El surcoreano Bong Joon-ho en el rodaje de Rompenieves
Es la producción más cara y esperada del cine surcoreano, dirigida por su autor más aclamado internacionalmente, Bong Joon-ho, autor de las celebrados Memories of Murder y The Host. Con Rompenieves, aparte de congregar la inteligencia y la fascinación de los mejores relatos de ciencia-ficción (basado en una novela gráfica francesa), el cineasta se enfrenta a su primera producción angloparlante, con un magnífico reparto de actores internacionales. Joon-ho revela en esta entrevista algunas claves del filme.
Y es que Bong Joon-ho (léase ‘bon-iun-jo'), a pesar de dirigir a un impresionante reparto de actores angloparlantes en la producción más cara del cine surcoreano (40 millones de dólares), no habla inglés. No al menos con la fluidez que desearía. La conversación telefónica Seúl-Madrid es posible con la intermediación de una intérprete, cuya voz uno imagina en el rostro de la célebre actriz coreana Ko Ah-sung, coprotagonista del filme en el papel de la hija adolescente de Song Kang-ho, otra estrella en el firmamento del cine asiático. La velocidad con la que la intérprete traduce las respuestas del director es asombrosa, casi tan automática y precisa (o en eso debemos confiar) como la de esos interfonos-alcachofa de Rompenieves, donde la ciencia-ficción se antoja más ficticia que científica, pero no por ello menos capaz de auscultar los temores de la civilización.
-¿Ha sido un rodaje muy distinto a sus anteriores filmes?
-La producción no ha sido tan distinta. La forma en la que trabajo y de dirigir el set de rodaje ha sido muy similar. Estoy acostumbrado a trabajar en un entorno cosmopolita y políglota... en The Host, por ejemplo, gran parte de los técnicos y especialistas eran australianos y americanos. Para ser más claros, aunque Rompenieves sea una película angloparlante, no es en ningún modo un producto de los estudios de Hollywood.
La presencia por tanto de Chris Evans, Tilda Swinton, Ed Harris, Jamie Bell, John Hurt o Alison Pill no debe llevarnos a engaño. Rompenieves es cien por cine coreana. Sin embargo, para su estreno en Estados Unidos (anunciado para junio), la distribuidora The Weinstein Company le ha pedido al director que recorte el filme a una versión más corta, acaso para imprimirle el ritmo al que los blockbusters han acostumbrado a las audiencias norteamericanas, en general más dinámico que el que "toleran" los públicos asiáticos y europeos, que han podido ver Rompenieves en su metraje original de 125 minutos (y que a este cronista se le han hecho cortos). Bong Joon-ho y Quentin Tarantino se admiran mutuamente, y ambos coincidieron recientemente en Busan. Es pública y notoria la amistad de Tarantino con los Weinstein, así que lógicamente hablaron del tema.
-Quentin me dijo que Harvey [Weinsten] quiere acelerar el filme. No soy un ingenuo estudiante que grita: ‘¡Nadie puede tocar mi película!', pero sí puedo negociar para proteger mi visión. El tono y la cadencia del relato son únicos y no quiero destruir los detalles, sobre todo en lo que afecta a los personajes. Al final todo se reduce a una cuestión de duración y de tempo. Es algo delicado. Para ellos puede ser algo natural, pero para mí es la primera vez que me enfrento a una situación de este tipo. En mis películas siempre he tenido el final cut, nadie ha interferido en el montaje de ningún modo. Así que espero que todo termine bien.
El tren surca los paisajes helados que han congelado la vida en la tierra. Estratificado por vagones según clases sociales, de la élite a la mano de obra, de la riqueza y el poder de unos al músculo y la miseria de muchos, el tren emerge como el microcosmos social de un futurible en el que la opresión y la desigualdad social apelan a algo más que a la organización social del mundo contemporáneo, más bien a la propia naturaleza de todo colectivo humano en cualquier época y lugar. Los altercados con la represión policial parecen inevitables, y en una de esas enésimas revueltas que se cultivan en la cola del tren, determinada a conquistar su cabeza, se centra la trama del filme. El Apocalipsis en Rompenieves, basada en la novela gráfica Le Transperceneige de Marc Rochette, se antoja como un pretexto para desentrañar la naturaleza depredadora del hombre, para revelar que hasta el caos y el horror pueden estar diseñados como mecanismos de supervivencia social.
John Hurt y Chris Evans en un momento de Rompenieves
-¿Fue el retrato sociológico lo que le atrajo del cómic, o más bien su universo visual?-Una combinación de ambas cosas. La obra de Rochette es extraordinaria. Es un magnífico ilustrador, y es por su trabajo visual por lo que, en primer lugar, sentí atracción por el libro cuando me tropecé con él hace varios años en una tienda de cómics de Seúl. Pero los storyboards de la película están inextricablemente unidos al guion. Los distintos volúmenes de Le Transperceneige son el punto de partida, la fuente de inspiración, pero la concepción visual del filme parte del guion.
-La fiebre por los filmes apocalípticos no ha remitido, tanto en grandes producciones como en el cine de autor. Su cine, y sobre todo Rompenieves, hibrida ambos tipos de cine. ¿Por qué cree que el fin del mundo sigue interesando tanto a creadores y público?
-Creo firmemente que si mantenemos este ritmo y las distintas formas en las que estamos degradando la vida en el planeta, llegaremos al final de la humanidad en 30, 50, 100 años... quién sabe. La tendencia autodestructiva es clara, y la preocupación social existe. El cine juega su papel, que pasa por el espectáculo, pero también por la reflexión y la toma de conciencia. Son muchos factores los que intervienen. Catástrofres como la planta nuclear de Fukushima son los más visibles, pero en un nivel cotidiano estamos dañando de forma sistemática el medio-ambiente, que no solo afecta a la vida del hombre, sino a toda la biodiversidad.
-Es un gran desafío cinemático rodar toda una película en el interior de un tren...
-Cuando leí por primera vez el cómic me fascinó la idea. Pensé que esta podía ser una de esas oportunidades únicas en la vida de enfrentarme a un verdadero desafío en términos de espacio cinematográfico. Prácticamente el cien por cien de los planos son en el interior del tren, y además en un espacio estrecho y largo. El set era algo claustrofóbico, y me dio bastantes quebraderos de cabeza encontrar distintos ángulos donde posicionar la cámara, sobre todo a medida que avanzaba la historia, porque tampoco quería una planificación repetitiva. Cada vagón tenía un decorado distinto, y eso me facilitaba las cosas, pero al final, debido al reducido espacio, tenía muy limitadas opciones de ángulo de cámara, aparte de la cámara móvil. Ha sido un trabajo duro, pero fascinante.
-Desde los Lúmière hasta Spielberg pasando por Hitchcock, el cine siempre ha mantenido una íntima relación con los trenes. ¿Cómo se planteó el rodaje para ofrecer algo nuevo?
-De hecho, uno de mis filmes favoritos es Extraños en un tren, aunque esa película no transcurría íntegramente en el interior del tren. Yo partía de la base de que debía ofrecer algo distinto a lo ya visto en esta materia. Hay una secuencia en concreto que me convenció. En un momento dado, el largo tren se contornea como una serpiente en una curva muy cerrada, de modo que los pasajeros de los vagones del principio pueden ver frente a frente a los de la cola del tren. Esto daba pie a crear una secuencia de acción inédita, un tiroteo muy especial que fue todo un desafío de planificación. Nunca había visto algo así en otras películas de trenes, y estoy muy orgulloso con esa secuencia.
-¿Podría comentar cómo concibe la poética de la violencia en sus películas?
-Cuando era joven vi una y otra vez las películas de Peckinpah, como Grupo salvaje (1969) o Cruz de hierro (1977), y sin duda han ejercido una influencia poderosa en mí. De todos modos, en Rompenieves creo que el tratamiento de la violencia no es en ningún caso obvio, ni tampoco algo primordial...
-La secuencia de combate con hachas es memorable...
-Al principio de esa secuencia hay un combate feroz, pero luego la cámara se estabiliza para revelar la interioridad de los personajes. Más que la coreografía de la violencia, lo que me interesaba era mostrar las emociones. Curtis (Chris Evans) es un personaje muy solitario, un líder nato que no quiere asumir el liderazgo, y en esa secuencia el objetivo no es la violencia por la violencia, sino mostrar la admiración y emoción que produce el comportamiento de Curtis entre los suyos. La cámara incluso se queda con las reacciones de los que contemplan su superioridad como guerrero. Lo que quería era mostrar la reacción de los que están a su alrededor, más que el combate en sí.
-Da la sensación de que usted realiza películas de género otorgando más importancia a los personajes que a las tramas. ¿Cree que los personajes son el corazón y el motor de sus películas?
-Sí, los personajes son el motor de mis filmes. Doy por eso una extraordinaria importancia al reparto. A mí siempre me gusta simplificar la historia, que sea subsidiaria de los personajes. La estructura de Rompenieves de hecho responde a la bipolaridad de personajes, los de John Hurt y Ed Harris. La película narra el viaje que emprende Curtis desde la compañía del "buen padre" a la del "mal padre". Ellos son los pilares. Pero no quiero revelar nada más de la trama. Creo que la película nos pregunta por la clase de supervivencia que le espera a la Humanidad. ¿Usted qué cree?