Martin Provost
El cineasta confecciona en Violette un retrato psicológico de un alma atormentada marcada por la influencia de los intelectuales
Pregunta.- Violette Leduc no es demasiado conocida en España, ¿era usted admirador de la escritora antes de realizar la película?
Respuesta.- La verdad es que no la conocía. Me enteré de su existencia gracias al guionista de Seraphine, Marc Abdelnour, y a partir de allí comencé a leer toda su obra y descubrí a una mujer fascinante. Violette tuvo su momento de gloria en los años 60, fue una verdadera pionera a la hora de hablar de la sexualidad femenina. Siempre me han atraído este tipo de mujeres como Seraphine o Violette, personas valientes que luchan contra los prejuicios en un entorno muy difícil.
P.- La desigualdad que padecen las mujeres en general es un elemento clave, ¿ayudó Violette a que cambien las cosas?
R.- En el caso de Violette se suma a ser mujer a su condición de adelantada a su tiempo, eso nunca es sencillo. Vemos una época en la que hubo una gran libertad de pensamiento pero también tenían que romperse unas cadenas muy pesadas. La situación de las mujeres siempre es más difícil de entrada, una mujer ambiciosa en cualquier sentido deberá luchar contra más complicaciones. El tema, de todos modos, no está resuelto. Es espeluznante que en España se quiera volver a aprobar una ley del aborto como la del franquismo. Sigue habiendo una parte de la sociedad que no entiende ni respeta los derechos de las mujeres.
P.- Violette es todo un personaje, quizá es más fácil cogerle cariño en pantalla que en persona con ese carácter siempre en el abismo.
R.- Era muy rara y difícil. Estaba un poco loca, también era muy inteligente y muy manipuladora. Hay un elemento fundamental, su voluntad de crear, su condición de artista pura entregada a su obra. Como Seraphine, son personas difíciles de entender y de tratar que parecen vivir en otra dimensión que tiene que ver con la imaginación y lo creativo. Son artistas que trascienden su destino, que se imponen a su condición social para hacer algo totalmente inesperado.
P.- Violette sufre muchísimo por su falta de éxito, lo más asombroso es quizá su tenacidad.
R.- Para un artista visionario es muy difícil el reconocimiento, es necesario luchar contra un muro invisible. Siempre hay artistas que se enfrentan a las convenciones de la época y la historia se repite en todos los tiempos y todos los lugares. Cualquier artista, por pionero que sea, necesita un reconocimiento y allí se produce una sangrante oposición entre su autenticidad y lo que el público pide en cada momento al arte para que le satisfaga. Hay casos como el de Picasso en el que disfrutaron del éxito siendo absolutamente vanguardistas pero lo otro también es muy frecuente.
P.- Sus muchas complicaciones contrastan con las de su protectora, Simone de Bauvoir, que en cambio era una enorme celebridad.
R.- Beauvoir alcanzó una fama enorme rápidamente en una época en la que los intelectuales tuvieron un gran protagonismo público, aparecían por la radio y la televisión y eran muy escuchados. Eran personajes que trascendían las letras y tenían una gran importancia política. Violette tuvo éxito más tarde pero son dos figuras que influyeron muchísimo en todas las escritoras francesas que vendrían después, una desde su éxito y la otra desde su tenacidad jugaron un papel importante en la liberación femenina.
P.- Es realmente loable la generosidad de Beauvoir con Violette.
R.- Lo desconocía y cuando lo supe fue uno de los motivos por los que quise hacer la película. Fue algo que pasó bastante en aquellos años 40 y 50 de la posguerra. Entonces existía una actitud diferente con el dinero, no estaba impuesta de una forma tan rígida la necesidad de una seguridad material como hoy en día, existía un cierto utopismo, una búsqueda del ideal. Beauvoir es generosa en todos los sentidos pero no se convierte en su amiga, es una relación más de mecenas y de darle apoyo moral para que crea en su talento. Al final es quien le permite escribir.
P.- Conmueve y aterra al mismo tiempo esa búsqueda desesperada del amor y vemos esa eterna paradoja de que quienes más desesperadamente lo necesitan menos lo encuentran.
R.- El amor es algo que cuando corremos no lo encontramos. El problema del amor es que primero lo tenemos que encontrar en nosotros mismos. Todos conocemos a buenas personas con mala suerte sentimental porque arrastran problemas de autoestima que les impiden relacionarse naturalmente en ese plano. Violette estaba muy marcada por su infancia difícil, por su condición de bastarda. Eso le generó mucho sufrimiento pero al mismo tiempo fue un motor muy importante de su creación. Los escritores suelen ser personajes solitarios porque la escritura requiere un gran compromiso, es un trabajo que aparta del mundo.
P.- Esa soledad contrasta con una sexualidad desbordante.
R.- La obra entera de Violette trata sobre la sexualidad. Al mismo tiempo, estaba muy sola. En realidad, el corazón de su vida fue siempre su obra, hay un grado de compromiso increíble con lo que escribe. Hoy está de moda la autoficción y en este sentido Violette fue una verdadera pionera. Hasta que surgió ella ninguna escritora había hablado abiertamente de la bisexualidad. Hoy quizá es difícil pensar cómo era la sociedad de la época, entonces existía mucho pudor. La franqueza de Violette era revolucionaria. Al final, Beauvoir y ella hacían política de maneras muy distintas, mientras Simone hablaba desde el intelecto Violette lo hacía desde el vientre y eso tuvo un gran impacto.
P.- Vemos el sufrimiento de Violette pero también su exuberancia, su desbordante vitalidad.
R.- Es un filme que no habla del dolor sino de la vida, es más fuerte que todo eso. Violette era una persona con un profundo amor por la vida, por la naturaleza, y tenía una energía desbordante. Hay una explosión de vitalidad y de amor.