Philip Seymour Hoffman entre amigos
Philip Seymour Hoffman y Amy Ryan en Una cita para el verano
Antes de morir, Philip Seymour Hoffman (1967-2014), uno de los mejores actores en la historia de Estados Unidos rodó una película, su única película: Una cita para el verano, adaptación cinematográfica de una obra de teatro escrita por Bob Glaudini sobre neoyorquinos con apuros para llegar a fin de mes atrapados en una crisálida emocional. Seymour Hoffman llevaba a la pantalla una obra que conocía bien porque la interpretó en Broadway con su propia compañia de teatro, Labyrinth, un proyecto con el que el actor conquistaría las tablas de Nueva York en numerosas ocasiones.Para el cine, el novel director, que también encarna a uno de los cuatro protagonistas, repitió con los mismos actores de los ecenarios, John Ortiz y Daphne Rubin Vega, quienes interpretan a un matrimonio en sus treintaymuchos instalado en una prolongada crisis que ninguno de los dos es capaz de hacer estallar. El propio Hoffman da vida al mejor amigo de Ortiz, como él conductor de limusinas, y hace un papel que conocemos bien en el actor, un hombre tímido y retraído, con problemas para comunicarse, no digamos con las mujeres, con dejes de "friqui" enamorado de la cuatra protagonista, una chica con serios problemas de relación y tendencias despóticas.
John Ortiz, compañero de aventuras teatrales con Hoffman y según él mismo su mejor amigo, nos explica que es una película "sobre la dificultad de dejar escapar las cosas, es muy difícil cerrar capítulos en la vida. Todos los personajes están marcados por un veneno que llevan dentro y los está destruyendo. Todos soportamos en la vida situaciones terribles que pueden desestabilizar, demonios que acechan y adicciones que nos marcan y seguimos adelante pensando que podemos continuar así pero algún día explotan. Es una película muy íntima, muy relacionada con nuestra parte más oculta. Aunque también es un filme optimista porque al final son capaces de expresarse, tienen la valentía de enfrentarse a la verdad. Creo que es un homenaje a la capacidad del ser humano para salir adelante y mejorar su vida y ellos mismos".
Dahne Rubin-Vega, esposa de Ortiz en el filme, interpreta a una mujer de apariencia fría y dominante perpetuamente insatisfecha. "Es alguien que está al límite", nos explica Ortiz, "ha jugado a un juego con su esposo y está harta de seguir. Es alguien a quien la vida no le ha regalado nada y ha tenido que luchar muchísimo toda su vida para salir adelante. Esta es una película sobre gente corriente, sobre personas que todos los días se levantan y libran una gran batalla por la vida. Son personas que conoces, que ves por la calle, cuyas vidas no te importan. Al final creo que es un filme que trata sobre cómo desarrollamos nuestro corazón".
Ambientada en Nueva York, Rubin-Vega cree que la ciudad marca el tono: "Esta es una ciudad en la que la gente se vuelve un poco rara", dice, "parte de su extrañeza tiene que ver con la condición de neoyorquinos pero todos somos un poco raros". Una ciudad muy marcada también por las enormes diferencias sociales que se reflejan en el filme en el trabajo como conductores de limusina de los protagonistas masculinos: "Te dicen que puedes alcanzar una vida de lujo y dinero pero no es verdad. La mayoría de la gente trabaja para sobrevivir, eso es mucho más real". Añade Ortiz: "Esa diferencia social abismal es algo muy característico de Nueva York, hace la ciudad más interesante pero es brutal. Un billonario y un homeless pueden estan haciendo la cola para comprarse el mismo perrito caliente. Hay gente con muchísimo poder y dinero y mucha otra que casi no tiene nada conviviendo".
Ambos se emocionan al recordar a Philip Seymour Hoffman y Rubin-Vega incluso llega a las lágrimas: "Era un hombre con un corazón enorme. Como artista, estaba increíblemente comprometido con su trabajo. Es famoso su proceso de interpretación en el que se metía muy adentro de los personajes, hasta un punto que realmente sabíamos que le hacía sufrir porque como director y actor desprendía mucha alegría, sentía mucho amor por lo que hacía y te lo contagiaba. Lo ibas viendo trabajar como quien pela una cebolla y va encontrando una capa nueva, cada vez más hondo. Era tan buen actor que yo siempre decía que podría hacer de mí".
Ortiz rememora al amigo "de una lealtad inquebrantable. Ya podía cometer el error más terrible de mi vida y él seguía a tu lado como si nada hubiera pasado. Philip era tu amigo hasta la muerte, hicieras lo que hicieras, pasara lo que pasara. Lo echo mucho de menos porque era de verdad una gran persona, alguien con una humanidad increíble". Rubin-Vega, muy emocionada, resalta: "Era muy inteligente y a veces la inteligencia cuando es tan grande puede ser complicada. Quería mucho a su familia y a sus amigos y jamás le vi fingir u ocultar sus emociones. Siempre decía que uno se tiene que atrever a ser quién uno es. Buscaba la verdad en todo momento y puede decirse que lo llevó hasta sus últimas consecuencias. Al mismo tiempo era alguien que no tenía fe, no sentía que hubiera algo más grande que él que estuviera cuidándolo, no sé cómo explicarlo".