eco de algo que ha pasado en Venezuela en los últimos años, y que antes no ocurría, y es la radical incomunicación entre los ricos y los pobres, el muro que se ha levantado entre ambos. Ya las clases no se hablan entre ellas. Ni siquiera se tocan. Esta es una película sobre las consecuencias, no sobre las causas.
P.- ¿Se refiere a las consecuencias del chavismo?
R.- Siempre hubo diferencias de clase muy marcadas, pero la gente se hablaba. Todo empezó por un discurso muy nocivo y muy violento de las clases políticas, que en lugar de integrar, nos separó mucho más. Antes no había un problema de comunicación. Desde el chavismo se ha producido una fractura social irreversible. Yo no pensé en todo esto cuando estaba escribiendo el guión, pero ahora sí veo esa lectura clara.
P.- ¿Por qué le interesa tanto el tema de la orfandad?
R.- No lo sé, no lo he vivido personalmente, pero en Latinoamérica es muy común. Los padres casi nunca están en casa, se van y no vuelven, hay muchos casos de personas que crecen sin padre. Esa conciencia colectiva es una realidad no solo venezolana, también de más países latinoamericanos. Estamos siempre esperando que el caudillo venga a arreglar nuestros problemas.
@carlosreviriego