Una imagen de Güeros
El debut del mexicano Alonso Ruizpalacios es una película extraordinaria, una de esas pocas que te deja con la boca abierta y los ojos desorbitados asombrado ante el puñetazo de realidad, de ingenio y de talento que desprende cada fotograma.
Porque Güeros es puro cine en cuanto logra crear y plasmar en pantalla algo más que una historia o unos personajes (cosa que también hace) como una sensación. Y esa sensación que el filme capta con asombrosa poesía y sabiduría audiovisual es la sensación de ser joven, de ser muy joven, ese espacio en el que el tiempo es eterno, donde el presente no se termina nunca, las horas se suceden casi de manera absurda y uno puede perder mucho el tiempo sintiéndose muy desgraciado y mirando al techo. Güeros es puro cine físico, cine que huele, suda, respira y transpira como si más que una película fuera un lugar en el que habitar.
Cuenta la historia de dos jóvenes estudiantes que en plena huelga de la Universidad de México se limitan a malvivir sin un duro en una barriada esperando a que simplemente pase algo. La llegada del hermano pequeño de uno de los miembros de esta banda de gandules y su búsqueda de una vieja leyenda del rock mexicano se convierte en una road movie a través de los sueños más profundos de unos personajes que despachan con ironía su propia apatía. Como una suerte de detectives existencialistas a la manera de Bolaño, sus protagonistas no buscan a Archimboldi pero sí a alguien parecido para darse de bruces con el sinsentido de su propia mitología personal, la vida como mito inalcanzable.
Hay en esta película maravillosa un gozoso sentido del humor y una mirada llena de sarcasmo sobre las clases universitarias y supuestamente ilustradas y desde luego muy pedantes que nos resulta muy parecida a la nuestra. La obsesión del protagonista por una chica obsesionada a su vez por un talibán de los derechos de los universitarios crea un circuito del desamor. La película capta con implacable precisión la frustración juvenil, esa sensación de esperanzas postergadas, cuando uno es guapo y joven no es interesante, de mayor estará demasiado ocupado o será ya viejo. La vida como bucle eterno de frustración y melancolía, la juventud como espacio propio, como patria incluso. Viva Güeros y la chingada de su madre.