Tibia acogida a los robots de Antonio Banderas
El actor presenta en San Sebastián Autómata, de Gabe Ibáñez, una película rara y desasosegante pero seductora
21 septiembre, 2014 02:00Antonio Bandera en Autómata
Antonio Banderas es sin duda el actor más simpático de España por no decir el hombre más simpático del universo. Banderas tiene carisma a raudales y con los años se ha ido convirtiendo en un actor sobresaliente, hará cosa de cuatro años cambió de agente y decidió reorientar hacia un cine menos comercial y hollywoodiense y la jugada no le salió mal, brilló en aquella Conocerás al hombre de tus sueños de Woody Allen, en La piel que habito de Almodóvar ofreció un trabajo espléndido y tienen pendiente de estreno Knight of Cups de Terrence Malick. En San Sebastián ha presentado un proyecto muy personal, Autómata, que ha producido él mismo y es una rara incursión del cine patrio (es una coproducción con Bulgaria) en la ciencia ficción.Dirigida por Gabe Ibáñez, quien mostró trazas de buen cineasta en su debut, Hierro, Autómata no ha gustado mucho en San Sebastián y es fácil comprender por qué, es una película rara, es lenta para un filme de acción y como película metafísica que también quiere ser tiene un discurso algo tópico sobre cómo los seres humanos merecemos nuestra extinción. Ambientada en un futuro indeterminado en el que apenas quedan un puñado de personas en una tierra casi inhabitable por la radiación, Autómata cuenta lo que sucede cuando un agente de seguros (Banderas, of course) debe descubrir por qué algunos robots están comenzando a comportarse como seres humanos, saltándose el "segundo protocolo" y campando a sus anchas.
Autómata tiene una historia confusa en la que no es muy fácil entender por qué pasa lo que pasa y a veces todo tiene un cierto aire a disparate. Pero detrás de las enigmáticas imágenes de la película yace un pequeño tesoro que gana fuerza cuando gana en sutilidad, metáfora de un mundo sombrío como el que habitamos, Autómata tiene algo de Blade Runner (el referente más obvio), algo de Mad Max y de aquellas road movies existenciales de Wim Wenders. Ibáñez rueda con estilo y talento su historia y Banderas aprovecha la ocasión para ofrecer un trabajo sencillamente portentoso. Autómata funciona como catarsis personal del protagonista y como símbolo de unos tiempos esclavos en los que nos conformamos con cualquier cosa por miedo. El miedo, ese sentimiento que define a nuestra sociedad, está bien captado y el filme crea una atmósfera desasosegante y seductora. Es una película rara, no está muy claro su futuro comercial pero a quien esto suscribe le ha gustado, a ratos incluso bastante a pesar de un guión que hubiera estado bien cerrar mejor.
Willem Dafoe en Pasolini
Nikolaj Coster-Waldau en A Second Chance
La danesa Susanne Bier ganó un Oscar por In a Better World (2010) y posee una de las voces fílmicas más interesantes de Europa. Disfrutamos con Hermanos (2004) y Después de la boda (2006), dos películas realmente extraordinarias, y ha presentado en San Sebastián con A Second Chance, un filme, como todos los suyos, centrado en una historia dramática donde lo más importante son los personajes. Protagonizada por un pletórico Nikolaj Coster-Waldau cuenta una historia extraña: un policía decide secuestrar al bebé de una pareja de yonquis cuando el suyo muere de forma súbita. A Second Chance comienza pareciendo un thriller con uno de sus habituales dilemas éticos (en este caso, ¿es lícito quitar un hijo a su madre por mucho que sea cierto que le garantizamos un mejor futuro?) y se acaba convirtiendo en una historia de redención y autodescubrimiento con visos sentimentales. Bier es una buena cineasta y esta es una película correcta, que no notable, en la que seguimos con interés las peripecias del policía ladrón de niños pero donde cada giro de guión parece más forzado que orgánico.