Gabe Ibáñez. Foto: Rubén Vega
Gabe Ibáñez (Madrid, 1971) empezó a escribir el guión de Autómata cuando estudiaba en la Universidad Complutense, y desde entonces ha ido pergeñando en su mente la estética de western de ciencia-ficción del filme. "Partí de textos de Isaac Asimov y sus principios sobre robótica, basándome en la singularidad tecnológica y la Inteligencia Artificial", sostiene. Pero lo que realmente hizo arrancar la historia, décadas después, fue la noticia en torno a la capacidad de una impresora 3D de replicarse a sí misma. "Me pareció un escenario fascinante y también inquietante. Y me ofrecía la posibilidad de abordar una ciencia ficción muy distinta de la actual, más cerca de la reflexión que del espíritu familiar y fantástico que se impone en el género". Ibánez esgrime hitos como 2001: una odisea del espacio, Andrómeda o Blade Runner como lejanos modelos de Autómata, "con la que buscaba el espíritu clásico de la ciencia-ficción de los 70 y 80, cuando las historias eran inteligentes".No fue en todo caso sencillo poner el proyecto en marcha. "El guion estuvo muerto hasta que Elena Anaya se lo pasó a Antonio Banderas, que estaba encantado de interpretarlo y producirlo -explica el director-. Hasta que al final encontramos al productor americano de Los mercenarios, que tiene infraestructura en Bulgaria y hacía el rodaje más barato". Con una primera parte urbana y nocturna, de estética noir, y un segundo bloque en el desierto, más cercano al western, Autómata rinde su particular tributo a los géneros clásicos para imaginar un futurible en el que se ha producido el colapso medioambiental con la desertización del planeta y los robots han dejado atrás al ser humano, tanto intelectual como moralmente. "El gran tema de la ciencia-ficción es el ser humano y cómo nos afectan todos los adelantos tecnológicos. Nada de lo que sale en la película existe ahora, pero sí plantea un escenario posible que abordo desde parámetros realistas".