Fotograma de La vida inesperada
La vida inesperada nos devuelve ese cine de personajes que necesitamos como el aire. Cuenta la historia del encuentro en Nueva York de dos primos muy distintos. Por un lado, un joven ejecutivo de perfil conservador y aspiraciones en el mundo de las finanzas al que interpreta con infinita gracia Raul Arévalo. Javier Cámara da vida a un actor fracasado ya entrado en años que malvive con mil trabajos en la Gran Manzana.Dirigida por Jorge Torregrosa y escrita por Elvira Lindo, lo mejor de La vida inesperada es cómo plantea el conflicto entre los primos sin apropriorismos ni lugares comunes. El cine español ha solido representar a esos ejecutivos con corbata desde el cliché progresista o desde un glamour impostado y por fin el personaje de Arévalo hace justicia a esos chicos que se mueven en los despachos de dirección y tienen buen corazón. Sorprende en la película también cómo le da la vuelta al tópico americano de que los sueños siempre se cumplen para llegar a conclusiones más realistas y dolorosas. Es una comedia melancólica con un sabor agridulce y lo mejor que se ha visto en Málaga.
Emilio Aragón clausura la sección oficial con Una noche en el viejo México, en la que da el salto a Estados Unidos para contar el reencuentro entre un viejo cascarrabias y pendenciero interpretado de forma pletórica por Robert Duvall y su tímido nieto, al que da vida Jeremy Irvine. Es cine antiguo a ratos en el buen sentido y a otros en el malo. Duvall esta fantástico y la primera hora, con el toma y daca entre el joven apocado y el viejo pendenciero, tiene gracia. La aparición de Angie Cepeda, terrible error de casting, como voluptuosa mexicana es el principio de una parte final tortuosa y mucho menos conseguida. Es una película disfrutable de todos modos que brinda la posibilidad de ver a un Duvall en plenitud de facultades.
Genio y figura, Javier Giner (ex asistente de dirección de Almodóvar) ha convertido el estreno de su primer corto en diez años (se supone que ahora se dará más prisa) en un acontecimiento. El amor me queda grande son 20 minutos de delicia cinematográfica en la que el director adopta los códigos del cine negro para trasladarlos a una joven pareja de niños. Ella fatal y sofisticada con su pamela y el frágil y enamorado como los buenos héroes trágicos. Rían Johnson hizo algo parecido con Brick y lo más interesante del corto es la fina metáfora sobre la naturaleza esencialmente manipulable y frágil del ser humano. Parece más el principio de una película que un corto aunque ese soberbio plano final funciona como síntesis de lo que podemos imaginar sin necesidad de verlo.
Recibida con risas poco piadosas, Por un puñado de besos supone el salto a la dirección en solitario de David Menkes. Regresa a su universo adolescente con una película con el sida como telón de fondo con algunos apuntes interesantes (como nunca hay que hacer caso de los amigos en cuestiones del corazón) pero con una trama tan forzada e inverosímil que es sorprendente.