Jirí Mencel y Patrice Leconte
Cara a cara con dos grandes directores de la cinematografía Europea. Patrice Leconte y Jiri Menzel será protagonistas este año por Una promesa y Los Don Juanes. Sus conceptos estéticos son diferentes pero ambos coinciden en la mala situación que vive su sector en estos momentos. Mientra el francés aboga por separar "seats de ferraris" el checo prefiere refugiarse en la comedia.
Ambos cineastas, con trayectorias y biografías muy dispares, hablan cara a cara con El Cultural sobre su rotunda denuncia de las enormes dificultades que vive la cultura en Europa al tiempo que defienden con pasión un cine pensado y enfocado al espectador.
"Hoy no podría haber hecho El marido de la peluquera", dice Leconte, quien destaca que el cine vive en una pura anomalía: "Que el precio de las entradas sea el mismo para una película como Gravity que una pequeña producción es como si vas al concesionario de coches y te cuesta lo mismo un Seat que un Ferrari. Eso no pasa en ningún comercio. Hay un problema de asistencia pero también de precio. La gente lo está pasando mal y sabe que si va a ver una película americana podrá ser mejor o peor pero tiene asegurado el espectáculo y unos actores carismáticos". Leconte no quiere ser catastrofista y ve lejos una crisis con mayúsculas de Europa, pero alerta: "En Francia tenemos una profunda crisis de confianza. Se dice que somos muy orgullosos de nosotros mismos pero cada vez nos queremos menos. Vemos a un país demasiado dividido entre izquierda y derecha que no sabe qué rumbo tomar".
Jirí Menzel denuncia directamente los recortes en cultura en su nueva película, en la que el director de ópera ve cómo cierran la compañía por la crisis y por la falta de interés en la cultura: "Desde la política se transmite la idea de que la cultura no es esencial y que es lo primero que se puede prescindir. El desmantelamiento de nuestras instituciones culturales me provoca una tristeza abismal". Menzel no solo carga contra los políticos, también contra un panorama cinematográfico que considera desolador: "Se hace arte por el arte y eso a mí no me gusta. Los directores hacen las películas para presentarse como artistas y gustarles a los críticos. Yo hago películas para la gente que me rodea, para mis vecinos. Vemos un cine que quiere ser más serio de lo que es, muy pretencioso. Cada vez hay menos películas sinceras. Veamos el caso del cine italiano, tenemos a grandes maestros como Monicelli o Pietro Germi, ¿quién quiere ver hoy a Antonioni? Sus películas están vacías. Hemos sido invadidos por los vanidosos y los pedantes. Por eso prefiero las comedias, porque no quiero hacer cosas totalmente estúpidas. Para eso ya están esas series supuestamente tan buenas que no me interesan nada".
Intelectual y sin emociones
Ambos defienden con pasión un cine que piensa primero en el público y no se mira el ombligo. Dice Leconte: "Desde el minuto uno mi primer pensamiento está en el público que irá a la sala, nadie paga una entrada para ver una película que no le gusta. Vemos un cine demasiado intelectual que se olvida de las emociones". Menzel, con su perpetua sonrisa, va más allá: "Uno de los autores que más me han influido, Karel Capek, se ganó mi respeto definitivo cuando dijo que su intención es que sus novelas pudieran gustarle a las lavanderas. El verdadero arte puede conectar con todo el mundo. El de hoy es producto de esta era del individualismo que produce artistas solipsistas. Todo esto comenzó cuando un señor dijo que un orinal es una obra de arte. Desde entonces, cualquier cosa lo es y al final lo que vemos es que la gente consume kitsch y los supuestos artistas tratan de elevarse creando obras 'difíciles' que solo los entienden cuatro personas. Vemos también una ruptura de la historia del arte. Antes avanzaba lentamente, como la naturaleza, ahora se desprecia lo pasado y se hacen cosas que no significan nada. Es el apogeo del egoísmo".Preguntado por qué hace películas, Menzel contesta: "Quería que la gente saliera del cine sabiendo que la vida no es fácil pero que deberíamos aceptarla con una sonrisa. Me di cuenta de que todo este tiempo he hecho las películas con esta idea. El cine que me gusta hace que la gente sueñe, que sienta la alegría de vivir". Leconte, por su parte, incide en una idea prácticamente idéntica: "Una vez le preguntaron a Wim Wenders que por qué hacía películas. Contestó que las hacía para construir un mundo mejor. No sé si el cine puede cambiar el mundo pero sí puede contribuir a mejorarlo, a dar felicidad a los demás. Lo que quiero es comunicar cosas positivas. Si El marido de la peluquera fue el éxito que fue es porque todo el mundo quiere amar como Rochefort y ser amado como Matilde". Famoso adaptador de Bohumil Harabal, Los Don Juanes es una de las pocas películas de Menzel que no está basada en una novela. El checo se define como un literato apasionado: "Yo fui educado por la literatura. El cine y la literatura son lo mismo porque lo importante es contar una historia. Además, el cine es un gran popularizador de los logros de los escritores".
La presencia de Zweig
Leconte se ha enfrentado en Una promesa al reto de adaptar una novela de un autor del prestigio de Zweig: "Cuando leí la novela reconocí emociones formidables en ese sentimiento amoroso. Es un libro que habla de cosas que me tocan profundamente. Esta película se parece mucho a Zweig. Si le das el mismo relato a quince cineastas, tendrás quince películas". El cineasta vuelve a recurrir a la literatura para definir al personaje principal, un ingeniero que logra una posición de poder en una de las empresas industriales más importantes de Alemania: "Es un héroe de Balzac".El amor es el tema central de ambos filmes aunque desde perspectivas muy distintas. A través del amor profundo y eterno de los amantes de Una promesa, Leconte ha querido reflexionar "no tanto sobre la perdurabilidad del sentimiento amoroso como del deseo. Los Don Juanes, de Menzel, aborda el tema amoroso desde una óptica completamente distinta al mostrar a hombres marcados por la obsesión de conquistar mujeres: "La figura del Don Juan tiene esta dualidad. Por un lado cae bien pero por otro puede conducir a la tristeza".