Jean Pierre Jeunet
Es posible que Jean Pierre Jeunet (Loira, 1953) esté 'condenado' a ser recordado como el director de Amélie (2001) una de las películas más populares de todos los tiempos. Autor también de otros éxitos incontestables como aquella lejana Delicatessen (1992) o más recientes como Largo domingo de noviazgo (2004), Jeunet no se prodiga mucho detrás de la cámara y ahora estrena su nuevo filme, El extraordinario viaje de T.S. Spivet, adaptación de una novela de Reif Larsen (Las obras escogidas de T.S. Spivet, publicada en España por Seix Barral) en la que cuenta las peripecias de T.S., un niño que habita en una granja de Montana, en el centro de Estados Unidos, y se dedica a crear maravillosos inventos de espaldas a una familia demasiado concentrada en sus propios asuntos como para prestar atención a la genialidad de su vástago. Metáfora universal sobre el aciago destino de los genios, la película mantiene las claves estéticas caricaturescas extremas y delirantes de un autor con un universo personal muy reconocible.- Después de su incursión americana con Alien Resurrección (1997) regresa a Estados Unidos, ¿cómo surgió esta nueva oportunidad?
- Alien era una película americana de encargo y fue como hacer un anuncio grande. Tenía libertad artística pero las obligaciones financieras eran muy gravosas. Tuvimos que rodar muy rápido, seleccionando un plano de cada tres y basta. Después rechacé un Harry Potter porque cuanto mayor me hago más pienso que la libertad es lo más preciado y me contaron que en una franquicia como esa el director es uno más en una mesa en la que el productor es el que toma las decisiones. Esta es una historia americana pero la hice con producción francesa y canadiense, con toda la libertad que tengo en Europa.
-No es difícil ver que se identifica con ese niño genial e incomprendido, ¿luchar contra los prejuicios es la pelea de todo artista?
- Por supuesto. T.S. Spivet es un personaje que siento muy cercano. Él hace dibujos en su granja como yo dibujo mis story boards en mi casa. Cuando tiene que salir al mundo debe enfrentarse a ese horror de las televisiones, las entrevistas y las controversias que los cineastas conocemos muy bien. Es entonces cuando deseas, como él, volver a tu casa a dedicarte a tu trabajo tranquilamente sin el ruido del exterior.
- Hay una historia subterránea que es fundamental, la muerte accidental del hermano. ¿Es esta una película sobre el duelo?
- Esa muerte aporta una dimensión de emoción casi melodramática, un género que no había abordado hasta hoy y que debe tratarse con mucho cuidado porque no me interesa esa cosa tan habitual de los violines para subrayar las emociones. Lo he planteado de una forma muy sutil pero desde luego es crucial en esta historia. Hay quien me ha agradecido esa austeridad y hay quien la echa en falta. Quizá todo tiene que ver con mi momento vital. Hace unos años vi El pianista de Polanski y no me gustó. La volví a ver hace hace poco y me emocionó muchísimo. Las películas tienen mucho que ver con el momento en el que te encuentras.
Fotograma de El extraordinario viaje de T.S. Spivet
- El mundo de los niños siempre ha estado muy presente en su filmografía, desde aquella La ciudad de los niños perdidos hasta los Micmacs, que también era muy apta para los niños.- Micmacs es mi película más exitosa entre los niños, ¡las hijas de mi fontanero la vieron catorce veces en una semana! T.S. Spivet es una película para toda la familia pero en realidad, como todas, la hice para mí.
- ¿Rodar con niños es tan malo como decía Hitchcock?
- En este caso, no. Fue bastante complicado porque el pobre estaba rodando una serie de televisión a la vez y nos lo dejaban de vez en cuando. No lo vi nunca quejarse ni cansado. Una sola vez lo vi llorar porque había perdido ¡un ticket! Con esas cosas te dabas cuenta de que solo tiene nueve años porque por lo demás se comportaba como el mejor profesional.
- ¿Es cierto que va a haber un musical de Amélie en los teatros?
- Sí, es cierto. Podría ser peor, ¡podría ser patinaje artístico! Me he resistido durante mucho tiempo a ello porque no me hacía gracia y sigue sin hacérmela. De todos modos, me han asegurado que se puede ganar dinero con ello y después de negarme durante muchos años pensé que es miserable por mi parte impedir que se haga cuando hay artistas que pueden salir favorecidos. Además, donaremos una parte de los ingresos a los niños con cáncer. Como mínimo, seguro que sale algo bueno de ello.
- Después de un éxcito tan enorme como el de Amélie, ¿siente mucha presión con cada estreno?
- Ya han pasado los tiempos en que se estrenaban pocas películas y un nuevo título de Annaud o Besson era una contecimiento. Ahora hay veinte estrenos por semana y una cantidad de información brutal entre los medios de comunicación, las redes sociales, los blogs... es muy difícil llamar la atención. Esto es como una lotería, ya no sabes si vas a triunfar o vas a fracasar, te enfrentas a muchísima competencia.
- Fueron sonadas sus colaboraciones con Marc Caro en Delicatessen y La ciudad de los niños perdidos. ¿Volverán a trabajar alguna vez juntos?
- No. Marc siempre estuvo más preocupado por la parte estética y yo por la narrativa y lo nuestro funcionó lo que tiene que funcionar. Si se fija, los dúos de directores que funcionan son de hermanos o amantes y Marc y yo no somos ni una cosa ni la otra. Una vez en San Francisco se quedaron especialmente desilusionados con que no fuéramos pareja pero qué le vamos a hacer, no estábamos llamados a ello.