Image: La osadía balcánica de Fernando León

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Cine

La osadía balcánica de Fernando León

17 mayo, 2015 02:00

Una imagen de A Perfect Day

El autor de Los lunes al sol presenta en la Quincena de Realizadores de Cannes la insulsa A Perfect Day, un canto antibélico fuera de tono y con reparto internacional.

En algún lugar de los Balcanes, años noventa, es donde Fernando León vuelve a ponerse detrás de la cámara después de cinco años. La decepcionante Amador parecía una buena oportunidad para recular, reflexionar, buscar nuevos aires y tomar impulso. Y así lo ha hecho. Rodar en inglés con un casting internacional de peso (nada menos que Benicio el Toro, Tim Robbins y Olga Kyrulenko) no parecía en todo en caso suficiente para apelar al estímulo del espectador. En la búsqueda de más poder de seducción de cara al gran público, es posible que el autor de Los lunes al sol (2002) -el último de sus trabajos digno de su talento-, se haya pasado de freno. Algunas decisiones en esta película por lo demás sugerente y amable han empañado su resultado final, sobre todo a eso tan importante para cualquier película: la unidad de tono y estilo.

Cineasta de guion, el director de Barrio (1998) esta vez ha decidido sofisticar el diseño visual y de producción, hacer volar la cámara, planificar secuencias con algo más de espectacularidad. Tampoco mucho más. Quizá buscaba distanciarse de la morosidad visual que suele acompañar a su cine. La primera secuencia desde el punto de vista subjetivo del fondo del pozo es puro storyboard. El guion apela a la imposibilidad de los héroes, y está construido casi como una película de Ettore Scola o de Rafael Azcona: unos voluntarios se enfrentan a la dificultad de extraer un cadáver de un pozo en los últimos días de la guerra. Podemos pensar también en la ópera prima de Danis Tanovic, Tierra de nadie.

A Perfect Day narra una historia con personajes interesantes y conflictos atractivos. La metáfora de la anécdota y la eficacia de los diálogos identifican pronto la película con su autor. El ritmo ayuda, el trabajo de edición se preocupa por allanar el camino de esta tragicomedia. El problema surge cuando la suntuosidad del tono rompe el espacio de intimidad que busca una película que transcurre en un escenario bélico pero no es una película bélica, es como una pieza de cámara en exteriores, si se permite el oxímoron. Hay elementos de road movie y de comedia y de melodrama y de cine político. Hay muchas cosas reconocibles y pocas sorprendentes.

Allí donde el guion se empeña en ser emotivo -a partir de las desgracias y el coraje de un niño huérfano-, la realización lo neutraliza. No es lo más reprochable de Un día perfecto, sin embargo. El verdadero conflicto de tono lo genera el tinglado musical. Por alguna razón difícil de explicar -quizá, como decíamos, por la necesidad de hacer un "cine de estímulos"-, toda una playlist de temas rock clásicos y modernos ocupan el primer plano de la historia allí donde busca la transición o la emoción inmediata. Imaginemos una mujer colgada de una soga y los sonidos estridentes de Marilyn Manson. La invasión musical es a veces tan primitiva que en cierto punto uno está convencido de que escucharemos A Perfect Day de Lou Reed. No lo hacemos, pero la Velvet no quedará ausente, por doble partida además. Tanta obviedad (y atrevimiento) colisiona irremediablemente con la elegancia de algunas soluciones de guion.

Otra contrariedad tonal es la que distancia la interpretación penetrante de Benicio del Toro y la caricaturesca de Tim Robbins, que parecen trabajar en dos películas distintas, cuando la supuesta camaradería entre ambos -algo para lo que León de Aranoa siempre ha tenido una sensibilidad especial- es uno de los pilares de la historia. La química es inexistente. Tampoco nos interesa el personaje fuera de plano, la mujer de Benicio -no entiendo cómo el impostado diálogo telefónico sobre tonos de pintura no se cayó del montaje-, ni las relaciones con las dos mujeres voluntarias que le acaban acompañando en la odisea. Y aún con todo la película consigue decir lo que tiene que decir. Es sensible a la realidad que pone en escena y supuestamente retrata. Lo que no está tan claro es si consigue expresarlo en códigos memorables. Nos preguntamos al final qué nos interesa del filme. Seguiremos preguntándonos.