Una escena de Corazón gigante
Corazón gigante, de Dagur Kari, es la historia de hombre de cuarenta y tantos, soltero y solitario que sigue viviendo con su madre y aún no ha perdido la virginidad.
En aquel filme Solonz realizaba un minucioso retrato de un cuarentón gordo e infantiloide que acumula resentimiento y se atiborra de cultura basura para realizar una disección fría del fracaso y sus consecuencias morales (moraleja, ser fracasado muchas veces es la puerta de entrada al rencor y de allí a la pura inmoralidad). Si el personaje del americano nos causa una mezcla entre lástima y rechazo, el cineasta islandés nos presenta a uno de esos clásicos monstruos totalmente "queribles": un obeso que sufre acoso por parte de sus compañeros de trabajo, los prejuicios que la sociedad asocia a los feos a todo tipo de maldades y sobre todo su extrema dificultad para relacionarse con las mujeres. La cruda realidad es que vivimos en un mundo, probablemente todos son parecidos pero el contemporáneo especialmente, en el que ser feo es una tragedia.
Corazón gigante, lo dice su propio título, apuesta por la vía de lo sentimental. Su orondo protagonista es tímido y patoso pero también tierno y delicado como quiere el tópico. Está bien construida la relación con la madre, menos inocente de lo que podría parecer, y es fácil encariñarse por un personaje apaleado porque todos sabemos lo que es sentirse feo por la vida y que uno nunca va a ser amado. A partir de aquí, su romance con una pizpireta florista con problemas mentales podría ser una liberación, o no. Tópica en el fondo y en la forma, Corazón gigante apela a los buenos sentimientos y se deja ver con simpatía pero por desgracia solo se queda en la superficie de la historia que quiere contar.
@juansarda